El justo por fe vivirá
De Libros y Sermones BÃblicos
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Voy a tratar de traducir esto a su situación. Cuando usted pone su confianza en Jesucristo como su Salvador y Señor, cuando deja de manejar su propia vida y establecer su propio valor, y en su lugar rinde su corazón a él y deposita en él su futuro, suceden tres cosas. 1) Su pecado recibe la condena merecida. 2) La justicia de Dios recibe su glorificación merecida. 3) Y usted recibe su justificación inmerecida. | Voy a tratar de traducir esto a su situación. Cuando usted pone su confianza en Jesucristo como su Salvador y Señor, cuando deja de manejar su propia vida y establecer su propio valor, y en su lugar rinde su corazón a él y deposita en él su futuro, suceden tres cosas. 1) Su pecado recibe la condena merecida. 2) La justicia de Dios recibe su glorificación merecida. 3) Y usted recibe su justificación inmerecida. | ||
- | 1) Su pecado recibe la condena merecida. Puede que usted ahora esté embriagado con confianza en sí mismo ante la imponente santidad de Dios. Pero, le prometo, en su lecho de muerte (si Dios le da la oportunidad) usted se embriagará de prisa, y tendrá gran temor de que en uno o dos días estará junto con todo su pecado ante Dios. El pecado debe ser castigado. Pero Dios, que es rico en misericordia, envió a su Hijo para tomar nuestros pecados sobre sí mismo y sufrir por ello. “Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8: 3). “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz” (1 Pedro 2:24; 3:18; 2 Corintios 5:21; Isaías 53:6; Marcos 10:45). Si usted está con Cristo en la fe, la muerte que él padeció se convierte en su muerte. Sus pecados se convierten en suyos, y usted no los carga más. Han recibido su condena merecida. | + | 1) Su pecado recibe la condena merecida. Puede que usted ahora esté embriagado con confianza en sí mismo ante la imponente santidad de Dios. Pero, le prometo, en su lecho de muerte (si Dios le da la oportunidad) usted se embriagará de prisa, y tendrá gran temor de que en uno o dos días estará junto con todo su pecado ante Dios. El pecado debe ser castigado. Pero Dios, que es rico en misericordia, envió a su Hijo para tomar nuestros pecados sobre sí mismo y sufrir por ello. “Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:3). “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz” (1 Pedro 2:24; 3:18; 2 Corintios 5:21; Isaías 53:6; Marcos 10:45). Si usted está con Cristo en la fe, la muerte que él padeció se convierte en su muerte. Sus pecados se convierten en suyos, y usted no los carga más. Han recibido su condena merecida. |
2) Pero no es como si la justicia de Dios se pudiera satisfacer tan fácilmente. Fue necesaria la muerte de Cristo para que la justicia de Dios recibiera su glorificación merecida. Si su justicia no hubiera estado en juego, él hubiera podido barrer su pecado bajo la alfombra. Pero él glorificó su justicia al requerir un sacrificio infinitamente valioso: la muerte de su propio Hijo. Es impensable en un universo moral que Dios simplemente dejara el pasado atrás. Los pecados que cometiste hace diez años son tan reales y horribles y de condenación como si los hubieras cometido anoche. El Dios justo no puede olvidar e ignorar el pecado, a menos que haya una expiación, un sacrificio en su lugar. Por lo tanto, envió al Hijo para que nuestro pecado reciba su condena merecida y su justicia pueda recibir su glorificación merecida. | 2) Pero no es como si la justicia de Dios se pudiera satisfacer tan fácilmente. Fue necesaria la muerte de Cristo para que la justicia de Dios recibiera su glorificación merecida. Si su justicia no hubiera estado en juego, él hubiera podido barrer su pecado bajo la