Cómo hablarle a nuestras lágrimas
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Última versión de 22:29 11 dic 2016
Por John Piper
sobre Sufrimiento
Una parte de la serie Taste & See
Traducción por Laura Coloma
Salmos 126:5–6
Los que siembran con lágrimas,
segarán con gritos de júbilo.
El que con lágrimas anda,
llevando la semilla de la siembra,
en verdad volverá con gritos de alegría,
trayendo sus gavillas.
No hay nada triste en el hecho de sembrar semillas. No implica más trabajo que cosechar. Puede que los días sean hermosos y que haya mucha esperanza por la cosecha. Aun así, el Salmo habla de “sembrar con lágrimas”. Habla de alguien que “con lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra”. Pero ¿por qué está llorando?
Creo que la razón no es que sembrar sea triste o difícil. Creo que no tiene nada que ver con la siembra. Sembrar es simplemente un trabajo que se debe hacer aun cuando hay situaciones de la vida que nos hacen llorar. Los cultivos no esperarán a que acabe nuestro sufrimiento o a que resolvamos nuestros problemas. Si queremos comer el próximo invierno tenemos que salir al campo y sembrar las semillas, lloremos o no.
Este Salmo enseña la cruda realidad de que hay trabajo que hacer, esté o no preparado emocionalmente para hacerlo, y que es bueno que lo haga. Imaginen que se encuentran en un estado de melancolía y es hora de sembrar. ¿Acaso dicen “no puedo sembrar el campo esta primavera porque estoy triste?”. Si hacen eso, no comerán en invierno.
Ahora bien, supongamos que dicen: “Estoy deprimido. Lloro si se acaba la leche en el desayuno. Lloro si el teléfono y el timbre suenan al mismo tiempo. Lloro sin razón alguna. Pero el campo no se va a sembrar solo. Así es la vida. Puede que no tenga ánimos para hacerlo, pero tomaré mi bolsa de semillas y saldré al campo a llorar mientras cumplo con mi deber. Sembraré con lágrimas”.
Si hacen eso, la promesa del Salmo es que “segarán con gritos de júbilo”. Volverán “con gritos de alegría, trayendo sus gavillas”, no porque las lágrimas de la siembra nos dan el júbilo de la siega, sino por el simple hecho de que la siembra produce la siega, y necesitan recordar eso aun cuando las lágrimas los tienten a renunciar a la siembra.
Esta es la lección: cuando haya trabajos que simplemente haya que hacer y se encuentren llenos de tristeza y las lágrimas fluyan con facilidad, sigan adelante y hagan el trabajo con lágrimas. Sean realistas. Díganle a sus lágrimas: “Lágrimas, las siento, sé que están ahí. Hacen que quiera renunciar a la vida. Pero hay un campo que sembrar (y platos que lavar, un automóvil que arreglar, sermones que escribir). Sé que me humedecerán la cara muchas veces hoy, pero tengo trabajo que hacer y tendrán que venir conmigo. Pienso tomar la bolsa de semillas y sembrar. Si se quedan conmigo, no les quedará más remedio que mojar el campo”.
Luego digan, basándose en la Palabra de Dios: “Lágrimas, sé que no se quedarán para siempre. El solo hecho de que haga mi trabajo (con lágrimas y todo) traerá al final una cosecha de bendiciones. Así que adelante, fluyan si tienen que hacerlo, pero creo (aunque todavía no lo veo ni lo siento por completo) que el simple trabajo de mi siembra traerá gavillas de cosecha, y las lágrimas se convertirán en júbilo”.
Aprendiendo a sembrar incondicionalmente,
Pastor John
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