Algo nuevo bajo el sol
De Libros y Sermones BÃblicos
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- | + | Imagínese que fuera la persona más poderosa del mundo. Ahora, imagínese que también es la persona más rica del mundo. ¿La esencia de su vida sería diferente? ¿Todo lo común de su vida se volvería extraordinario? Según el hombre más sabio del mundo, esto no sería así. Salomón reinó en Israel en su momento más poderoso. En ese entonces, Israel era potencia mundial, y sus territorios se iban expandiendo. Salomón también disfrutaba de la riqueza de Creso (Rey griego con muchísimo dinero). Nadie tenía tantas riquezas como Salomón. Y como si esto fuera poco, el Dios del cielo y de la tierra le había concedido el don de la sabiduría. Con ese don y experimentando todos los placeres, todo lo que el mundo le ofrecía; afirmó: “No hay nada nuevo bajo el sol” (Ecl. 1:9). | |
- | + | El mundo nuevo y espléndido, con sus luces parpadeantes y sus campanas tintineantes, es el mismo mundo que siempre existió. Por supuesto que eso no significa que no debamos estar atentos a los cambios culturales que se van sucediendo. Después de todo, estamos llamados a discernir las señales de los tiempos. Precisamente esa es la cuestión. Solamente podemos aferrarnos al cambio cuando vivimos atados a las cosas permanentes. Al estar entre tendencias cambiantes no buscamos entender mejor esos cambios, sino que anhelamos estar firmes. Es entonces en ese momento cuando percibimos el cambio. | |
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+ | Que el mundo nuevo sea el mundo viejo y tímido implica que debemos conservar las antiguas verdades. No importa cuan rápido avance la tecnología, eso no va a cambiar la realidad: nosotros mismos somos pecadores en guerra con el mismo Dios. No importa cuan ambigua sea la concepción de la verdad que tenga la cultura; la verdad es que Él envió a Su único Hijo y quienes crean en Él tendrán vida eterna. No importa cuán vertiginoso sea el mundo, el mundo aún está en Sus manos. Y no importa cuán abiertamente se rebele la cultura contra su rey justo, debemos estar contentos porque sabemos que Él venció al mundo. | ||
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+ | Su victoria, sin embargo, no es solo la causa de nuestra alegría; también da cuenta de nuestra estrategia. | ||
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+ | Si el mundo se estuviese descarrilando, si estos cambios vertiginosos fueran algo nuevo bajo el sol, entonces podríamos comprender la tentación de cambiar nuestro curso, de adaptarnos, de contextualizarnos, de dejarnos llevar por la corriente. Sin embargo, si Dios reina ahora, si envía su Espíritu a todo el mundo, si Él utiliza su palabra como un arma de doble filo, entonces podremos continuar. Podremos continuar porque a Él se le concedió toda autoridad sobre el cielo y la tierra. Con esa autoridad nos ordena que vayamos y hagamos que las naciones sean sus discípulos, que bauticemos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que les enseñemos a todos a obedecer Sus órdenes. Podemos vivir en la fe, recordando que Él está con nosotros aunque estemos en medio de un mundo frívolo; hasta el fin de los tiempos. | ||
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+ | C.S. Lewis no era solo un teólogo laico, también era un especialista en literatura inglesa. Durante el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, escribió un ensayo en el que preguntaba por qué, en el medio de esa enorme lucha entre el bien y el mal, nadie “desperdiciaba” su tiempo estudiando literatura. Luego explicó que quienes se negaban a pensar en aspectos relacionados con la cultura no terminarían sin cultura, sino con una cultura mala. La cultura es inevitable, tanto en la guerra como en la paz. Nadie puede dejarla de lado por un momento y concentrarse en las cosas importantes. De la misma manera, si creemos que una cultura vasta hace mucho ruido de fondo, no la vamos a evitar, sino que la vamos a adquirir. Quienes ignoran la cultura están condenados a repetirlo. | ||
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+ | Si, por el evangelio, no nos adaptamos a la cultura y la ignoramos, ¿qué hacemos? Primero buscamos el Reino de Dios y Su rectitud. Construimos una cultura en base y sobre la alteza de Cristo por sobre todas las cosas. Vivimos nuestras vidas, en la medida de lo posible, en paz y armonía entre todos, que es, a la vez, el mismo poder con el que Él ataca las puertas del infierno. Cuando no nos desesperemos y nos adaptemos al ritmo de una cultura vasta; es así como llevaremos una vida simple, colmada de las enseñanzas del evangelio; cuando criemos a nuestros hijos en la educación del Señor, cuando aspiremos a la rectitud, cuando mediteamos día y noche su Ley y nos regocijemos día y noche por su gracia; de repente el mundo se desacelerará. Nuestros corazones están en calma. Estamos tranquilos, y sabemos que Él es Dios. | ||
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+ | No hay nada nuevo bajo el sol. Pero cada día, más cosas nuevas aparecen con el Hijo. La pequeña semilla de mostaza está creciendo. La levadura esta actuando en la masa. La Piedra, que no fue tallada por manos humanas, se está expandiendo por todo el mundo, y el evangelio de nuestro Señor Jesucristo esta cubriendo la tierra, así como el agua cubre los mares. |
Última versión de 16:03 10 feb 2011
Por R.C. Sproul Jr.