alfombra. Pero él glorificó su justicia al requerir un sacrificio infinitamente valioso: la muerte de su propio Hijo. Es impensable en un universo moral que Dios simplemente dejara el pasado atrás. Los pecados que cometiste hace diez años son tan reales y horribles y de condenación como si los hubieras cometido anoche. El Dios justo no puede olvidar e ignorar el pecado, a menos que haya una expiación, un sacrificio en su lugar. Por lo tanto, envió al Hijo para que nuestro pecado reciba su condena merecida y su justicia pueda recibir su glorificación merecida. |
Última versión de 03:34 20 ago 2015
Por John Piper
sobre Justificación
Una parte de la serie The Minor Prophets
Traducción por Karla Alvarado
- Habacuc
La situación que enfrenta Habacuc es la invasión inminente del reino del sur de Judá por los caldeos (que son los mismos que los babilonios). Eventualmente, esta invasión ocurrió a finales del siglo VI a.C. y Jerusalén cayó en manos de Nabucodonosor en el año 586 a.C. El Señor le reveló a Habacuc de antemano que Judá iba a ser castigado debido su pecado por los caldeos. A diferencia de Joel y Sofonías y Amós, Habacuc ni siquiera menciona la posibilidad de que la destrucción pudiera evitarse. Él no llama a un arrepentimiento nacional; es demasiado tarde. Por el contrario, predice la destrucción de Judá, y aún más, la destrucción de los mismos caldeos. Y promete que la única manera de preservar su vida en medio del juicio es por fe. Así que, a pesar de que se decreta destrucción para la nación, hay esperanza para aquellos que mantienen firme su confianza en Dios. Toda la doctrina de la justificación por fe, como Pablo enseña en Romanos y Gálatas, no ha llegado aún; sin embargo, la semilla ya está plantada. Así que lo que me gustaría hacer hoy es escudriñar el contenido de este libro profético, y luego centrarnos en su punto principal y la forma en que se desarrolla en el Nuevo Testamento como la gran verdad del evangelio de la justificación por fe.
Contenido |
La maldad de Judá y la venida del Juicio
Después de presentar el libro como una “carga” recibida de Dios, Habacuc clama en el versículo 1:2-4 que Judá está llena de violencia y su justicia pervertida. Por ejemplo, en el versículo 4 dice: “Por lo cual la ley es debilitada, y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia”. Amós había advertido el reino del norte que la injusticia traería juicio, y en el año 722 a.C. Asiria arrasó con el reino del norte. Ahora, aquí está el reino del sur de Judá, 130 años después, culpable de los mismos delitos. No aprendieron nada.
Así que en el versículo 1:5-11, Dios profetiza lo que se propone hacer. El versículo 6 dice: “Porque he aquí, yo levanto a los caldeos, nación cruel y presurosa, que camina por la anchura de la tierra para poseer las moradas ajenas”. Dios está en control de las naciones. Él las mueve como a una espada para castigar a su pueblo. Los caldeos vendrán contra Judá como vara de corrección de Dios. Pero el versículo 12 indica la confianza que Habacuc tiene de que Dios no va a destruir por completo a su pueblo: “¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar”. Dios está levantando a los caldeos contra su pueblo, pero no es para aniquilación, sino para corrección y castigo.
La maldad de los caldeos y la venida del Juicio
Luego, en el versículo 2:13-17, Habacuc muestra que no está convencido de que los caldeos orgullosos (1:11) y violentos (1:14, 15) e idólatras (1:16) deban escapar del juicio de Dios. Ciertamente no son más justos que Judá (1:13), aun si Dios los está usando para hacer su trabajo justo del juicio. Así que, en el versículo 17, él protesta: “¿Vaciará (es decir, la nación caldea), pues, su red y seguirá matando sin piedad a las naciones?”
