Bostezamos porque nos olvidamos
De Libros y Sermones BÃblicos
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Revisión de 20:30 8 dic 2019
Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Adriana Blasi
Descubriendo la maravilla de Cristo
De todas las maravillas del mundo, las montañas más empinadas, los cañones más espectaculares, los océanos más anchos, ninguno se compara con el Hijo enviado del cielo. Si pensamos que hemos visto el verdadero alcance de quién es él, nos engañamos No podemos comprender cuán asombroso es él. ¿Lo hemos olvidado? ¿Cuándo fue la ultima vez que Jesús te hipnotizó?
Si ya no nos cautiva, no es porque él carece de algo. "Él es el resplandor de la gloria de Dios y la huella exacta de su naturaleza, y sostiene el universo con el poder de su palabra" (Hebreos 1: 3). Jesús irradia la belleza y el valor de Dios, personificando la sabiduría infinita, la justicia, la fuerza y el amor perfectamente y para siempre. Lleva todos los continentes, planetas y galaxias con menos de un meñique, con solo sonido de su voz.
Él ordena que cada ola del Océano Pacífico se eleve o descienda según le plazca. Alimenta cada comida de la cada urraca azul y colibrí, y decide la altura y el tono de cada hoja de hierba en cada terreno de la tierra. Siete mil millones de personas tomarán su próximo aliento porque, y solo porque, él se lo da (Hechos 17:25).
Y, sin embargo, a menudo bostezamos.
Cuando no podíamos ver
A veces bostezamos porque olvidamos lo que significa verlo todo. Nacimos tan ciegos que incluso el resplandeciente brillo de su gloria no pudo penetrar (2 Corintios 4: 4). Satanás ha tapiado cada astilla de cada ventana en nuestros corazones. Nuestras retinas vieron todo lo que ven ahora y, sin embargo, nada. Vimos la faz de la realidad, pero perdimos la fuente de la realidad. Pero luego el Autor de la visión nos dio una nueva receta y nos presentó, verdaderas maravillas, por primera vez.
"Dios, que dijo:" Dejad que de la luz resplandezca las tinieblas ", ha resplandecido en nuestros corazones para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo" (2 Corintios 4: 6). Si la luz ha inundado tu corazón, Dios la colocó allí. Dios terminó con tu dolorosa búsqueda de felicidad y reparó las piezas destrozadas de tu corazón. Él corrió las cortinas del pecado y la vergüenza, mantuvo el resplandor de su Hijo y envió su Espíritu para que abrieras tus ojos más y más hacia él mismo.
Cuando abras la Biblia buscando a Jesús, recuerda que no todos pueden verlo como tú. Si supiéramos lo que se nos han dado, no lo daríamos por sentado, no bostezaríamos. Temblaríamos, nos regocijaríamos y lo contemplaríamos a través de su palabra.
¿Cuándo pudiste ver?
También bostezamos ante Cristo porque no nos damos tiempo para hacernos preguntas.
¿Cuándo lo viste por primera vez? Para cada seguidor de Jesús, hubo un tiempo en que pasó de lo interesante a lo deslumbrante, de lo intrigante a lo asombroso, de lo inspirador a todo, del gran hombre al mismo Dios. Cuando nos alimentamos de su palabra esas primeras semanas, comimos como si nunca hubiéramos tenido una comida de verdad. Cuando bebimos el agua viva de su pozo, apenas nos detuvimos para respirar. Al igual que el hombre que vendió todo lo que tenía, encontramos nuestra perla de gran precio, nuestro tesoro sin comparación. ¿No era maravilloso?
Perdemos esa sensación de asombro cuando no nos damos tiempo para mirar. ¿Cuán extravagante podría verse si solo le damos unos minutos aquí y allá? Mil cosas más se comen los preciosos minutos que solíamos pasar a sus pies. Si Satanás no puede evitar que veamos la luz de Cristo, hará todo lo que pueda para dirigir nuestra atención a otra parte, para fijar nuestros ojos en cualquier cosa que no sea Jesús.
Si queremos ver las maravillas en él, si queremos que nos quite el aliento nuevamente, tendremos que mantener a Satanás (y a todos y todo lo demás) a raya el tiempo suficiente cada día para ver.
Encantador e implacable
Da tu vida a mirar a Jesús en su palabra, y no te aburrirás, y no lo verás todo. "Él es la imagen del Dios invisible" (Colosenses 1:15). Si bostezamos, la culpa es nuestra.
Hay más poder en él que en todas las olas en todos los océanos. Hay más sabiduría en él que en todas las universidades del mundo. Hay más pureza en él que en la mejor perla o diamante. Hay más coraje en él que en los soldados más valientes en las guerras más feroces. Hay más gentileza en él que en una madre con su recién nacido. Hay más justicia en él que cualquier tribunal o juez humano. Hay más amor en él de lo que hemos conocido o sentido. Y ese poder, esa sabiduría, ese amor, ese resplandor, vino a la tierra y murió por ti, "haciendo las paces con la sangre de su cruz" (Colosenses 1:20).
Él es maravilloso y hermoso, justo y poderoso, maravilloso y santo. ¿No es él?
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