Liberado para morir

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{{info|Set Free to Die}}La unión del creyente con Cristo Jesús es fundamental para la práctica de la mortificación. En Romanos 6:1-13 Pablo muestra la relación de unión con Cristo para la mortificación. En Romanos 6, el apóstol responde a la objeción de que la justificación promueve el pecado. Él enseña que la obra de Cristo en la cruz, la cual es la base para la justificación, también es la base para la santificación.  
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{{info|Set Free to Die}}La unión del creyente con Cristo Jesús es fundamental para la práctica de la mortificación. En Romanos 6:1-13, Pablo muestra la relación de unión con Cristo para la mortificación. En Romanos 6, el apóstol responde a la objeción de que la justificación promueve el pecado. Él enseña que la obra de Cristo en la cruz, la cual es la base para la justificación, también es la base para la santificación.  
Pablo basa su argumento en la unión del creyente con Cristo en Su muerte y resurrección. Él dice, “Porque si hemos sido unidos a Él en la semejanza de su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su resurrección” (Rom. 6:5 LBLA).  
Pablo basa su argumento en la unión del creyente con Cristo en Su muerte y resurrección. Él dice, “Porque si hemos sido unidos a Él en la semejanza de su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su resurrección” (Rom. 6:5 LBLA).  

Última versión de 19:15 14 nov 2011

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English: Set Free to Die

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Por Joseph A. Pipa sobre Santificación y Crecimiento
Una parte de la serie Tabletalk

Traducción por Nicolas Silva

La unión del creyente con Cristo Jesús es fundamental para la práctica de la mortificación. En Romanos 6:1-13, Pablo muestra la relación de unión con Cristo para la mortificación. En Romanos 6, el apóstol responde a la objeción de que la justificación promueve el pecado. Él enseña que la obra de Cristo en la cruz, la cual es la base para la justificación, también es la base para la santificación.

Pablo basa su argumento en la unión del creyente con Cristo en Su muerte y resurrección. Él dice, “Porque si hemos sido unidos a Él en la semejanza de su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su resurrección” (Rom. 6:5 LBLA).

La Biblia establece esta unión bajo dos principios: el creyente está en unión con Cristo a través del pacto y la conversión. En primer lugar, el creyente está en unión con Cristo a través del pacto. En 1ª Cor. 15:21-22, Pablo establece que toda la humanidad fue conducida hacia el pecado y la condenación porque estaba en un pacto con Adán. De forma similar, todos los elegidos son salvos porque están en unión con el Señor Jesucristo.

Cuando Cristo vino a la tierra, Él obedeció la ley de Dios en forma perfecta y ofreció Su vida sin pecado, como sacrificio por los pecados de Su pueblo. Porque en el pacto Él es la cabeza de Su pueblo, Él actuó por todos Sus escogidos, y ellos actuaron en Él. Cuando Él obedeció, ellos obedecieron; cuando Él murió, ellos murieron; cuando Él se levantó de los muertos, ellos se levantaron. Así, la culpa de sus pecados fue imputada a Él mientras colgaba de la cruz, satisfaciendo la ira de Dios; por lo tanto, sus pecados son perdonados (Rom. 3:24-26). Además, ya que Cristo obedeció la Ley de forma perfecta, Su obediencia perfecta es imputada a ellos, y Dios los declara justos (Rom. 6:7; 2ª Cor 5:21). Este perdón e imputación de rectitud es la justificación del creyente.

En segundo lugar, el creyente está en unión con Cristo a través de la conversión. Lo que hizo Cristo legalmente por nosotros, mientras estuvo en la tierra, se convierte personalmente en nuestro cuando nacemos de nuevo y nos arrepentimos y creemos en Él (conversión). Cuando nos convertimos, nos arraigamos personalmente a Cristo porque Su Espíritu Santo mora en nosotros. Esta unión personal con Cristo es la base de la santificación.

Con respecto a la santificación, ocurren dos cosas en nuestra conversión. En primer lugar, por nuestra unión con Cristo, cuando nacemos de nuevo, el viejo hombre muere (Rom. 6:6). En la conversión, la muerte de Cristo se aplica a nosotros haciendo que muera nuestra naturaleza pecaminosa; por lo cual, estamos muertos al pecado. A pesar de que Dios en Su providencia ha dejado un remanente de pecado dentro de nosotros, y debemos esforzarnos para matarlo (mortificación), nuestra unión con Cristo en Su muerte garantiza los resultados de la mortificación.

