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English: Let Us Taste the Sweetness of Sovereignty

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Por John Piper sobre Biografía Cristiana
Una parte de la serie Taste & See

Traducción por Javier Matus


Durante sus primeros dos años en la India, William Carey no recibió correo. Durante sus primeros siete años no tuvo conversos. La prensa india británica dijo que habían llegado “papistas” en vez de “bautistas”. Después de diecinueve años de trabajo, un incendio destruyó sus preciosos manuscritos de un diccionario poliglota, un libro de gramática sikh y telugu y diez versiones de la Biblia. Tuvo un accidente y fue cojo hasta el final. Perdió dos esposas por muerte. Y nunca volvió a casa —por 41 años.

¿Qué hacía que siguiera adelante? La increíble fe en la bondad soberana de Dios.

Cuando salí de Inglaterra, mi esperanza de la conversión de la India fue muy fuerte; pero entre tantos obstáculos, esta moriría, a menos que Dios la mantuviera. Bueno, yo tengo a Dios, y Su Palabra es verdad. Aunque las supersticiones de los paganos fuesen mil veces más fuertes de lo que son, y el ejemplo de los europeos mil veces peor; aunque todos me desertaran y todos me persiguieran, mi fe, fija en esa Palabra segura, se levantaría sobre todos los obstáculos y vencería cada prueba. La causa de Dios triunfará.

Cuando vio el fuego ardiendo que destruyó su trabajo, las lágrimas llenaron sus ojos y dijo,

En una noche corta se consumió el labor de años. ¡Cuán insondables son los caminos de Dios…! El Señor me ha puesto en lo bajo para que pueda mirarlo más sencillamente.

¿Por qué no se enfureció con Satanás por destruir la Palabra de Dios y el trabajo piadoso de años? Porque había aprendido la verdad de Santiago 4:13-16:

¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana… En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala.

Al final, es Dios quien decide si vives o mueres mañana. Es Dios quien decide si el trabajo de tu vida terminará en cenizas o en la historia o (como con William Carey) ambos.

¡Y Dios es bueno! Cuando ocurra la tragedia, puedes decir con Carey: “¡Cuán insondables son los caminos de Dios!” Pero nunca —nunca— tienes por qué dudar de Su bondad.

Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo (Santiago 5:11).

Carey se levantó de sus rodillas y “miró más sencillamente a Cristo”, y al final de su vida dijo: “Escasamente tuve algún deseo que no se concedió.” Escribió su propio epitafio: “Caigo en Tus brazos bondadosos”.

Cayendo allí ya con ustedes,

El Pastor John


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