Entonces, en el capítulo 1, Habacuc protesta primero contra la violencia y la injusticia de sus compatriotas en Judá (1:1-4), y luego en contra de la violencia y la injusticia de los caldeos que Dios envía para castigar a Judá. Ahora bien, en el capítulo 2 Habacuc toma la posición de esperar la respuesta divina a sus protestas. En el versículo 2:2, 3, el Señor le responde en una visión. No se nos dice lo que vio. Pero supongo que el resto de lo que Habacuc dice sobre el futuro de Judá y de los caldeos se basa en la garantía recibida en esa visión. La palabra con respecto a Judá en el versículo 4 es la siguiente (tomando la NVI en lugar de las conjeturas innecesarias de la RSV): “He aquí el orgulloso: en él, su alma no es recta, mas el justo por su fe vivirá”. Hay esperanza para aquellos que mantienen firme su confianza en Dios en la calamidad.
Pero la palabra con respecto a los caldeos en el versículo 2:6-19 es un ay cinco veces. El versículo 6 dice: “¡Ay del que aumenta lo que no es la suyo!”. El versículo 9 dice: “¡Ay del que obtiene ganancias ilícitas para su casa, para poner en alto su nido!”. El versículo 12 dice: “¡Ay del que edifica una ciudad con sangre!”. El versículo 15 dice: “¡Ay del que da de beber a su prójimo!”. El versículo 19 dice: “¡Ay del que dice al madero, Despierta; y o a la piedra muda: Levántate!” En otras palabras, el gran poder de los caldeos, al final, se desvanecerá. Las naciones se fatigan en vano llenando la tierra con su fama y poder. ¿Por qué? Debido a que (como lo dice el versículo 2:14), “La tierra se llenará del conocimiento de la gloria del Señor como las aguas cubren el mar”. Habacuc no tiene por qué temer que una nación rebelde tendrá la última palabra. La tierra es del Señor, y él la llenará con su gloria. El capítulo concluye con estas impresionantes palabras en el versículo 20: “Pero el Señor está en su santo templo: calle delante de El toda la tierra”. Que todas las naciones callen y sepan que él es Dios. Su gloria llenará la tierra, no la gloria de los caldeos.
Así que en respuesta a las protestas de Habacuc, Dios le asegura que el orgullo de los caldeos llegará a un final lamentable (2:6-20) y que cualquiera en Judá que humildemente confíe en Dios ganará su vida. “El justo por su fe vivirá” (2:4).
Canción de alabanza y fe de Habacuc
El último capítulo del libro es la respuesta de Habacuc a lo que ha escuchado. Pero es más que su oración personal. Su propósito es que sea un salmo utilizado en la adoración. Cuando dice en el versículo 1, “Oración del profeta Habacuc, en tono Sigionot”, significa que la oración se va a utilizar en el acompañamiento musical con un espíritu de entusiasmo y de triunfo. Esto se confirma con dos cosas: 1) la última frase del libro, “Para el director del coro, con mis instrumentos de cuerda”, y 2) el uso de “Selah” al final de los versículos 3, 9 y 13. La razón por la cual esto es importante, es que Habacuc quiere que podamos cantar esta oración con él. No solamente nos informa sobre la devoción de Habacuc, sino nos muestra cómo debemos enfrentar el juicio de Dios. Los caldeos realmente se están enfrentando a Judá. ¿Cómo podrán prepararse los devotos para esta tribulación y calamidad? Debemos hacernos la misma pregunta. Tribulación viene al mundo, como Jesús dijo (Mateo 24:21). ¿Cómo podemos prepararnos para ello? ¿Cómo sobrellevarlo?
En primer lugar, en el versículo 3:2, Habacuc ora diciendo: “Oh Señor, he oído lo que se dice de ti y temí. Aviva, oh Señor, tu obra en medio de los años, en medio de los años dala a conocer; en la ira, acuérdate de tener compasión”. Habacuc tiene un buen y claro temor del juicio de Dios. Así que pide que en medio de su ira, Dios tenga misericordia de él. Luego, en el versículo 3:3-15, él canta la grandeza del poder de Dios, en especial su poder para salvar. Por ejemplo, el versículo 13 dice: “Saliste para salvar a tu pueblo, para salvar a tu ungido. Destrozaste la cabeza de la casa del impío, descubriéndolo de arriba abajo”. El profeta conocía el poder de Dios por sus obras en el pasado, por lo que confió en su gran victoria en el futuro. Así que el versículo 16 dice que a pesar de que su cuerpo tiembla ante la idea de invasión, él “espera en silencio” por lo que ha de ser.