sobre Cultura
Una parte de la serie Tabletalk
Traducción por Luján Ábrigo
Imagínese que fuera la persona más poderosa del mundo. Ahora, imagínese que también es la persona más rica del mundo. ¿La esencia de su vida sería diferente? ¿Todo lo común de su vida se volvería extraordinario? Según el hombre más sabio del mundo, esto no sería así. Salomón reinó en Israel en su momento más poderoso. En ese entonces, Israel era potencia mundial, y sus territorios se iban expandiendo. Salomón también disfrutaba de la riqueza de Creso (Rey griego con muchísimo dinero). Nadie tenía tantas riquezas como Salomón. Y como si esto fuera poco, el Dios del cielo y de la tierra le había concedido el don de la sabiduría. Con ese don y experimentando todos los placeres, todo lo que el mundo le ofrecía; afirmó: “No hay nada nuevo bajo el sol” (Ecl. 1:9).
El mundo nuevo y espléndido, con sus luces parpadeantes y sus campanas tintineantes, es el mismo mundo que siempre existió. Por supuesto que eso no significa que no debamos estar atentos a los cambios culturales que se van sucediendo. Después de todo, estamos llamados a discernir las señales de los tiempos. Precisamente esa es la cuestión. Solamente podemos aferrarnos al cambio cuando vivimos atados a las cosas permanentes. Al estar entre tendencias cambiantes no buscamos entender mejor esos cambios, sino que anhelamos estar firmes. Es entonces en ese momento cuando percibimos el cambio.
Que el mundo nuevo sea el mundo viejo y tímido implica que debemos conservar las antiguas verdades. No importa cuan rápido avance la tecnología, eso no va a cambiar la realidad: nosotros mismos somos pecadores en guerra con el mismo Dios. No importa cuan ambigua sea la concepción de la verdad que tenga la cultura; la verdad es que Él envió a Su único Hijo y quienes crean en Él tendrán vida eterna. No importa cuán vertiginoso sea el mundo, el mundo aún está en Sus manos. Y no importa cuán abiertamente se rebele la cultura contra su rey justo, debemos estar contentos porque sabemos que Él venció al mundo.
Su victoria, sin embargo, no es solo la causa de nuestra alegría; también da cuenta de nuestra estrategia.
Si el mundo se estuviese descarrilando, si estos cambios vertiginosos fueran algo nuevo bajo el sol, entonces podríamos comprender la tentación de cambiar nuestro curso, de adaptarnos, de contextualizarnos, de dejarnos llevar por la corriente. Sin embargo, si Dios reina ahora, si envía su Espíritu a todo el mundo, si Él utiliza su palabra como un arma de doble filo, entonces podremos continuar. Podremos continuar porque a Él se le concedió toda autoridad sobre el cielo y la tierra. Con esa autoridad nos ordena que vayamos y hagamos que las naciones sean sus discípulos, que bauticemos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que les enseñemos a todos a obedecer Sus órdenes. Podemos vivir en la fe, recordando que Él está con nosotros aunque estemos en medio de un mundo frívolo; hasta el fin de los tiempos.
C.S. Lewis no era solo un teólogo laico, también era un especialista en literatura inglesa. Durante el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, escribió un ensayo en el que preguntaba por qué, en el medio de esa enorme lucha entre el bien y el mal, nadie “desperdiciaba” su tiempo estudiando literatura. Luego explicó que quienes se negaban a pensar en aspectos relacionados con la cultura no terminarían sin cultura, sino con una cultura mala. La cultura es inevitable, tanto en la guerra como en la paz. Nadie puede dejarla de lado por un momento y concentrarse en las cosas importantes. De la misma manera, si creemos que una cultura vasta hace mucho ruido de fondo, no la vamos a evitar, sino que la vamos a adquirir. Quienes ignoran la cultura están condenados a repetirlo.
Si, por el evangelio, no nos adaptamos a la cultura y la ignoramos, ¿qué hacemos? Primero buscamos el Reino de Dios y Su rectitud. Construimos una cultura en base y sobre la alteza de Cristo por sobre todas las cosas. Vivimos nuestras vidas, en la medida de lo posible, en paz y armonía entre todos, que es, a la vez, el mismo poder con el que Él ataca las puertas del infierno. Cuando no nos desesperemos y nos adaptemos al ritmo de una cultura vasta; es así como llevaremos una vida simple, colmada de las enseñanzas del evangelio; cuando criemos a nuestros hijos en la educación del Señor, cuando aspiremos a la rectitud, cuando mediteamos día y noche su Ley y nos regocijemos día y noche por su gracia; de repente el mundo se desacelerará. Nuestros corazones están en calma. Estamos tranquilos, y sabemos que Él es Dios.
No hay nada nuevo bajo el sol. Pero cada día, más cosas nuevas aparecen con el Hijo. La pequeña semilla de mostaza está creciendo. La levadura esta actuando en la masa. La Piedra, que no fue tallada por manos humanas, se está expandiendo por todo el mundo, y el evangelio de nuestro Señor Jesucristo esta cubriendo la tierra, así como el agua cubre los mares.
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