En segundo lugar, cuando nacemos de nuevo, somos liberados del poder del pecado. Pablo dice que el poder que levantó a Cristo de los muertos es el poder que nos regenera y que obra en nosotros (Rom. 6:8, 9; Ef. 1:18-20) Por lo tanto, vivimos por el poder de la resurrección (Gal. 2:20); y así, por nuestra unión con Cristo, la obra de la mortificación no fallará.

¿Cómo, pues, aplicamos nuestra unión con la muerte y resurrección de Cristo, a nuestra pelea en contra del pecado? En primer lugar, Pablo nos convoca a tener pensamientos espirituales positivos (Rom. 6:11). El poder del pensamiento positivo es una doctrina errónea, pero sí hay poder en el pensamiento espiritual. Pablo nos exhorta a pensar espiritualmente sobre nuestra unión con Cristo y a considerarnos muertos al pecado.

Cuando enfrente la tentación, cuando la lujuria se levante dentro de usted para atacarle, considérese muerto al pecado. Cuando le acongoje su falta de amor por Dios y de crecimiento en la gracia, recuérdese a usted mismo; estoy vivo en Cristo, puedo crecer en santidad. Ponga en práctica el poder del pensamiento espiritual.

En segundo lugar, ponga en práctica el deber del reclutamiento espiritual. Pablo utiliza un concepto militar en los versículos 12-13. Puesto que el pecado ya no es nuestro señor, no debemos dejarlo reinar en nuestro cuerpo para obedecer sus deseos. Él utiliza la palabra cuerpo ya que las perversiones del pecado en el alma a menudo se manifiestan en los apetitos de la carne, y el cuerpo se convierte en un instrumento de pecado — nuestros ojos, nuestro lenguaje, nuestras manos, y nuestros pies.

Pablo dice, dejen de usar los miembros de su cuerpo para el pecado, sino que preséntense a Dios como aquellos que han revivido y pertenecen a Dios. La mortificación es el resultado de nuestra consagración a Dios.

En tercer lugar, haga uso de su bautismo. Por la unión con Cristo, el bautismo es una herramienta dispuesta por Dios para ayudarnos a matar el pecado. Pablo utiliza el bautismo en los versículos 3-4 para probar que no debemos seguir en pecado.

El catecismo de Westminster Larger contesta la pregunta (nº 167), “¿Cómo podemos mejorar nuestro bautismo?” con la siguiente respuesta:

“El deber necesario, pero muy ignorado, de mejorar nuestro bautismo, debemos realizarlo a lo largo de nuestra vida, especialmente en tiempo de tentación; y cuando estamos presentes en su administración a otros, a través de consideraciones serias y gratas sobre su naturaleza, y de los fines por los cuales Cristo lo instituyó, de los privilegios y beneficios que así son otorgados y sellados, y de nuestro voto solemne hecho aquí; humillándonos por nuestra impureza pecaminosa, nuestra caída, y por caminar en sentido contrario, a la gracia del bautismo, y a nuestros compromisos; creciendo con la certeza del perdón de pecados, y de todas las otras bendiciones selladas en nosotros en aquel sacramento; adquiriendo fuerzas de la muerte y resurrección de Cristo, en el cual somos bautizados, para la muerte del pecado, y el nacimiento de la gracia; y procurando vivir por fe, manteniendo nuestras conversaciones en santidad y rectitud, como aquellos que así han entregado sus nombres a Cristo; y caminando en amor fraternal, al ser bautizados por el mismo Espíritu en un mismo cuerpo”.

“Mejorar” significa apropiar el bautismo a nuestras vidas. Particularmente, note que nos apropiamos de los beneficios del bautismo “tomando fuerzas de la muerte y resurrección de Cristo, en el cual somos bautizados, para la muerte del pecado, y el nacimiento de la gracia”. Nuestro bautismo nos recuerda que estamos en unión con Cristo y hemos muerto al pecado y su poder. Mientras reflejamos nuestro bautismo y su significado, tomamos fuerzas de la muerte y resurrección de Cristo. Más aun, nuestro bautismo nos recuerda de nuestra obligación de arrepentirnos, morir a nuestro pecado, y buscar la santidad. El bautismo, es por lo tanto, un puente útil que une lo que somos en Cristo a la lucha en contra de la tentación y el pecado.

Nuestra unión con Cristo garantiza nuestra mortificación. Haznos recordar del poder que es nuestro en Cristo, recluta nuestros cuerpos en servicio de la rectitud, y usa nuestro bautismo como un medio para estos fines.



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