Finalmente, en el versículo 3:17-19, Habacuc estalla en una maravillosa canción de fe:
- Aunque la higuera no eche brotes, ni haya fruto en las viñas; aunque falte el producto del olivo, y los campos no produzcan alimento; aunque falten las ovejas del aprisco, y no haya vacas en los establos, con todo yo me alegraré en el Señor, me regocijaré en el Dios de mi salvación. El Señor Dios es mi fortaleza; El ha hecho mis pies como los de las ciervas, y por las alturas me hace caminar
En otras palabras, no importa qué tan grave sea la tribulación cuando los caldeos invadan la tierra, Habacuc nunca dejará de confiar en Dios. A pesar de que el mismo Dios ha levantado este “pueblo feroz e impetuoso” (1:6), Habacuc confía en que en la ira, Dios mostrará misericordia a los que confían en él y se regocijan sólo en él cuando todo lo demás falla.
Cuando un hombre y una mujer se casan, se prometen amor y fidelidad el uno al otro “en las buenas y en las malas, en riqueza y en pobreza, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte nos separe”. Y si esto es cierto entre marido y mujer, ¡cuánto más entre nosotros y Dios! Esa consagración es tan importante para Noël y para mí que utilizamos Habacuc 3:17-19 como el texto de boda hace 14 años. Somos el uno del otro, y nosotros somos de Dios, no importa qué tan difícil sea la tribulación. Confiamos el uno en el otro, y confiamos en él totalmente.
El punto principal de Habacuc
Ahora, si damos un paso hacia atrás en nuestro estudio, no debería ser muy difícil ver el punto principal de este pequeño libro. Desafortunadamente es este: Los soberbios, cuya fuerza o ingenio es su dios (1:11, 16; 2:4, 19), llegarán a un final lamentable, a pesar de que puedan disfrutar de la prosperidad durante una temporada, ya sea como escogidos de Dios en Judá, o como los vencedores sobre Judá. Todos los soberbios, ya sean judíos o gentiles, perecerán en el juicio. Más Habacuc enfatiza el lado positivo de su punto principal, es decir, “el justo por su fe vivirá”. Lo establece como un principio en el versículo 2:4, y luego lo celebra como su propia canción en el versículo 3:16-19. Cuando Habacuc dice: “Aunque no haya fruto y falte el producto, y no haya ovejas ni vacas, y mi vida se vea amenazada, con todo yo me alegraré en el Señor”, él nos muestra lo que quiere decir con fe en el versículo 2:4: “El justo por su fe vivirá”. Quiere decir que depositemos nuestra esperanza en Dios sin importar lo que pase.
Recordemos que la profecía de Habacuc comenzó atacando la violencia y discordia de Judá y su pervertida justicia en el versículo 1:3, 4. Se podría esperar que cuando le dice al pueblo cómo ser salvo en el juicio, pudo decir: “¡Dejen de ser violentos! ¡Hagan justicia! ¡Dejen la discordia!” (Eso es lo que Amós dijo). Pero no lo hizo. Cuando el juicio es cierto y la pregunta es, “¿Cómo puedo ganar mi vida ante la ira de un Dios santo?” La respuesta de Habacuc es confíen en él. “El justo por su fe vivirá” (2:4).
Amós le había dicho a Israel: “Buscad lo bueno, y no lo malo, para que viváis... estableced la justicia en la puerta. Tal vez el Señor, Dios de los ejércitos, sea misericordioso” (5:14, 15). Así Habacuc pudo haberle dicho a Judá: ¡El justo por su bondad vivirá! ¡El justo vivirá por la justicia que establece en la puerta! Y no habría estado equivocado. Pues es una enseñanza bíblica profunda que las personas cuya vida cotidiana no es cambiada por el Espíritu Santo no heredarán la vida eterna (Gálatas 5:21). Así que en un sentido real ganamos nuestras vidas al convertirnos en mejores personas en el poder de Dios y al ser justos y misericordiosos con amor.
