Estad Quietos (y saber que eres amado)
De Libros y Sermones BÃblicos
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Los hijos de Dios son un tanto diferentes de los hijos de los hombres. Hemos vuelto a nacer por mano de un Dios soberano. Ellos no. Hemos sido redimidos por un Dios soberano. Ellos no. Estamos siendo rehechos por un Dios soberano. Ellos no. A pesar de estas cosas que nos distinguen, que nos diferencian, aun hay maneras en que somos muy parecidos a los que están fuera del reino. Nosotros, tanto los que están dentro y fuera del reino, hemos creído como doctrina la conjetura modernista de que somos definidos por lo que sabemos. Por lo tanto, pensamos que la diferencia entre nosotros y ellos, entre las ovejas y las cabras, es una cuestión de conocimiento. Que nosotros somos aquellos que hemos sido bendecidos con la verdad que nos ha sido revelada. Y que una vez que se les ha revelado la verdad a aquellos fuera del reino, pensamos que entonces ellos se convertirán, así como nosotros lo fuimos. | Los hijos de Dios son un tanto diferentes de los hijos de los hombres. Hemos vuelto a nacer por mano de un Dios soberano. Ellos no. Hemos sido redimidos por un Dios soberano. Ellos no. Estamos siendo rehechos por un Dios soberano. Ellos no. A pesar de estas cosas que nos distinguen, que nos diferencian, aun hay maneras en que somos muy parecidos a los que están fuera del reino. Nosotros, tanto los que están dentro y fuera del reino, hemos creído como doctrina la conjetura modernista de que somos definidos por lo que sabemos. Por lo tanto, pensamos que la diferencia entre nosotros y ellos, entre las ovejas y las cabras, es una cuestión de conocimiento. Que nosotros somos aquellos que hemos sido bendecidos con la verdad que nos ha sido revelada. Y que una vez que se les ha revelado la verdad a aquellos fuera del reino, pensamos que entonces ellos se convertirán, así como nosotros lo fuimos. |
Última versión de 15:30 9 jul 2012
Por R.C. Sproul Jr.
sobre Miedo y Ansiedad
Una parte de la serie Tabletalk
Traducción por Alfonso Rodriguez Sauza
Los hijos de Dios son un tanto diferentes de los hijos de los hombres. Hemos vuelto a nacer por mano de un Dios soberano. Ellos no. Hemos sido redimidos por un Dios soberano. Ellos no. Estamos siendo rehechos por un Dios soberano. Ellos no. A pesar de estas cosas que nos distinguen, que nos diferencian, aun hay maneras en que somos muy parecidos a los que están fuera del reino. Nosotros, tanto los que están dentro y fuera del reino, hemos creído como doctrina la conjetura modernista de que somos definidos por lo que sabemos. Por lo tanto, pensamos que la diferencia entre nosotros y ellos, entre las ovejas y las cabras, es una cuestión de conocimiento. Que nosotros somos aquellos que hemos sido bendecidos con la verdad que nos ha sido revelada. Y que una vez que se les ha revelado la verdad a aquellos fuera del reino, pensamos que entonces ellos se convertirán, así como nosotros lo fuimos.
Jesús, claro esta, disipo esta tontería. De hecho, Sus palabras más duras mientras ministro sobre la tierra fueron dirigidas a los escribas y fariseos, los de más amplia cultura, los de más alta educación, los más informados y que sabían más. Lo que nos distingue al final de cuentas no es que nosotros sabemos que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías prometido. Lo que nos distingue no es que nosotros sabemos que El sufrió la ira del Padre en lugar de nosotros sobre la cruz. Lo que nos distingue no es el hecho de que nosotros sabemos que al tercer día El se levanto de la tumba. Recuerda que el mismo Diablo cree todas estas cosas. Lo que nos hace diferentes es que nosotros no solo sabemos estas verdades, pero que confiamos en ellas, nos aferramos a ellas y dependemos de ellas.
Ahora, dentro del reino de Dios, entre Sus hijos, aun existen diferencias. Nosotros que somos Reformistas, ó Calvinistas, sabemos que hemos sido nacidos de nuevo desde arriba. Otros afirman que han sido nacidos de nuevo desde adentro. Nosotros sabemos que hemos sido soberanamente redimidos. Otros afirman que ellos cooperan con Dios en su salvación. Nosotros sabemos que estamos siendo soberanamente santificados. Otros afirman que ellos mismos determinan de qué manera crecerán en gracia, si es que acaso llegan a hacerlo. Pero una vez más, nosotros que somos Reformistas cometemos el error de pensar que es lo que pensamos lo que nos separa de nuestros menos- que-Reformados hermanos. Nosotros pensamos que es porque sabemos que Dios es soberano y que si solo se les informara de eso, ellos se unirán a nosotros.
Esto también es una tontería. Nuestro llamado, al final de cuentas, no es solo afirmar que Dios es soberano, pero el descansar en esa soberanía, el confiar en ella, el aferrase a ella. Lo que significa, a su vez, que no debemos de preocuparnos. Los escritos de la sabiduría de Dios nos dibujan un marcado contraste entre como manejan el temor los que están dentro del reino y lo que están fuera. Salomón nos dice que “Huye el impío sin que nadie lo persiga; mas el justo está confiado como un león.” (Prov. 28:1). La diferencia no es que los impíos no saben que no hay nada de que estar temerosos, y que los justos han sido informados. Ni tampoco es que los impíos están bien concientes de los peligros y temen, pero que los justos superan esos temores. La distinción esta basada en dos cosas principalmente: Los impíos tienen miedo aun cuando no deberían de tenerlo. Los justos tienen valor aun cuando encaran el peligro. Se mueve una hoja sobre el suelo, y los que están fuera del reino tiemblan. Mientras que el hombre de Dios se encuentra en el valle de la sombra de muerte, y no teme a ningún mal. Lo que nos separa de ellos es que ellos son unos cobardes, mientras que nosotros somos, al menos deberíamos de ser, héroes valientes. La diferencia se halla en realmente creer en, confiar en y descansar en la soberanía de Dios.
Sin embargo, ¿como es que podemos ir de simplemente afirmar la soberanía de Dios a descansar en ella? Nosotros descansaremos en Su soberanía cuando recordamos no solo que El es todopoderoso, pero que El que es todopoderoso nos ama con un amor eterno. Es el hecho de que El esta con nosotros en el valle de la sombra de muerte la razón por la que no tememos. Es porque El ha preparado una mesa para nosotros en la presencia de nuestros enemigos que nosotros podemos estar seguros de que el bien y la misericordia nos seguirán todos los días de nuestra vida. Al final, nuestros temores se basan tanto en que nosotros no creemos en Su poder o en que no creemos Su evangelio. La solución esta en creer en ambas cosas.
Si el fervor que nos consume es el ver la llegada del reino en todo su plenitud, si nuestra principal empresa en la vida es el buscar primero Su reino, y si sabemos que El en efecto pondrá todas las cosas bajo sujeción, ¿a que cosa le pudiéramos tener miedo, excepto al Rey Mismo? ¡Esto, al final, es el porque somos más que vencedores, el porque no solo tenemos la valentía de un león, pero la valentía del León de la tribu de Judá! ¿No deberíamos de estar bien animados, sabiendo que El ya ha vencido al mundo? Y El nos ha hecho Suyos, tal como el salmista lo describe en los siguientes versos (46:8-11):
“Venid, ved las obras de Jehová, que ha puesto asolamientos en la tierra. Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Que quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego. Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra. Jehová de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob.”
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