Dios nos cambia mientras ‘cambiamos’ al mundo
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Última versión de 12:48 6 ago 2014
Por Jackie Knapp sobre Ministerio
Traducción por The Gospel Coalition
En las últimas semanas, he estado viviendo en medio de pequeñas aldeas y una cacofonía de los insectos y pollos en Uganda. Hemos pasado días completos y felices visitando a personas que viven en una gran pobreza, pero nos han recibido con gozo en sus casas sencillas.
Por las reacciones de mis amigos y familiares, sería fácil creer que soy una especie de heroína al venir aquí, aunque sea por unos meses. Pero yo sé la verdad, que yo soy una persona muy imperfecta y no un héroe. La verdad es que puedo caminar por una choza de barro con los niños en harapos y estar pensando en si voy a tomar una ducha esa noche. O al relacionarme con los ugandeses puedo estar más preocupado por mi salud y si voy a enfermarme en lugar de llegar y demostrar amor.
- La verdad es que puedo caminar por una choza de barro con los niños en harapos y estar pensando en si voy a tomar una ducha esa noche.
¿Necesita Dios cambiarme?
Rara vez verbalizamos nuestros pensamientos grandiosos de que queremos sin ayuda de nadie cambiar el mundo, pero a menudo pensamos sutilmente que somos la clave para llevar a todos a Jesús y resolver el hambre, la pobreza y el racismo de forma rápida y sencilla. Durante los últimos años he visto a muchos estudiantes asistir a conferencias y viajes misioneros a corto plazo y luego volver a casa entusiasmados y listos para dar todo lo que tienen para el bien del evangelio. Siempre es alentador escuchar lo que Dios hace en estas experiencias, especialmente cuando alguien descubre una nueva pasión o don.
Pero a medida que pasa el tiempo, no hay que esperar mucho antes de escuchar las dificultades, a menudo con un tono de sorpresa. "Esto es mucho más difícil de lo que pensé que podría ser. Mi equipo estuvo en conflicto constantemente. Yo no soy el líder pensé que era. Estas personas no cambian o crecen como debería ser ".
¿Cuál es la conexión entre nuestras ideas y la realidad de las misiones y ministerio? Una gran parte de nuestro problema son las expectativas desordenadas. Esperamos que nuestras ideas y entrenamientos traigan una revolución instantánea. Esperamos lidiar con los problemas de otros, no los nuestros. Esperamos ser el agente de cambio, no el objeto en necesidad de cambio.
Cuando tenemos ojos para ver, nos enteramos de que el ministerio revela más de nuestro pecado y nuestras debilidades de lo que jamás soñamos. Dios utiliza estas situaciones para exponer nuestro propio egoísmo y nos muestra con qué fuerza nos aferramos a nuestras preferencias. Cuando se trabaja con personas, a menudo aprendemos que no siempre escuchamos bien, no entendemos todo, y nosotros no somos la solución que pensamos ser. Lo más importante es que aprendemos que nosotros no somos el salvador que la gente necesitan.
La necesidad de cambio no es glamorosa
Sin embargo, ser el que necesita la transformación no es tan glamoroso como ser el visionario de nuestro ministerio. Se convierte en una historia menos emocionante, y requiere mucha más honestidad y humildad de nuestra parte. A menudo pasamos por alto la necesidad que tenemos de la misma obra sobrenatural de Dios que le pedimos para que lleve a cabo en otros. Todavía es su Espíritu que hace nuestros corazones muertos volver a la vida, nos convierte de patrones destructivos a la vida verdadera, y transforma nuestras mentes.
Si entramos en el servicio esperando cambiar primero, vamos a estar mucho mejor equipados para el viaje. Si estamos dispuestos a pedir perdón a la gente que estamos tratando de servir, vamos a realmente aprender a mostrarles a Cristo, porque creemos que lo necesitamos también. Si comenzamos a orar para que Dios use estas experiencias para rescatarnos de nosotros mismos, en lugar de ser los salvadores, entonces vamos a aprender a ver su gracia en nuestra debilidad.
- Si comenzamos a orar para que Dios use estas experiencias para rescatarnos de nosotros mismos, en lugar de ser los salvadores, entonces vamos a aprender a ver su gracia en nuestra debilidad.
Si todos los días meditamos en estos principios, somos liberados para salirnos del medio y ver realmente el trabajo de Dios. Nos liberamos de insistir en que nuestra agenda, estrategia y línea de tiempo es lo perfecto, y en su lugar comenzamos a ver lo que Él está haciendo, no solo en el mundo, sino también en nuestros propios corazones. Somos liberados de la necesidad de llamar la atención sobre nosotros mismos, y en lugar reconocemos a Dios trabajando. "No que seamos suficientes en nosotros mismos para pensar que cosa alguna procede de nosotros, sino que nuestra suficiencia es de Dios, el cual también nos hizo suficientes como ministros de un nuevo pacto" (2 Corintios 3:5-6a).
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