Pero ese no es el corazón del evangelio. Y a menos de que lo tengamos, esa parte del mensaje de Dios se convertirá en un legalismo terrible y en una gran carga para la conciencia. El mensaje de Habacuc se acerca al corazón del evangelio. Cuando dice: “El justo (o los justos) por su fe vivirá”, supone dos cosas. Una es que todos aquellos que son justos son los que también tienen fe en Dios. Mantenerse firme ante los hombres y Dios, siempre se refiere a tener fe en Dios. La otra cosa que Habacuc supone en el versículo 2:4 es que la fe es lo que salva de la ira de Dios. “El justo por su fe vivirá” significa: los justos son personas de fe, y la fe es lo que afianza su vida y los salva para la eternidad.
Cerca del corazón del Evangelio
La razón por la cual el mensaje de Habacuc se acerca al corazón del evangelio (pero no lo revela) es porque no nos dice explícitamente cómo la fe y la justicia se relacionan. Él simplemente dice: “Los justos tienen fe, y esa fe los salva”. El corazón del evangelio es que la justicia que Dios viene por fe, y es posible que nosotros los pecadores la tengamos porque Cristo murió por nuestros pecados. Génesis 15:6 dice: “Y Abram creyó en el Señor, y El se lo reconoció por justicia”. La relación entre la confianza en Dios y ser justo delante de él es que Dios ve nuestra fe y nos reconoce como justos. La razón por la cual Dios puede hacer esto por nosotros pecadores es que Cristo tomó el castigo por nuestras iniquidades sobre sí mismo. Ya en Isaías 53:11 esto queda claro: “Por su conocimiento, el Justo, mi Siervo, justificará a muchos, y cargará las iniquidades de ellos”. Cuando Dios reconoce a una persona como justa, porque Cristo murió por él y porque él pone su confianza en Cristo, esto es lo que llamamos justificación por fe, y eso es el corazón del evangelio, la mejor noticia en el mundo para aquellos que saben que son pecadores y que Dios es santo.
Pero no nos alejemos tan rápido de Habacuc. Aquí puede haber más de lo que pensamos en cuanto a fomentar nuestra fe. El juicio de Dios es inminente en la invasión caldea de Judá, pero igualmente al final de los tiempos. ¿Qué es lo que traerá vida en lugar de muerte en el juicio? Antes de dar la respuesta de Habacuc, quiero dejar claro que si esta no es su pregunta, está en un mundo de ensueño. Usted está viviendo en un paraíso irreal si no se pregunta con todo tu corazón, “¿Cómo puedo mantenerme en pie en el juicio que ha de venir?” “Está decretado que muera una vez, y después de esto viene el juicio” (Hebreos 9:27). Aquellos que se resisten a Dios “están acumulando ira para sí mismos en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:5). En ese día quedará claro para todos lo muy ingenuo que fue para millones de personas vivir sus vidas como si el Dios que hizo el mundo para su gloria nunca los llamó a dar cuentas de lo poco que ha significado para ellos. Concuerda con la Escritura, y concuerda con la razón: “Él ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia” (Hechos 17:31). Por lo tanto, le insto a preguntarse: ¿Ganaré mi vida ante un Dios santo si muriera esta noche? ¿Estoy listo para comparecer en la corte divina y escuchar al Juez dar una sentencia eterna para mí? Sólo habrán dos veredictos en ese día, y uno o el otro se le dará a cada persona: ya sea “condenación” o “justificación”, infierno o cielo, muerte eterna o vida eterna.
