¿Qué Significa la Matanza de los Amorreos?

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English: What Does the Slaughter of the Amorites Mean?

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Traducción por Javier Matus


Para entender lo que estaba sucediendo cuando el pueblo de Israel asaltó las ciudades de Canaán y mataron a sus habitantes, necesitamos regresar unos 500 años. En Génesis 15:13, 16, Dios le dice a Abraham: “Tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años… Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo”.

El regreso de Israel a la Tierra Prometida de Egipto correspondería con el “colmo” de la iniquidad de los amorreos. Este es el significado de la matanza de los pueblos de Canaán. Dios programó la llegada de Su juicio con la plenitud del pecado para ser juzgado. No antes. Dios no se precipitó. De hecho, Él estaba soportando pacientemente la idolatría y los pecados de las naciones durante siglos, dándoles “lluvias del cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría [sus] corazones” (Hechos 14:17). Como Derek Kidner dice: “Hasta que sea correcto invadir, el pueblo de Dios debe esperar, aun si les cuesta siglos de dificultades. [Génesis 15:16] es uno de los principales dichos del Antiguo Testamento” (Génesis, pág.125).

Pero llega un momento en que los pecados de un pueblo llegan “al colmo”. Ese es el momento para un juicio decisivo. El instrumento designado del juicio de Dios era el ejército de Israel. Pero Dios se ve a Sí Mismo como el guerrero efectivo detrás de la derrota de los amorreos. Él le dice a Josué: “Yo os introduje en la tierra de los amorreos… los cuales pelearon contra vosotros; mas Yo los entregué en vuestras manos, y poseísteis su tierra, y los destruí de delante de vosotros” (Josué 24:8). Dios hizo la destrucción. Fue por la mano de Israel, pero fue el juicio de Dios. Esto no significa que el motivo de Israel siempre era santo. A veces no lo era. Pero los propósitos justos de Dios estaban siendo llevados a cabo, incluso si Israel a veces tenía motivos equivocados.

De hecho, Dios advirtió al pueblo contra el orgullo impío en Deuteronomio 9:4-5: “No pienses en tu corazón cuando Jehová tu Dios los haya echado de delante de ti, diciendo: ‘Por mi justicia me ha traído Jehová a poseer esta tierra’; pues por la impiedad de estas naciones Jehová las arroja de delante de ti… para confirmar la palabra que Jehová juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob”. En otras palabras, esta carnicería no se trata de la injusticia humana, sino del juicio divino. Los amorreos provocaron a Dios en ira durante siglos por su idolatría —de tal manera que siglos después el rey impío Acab fue comparado con los amorreos: “Él fue en gran manera abominable, caminando en pos de los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos, a los cuales lanzó Jehová de delante de los hijos de Israel” (1 Reyes 21:26).

Una implicación de esto para nosotros es que, como la iglesia de Jesucristo, no podemos imitar a Israel. La iglesia no es el instrumento de juicio de Dios en el mundo; es Su instrumento de evangelización y reforma. No tenemos identidad étnica, geográfica o política. Somos “extranjeros y exiliados”. El trato de Dios con Israel fue único en la historia redentora. Él los escogió y los gobernó como una demostración de Su santidad y justicia y gracia electiva de entre las naciones. Pero a la iglesia dice: “Mi reino no es de este mundo; si Mi reino fuera de este mundo, Mis servidores pelearían” (Juan 18:36).

Reverentemente,

El Pastor John


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