Si quiere saber cómo estar listo para ganar su vida en ese día, escuche lo que Habacuc 2:4 dice. “El justo por su fe vivirá”. Habacuc sabía que todos en Judá eran pecadores. Y sabía que la santidad de Dios no permite ignorar nuestros pecados: “Muy limpios son tus ojos para mirar el mal, y no puedes contemplar la opresión” (1:13). Así que Habacuc nos enseñó que lo único que nos puede salvar es la fe. ¿La fe en qué? En la misericordia de Dios. En el versículo 3:2 pide: “En la ira acuérdate de tener compasión”.
Habacuc no podía ver cómo Dios mantendría tanto su santo odio hacia el pecado como su perdón misericordioso a los pecadores que confían en él. Pero Dios lo había revelado, y así lo proclamó: los justos ganarán sus vidas en el juicio por fe. Él sabía que cuando los llamó “justos”, no estaban sin pecado. Quiso decir que los que están bien con Dios, a pesar de su pecado, son los que confían en Dios por su misericordia. Pero, ¿cómo puede un Dios santo, que odia el pecado, mostrar misericordia eterna a los pecadores que simplemente confían en él por misericordia? Dios no le reveló esto a Habacuc.
La revelación del Nuevo Testamento del evangelio
Pero sí se lo reveló al apóstol Pablo, y la respuesta es la muerte de Cristo. Pablo lo dijo de esta manera:
- siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente, para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús. (Romanos 3:24-26)
Voy a tratar de traducir esto a su situación. Cuando usted pone su confianza en Jesucristo como su Salvador y Señor, cuando deja de manejar su propia vida y establecer su propio valor, y en su lugar rinde su corazón a él y deposita en él su futuro, suceden tres cosas. 1) Su pecado recibe la condena merecida. 2) La justicia de Dios recibe su glorificación merecida. 3) Y usted recibe su justificación inmerecida.
1) Su pecado recibe la condena merecida. Puede que usted ahora esté embriagado con confianza en sí mismo ante la imponente santidad de Dios. Pero, le prometo, en su lecho de muerte (si Dios le da la oportunidad) usted se embriagará de prisa, y tendrá gran temor de que en uno o dos días estará junto con todo su pecado ante Dios. El pecado debe ser castigado. Pero Dios, que es rico en misericordia, envió a su Hijo para tomar nuestros pecados sobre sí mismo y sufrir por ello. “Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:3). “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz” (1 Pedro 2:24; 3:18; 2 Corintios 5:21; Isaías 53:6; Marcos 10:45). Si usted está con Cristo en la fe, la muerte que él padeció se convierte en su muerte. Sus pecados se convierten en suyos, y usted no los carga más. Han recibido su condena merecida.
2) Pero no es como si la justicia de Dios se pudiera satisfacer tan fácilmente. Fue necesaria la muerte de Cristo para que la justicia de Dios recibiera su glorificación merecida. Si su justicia no hubiera estado en juego, él hubiera podido barrer su pecado bajo la alfombra. Pero él glorificó su justicia al requerir un sacrificio infinitamente valioso: la muerte de su propio Hijo. Es impensable en un universo moral que Dios simplemente dejara el pasado atrás. Los pecados que cometiste hace diez años son tan reales y horribles y de condenación como si los hubieras cometido anoche. El Dios justo no puede olvidar e ignorar el pecado, a menos que haya una expiación, un sacrificio en su lugar. Por lo tanto, envió al Hijo para que nuestro pecado reciba su condena merecida y su justicia pueda recibir su glorificación merecida.
3) Por último, cuando usted confía en Cristo, recibe su justificación inmerecida. “Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1). “…mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia” (Romanos 4:5).
Habacuc nos enseñó que cuando llegue el juicio, el justo por su fe vivirá. Y cuando esa semilla madura plenamente en el Nuevo Testamento, vemos que la razón por la que los justos viven por la fe es porque los justos son justificados por la fe. Como lo dice Pablo (y concluyo con esta invitación), “siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe” (Romanos 3:24).
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