Dios dice “no” por tu felicidad

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{{info|At what point should I share the gospel with my neighbor?}}<br>
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La única vez que Dios nos prohíbe o restringe algo, es por nuestra felicidad. Nunca nos dice “no” a menos que ese “no” nos haga ''finalmente'' más felices.
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'''¿Deberíamos crear relaciones sólidas con los vecinos y después compartir el Evangelio, o testificarles de inmediato?'''
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En el paraíso, antes de la terrible caída, la única prohibición que Dios impuso a Adán fue esta:
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“De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás.” (Génesis 2:16-17)
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Adán, tienes la libertad completa de comer de cualquier árbol del huerto excepto de aquel que matará tu felicidad.
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Odiaría decir que hay una única forma de relacionarse con tus vecinos, ya que tú eres diferente y ellos también lo son. Y cada situación es distinta.
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==== Una prohibición liberadora ====
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A veces, lo más apropiado es un intento de relación directo. Ves al tipo cavando una zanja, ¡ofrécete a cavar la zanja! No digas: "¿Puedo hablarte del Evangelio antes de ayudarte a cavar la zanja?"
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Esta prohibición fue una expresión profunda del amor de Dios por Adán, al alertarlo de un daño terrible. También fue la oportunidad de Adán de expresar su amor por Dios a través de la confianza y la obediencia. Fue una prohibición liberadora. Mientras Adán creyera que era una manifestación del amor de Dios, estaría protegido de convertirse en un esclavo del pecado (Juan 8:34) y del temor a la muerte (Hebreos 2:15). Fue una restricción amplia, dejar todas las mejores opciones disponibles para el disfrute de Adán, mientras se mantuviera alejado de un solo árbol.
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Otras veces te mudas, os veis por primera vez, y has tenido tantas malas experiencias en las que te has retrasado en hablar sobre el Evangelio, que hasta se preguntaron por qué nunca lo habías compartido. Porque si es tan importante para ti, ¿por qué lo retrasaste durante tres años? Entonces, te sientes culpable y como un falso cristiano. Por eso, en ese mismo momento estás predispuesto a sacar el tema de su vida espiritual, compartir quién eres, y decir que esperas que podáis disfrutar la vida juntos en el barrio.  
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Pero no lo hizo. Adán y Eva creyeron en la mentira seductora y comieron del árbol prohibido. Rompieron la única y misericordiosa ley, y no hicieron caso al afectuoso “no.” Ellos (y todos nosotros en ellos) perdimos el paraíso, la libertad incomparable de no tener pecados, nuestra vida terrenal y lo peor de todo, la comunión con nuestro Padre celestial.  
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Así que la respuesta es que no quiero señalar ninguna regla sobre lo rápido que tienes que hacerlo. Sin embargo, me parece que el énfasis hoy en día (dependiendo de en qué iglesia y en qué comunidad vivas), se encuentra en gran medida sobre las relaciones, y después compartir el Evangelio en algún momento. Y muchos de nosotros encontramos que ni siquiera llegamos ahí.
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==== Expresión de amor ====
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Por tanto evalúate para ver si Jesús es realmente valioso para ti o no, si crees que la persona está realmente perdida sin Él, que lo mejor de este mundo sería que lo supiera, que creyera y que fuera redimida.
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Pero gracias a Dios, este no es el fin de la historia. Ha llegado el último Adán, ha obedecido perfectamente al Padre y ha pagado la deuda completa del pecado para que él, y todos los creyentes, recuperen la creación, la libertad de no tener pecados, la vida eterna y lo mejor de todo, la comunión sin obstáculos con el Dios trino y uno. Todos los que crean y obedezcan a Jesús ganarán más de lo que perdió Adán en el paraíso.  
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Y si realmente lo crees, entonces probablemente encontrarás una manera de compartirlo más pronto que tarde con la persona que conoces.  
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Todas las prohibiciones de Dios son amor. Cada “no deberás” de la ley de Dios es una expresión del amor de Dios.  
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Pero no entiendas que esto quiere decir que la única manera de relacionarse con un no creyente es hablando del Evangelio. No quiero transmitir eso. Si los dos seguís en el mismo barrio, vas a estar con esa persona 10, 15 o 20 años.  
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Qué hermoso modelo es Dios para todos los que tenemos que decir “no” y “no lo hagas” a las personas de quienes Dios nos ha hecho, de alguna manera, responsables. Padres, abuelos, hermanos mayores, pastores, ancianos, diáconos, directores ejecutivos, gerentes, supervisores, maestros, líderes de grupos pequeños, presidentes, legisladores, agentes del orden público, en cualquier posición de autoridad que ocupemos o que ocuparemos, se nos otorga la seria responsabilidad de decir “no” por una una sola razón: vigilar el bien supremo, proteger y aumentar la felicidad máxima de aquellos a quienes servimos.  
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Y Dios desea que estemos en contacto con los no creyentes en el trabajo y en el barrio y que, de alguna manera, podamos seguir juntos después de compartir el Evangelio. No se trata de: "Les compartimos el Evangelio pero no lo aceptaron. Así que no hablaremos con ellos nunca más."
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, nuestra autoridad para decir “no” se nos ha dado solo para servirlos, no para enseñorearnos sobre ellos (Mateo 20:25-28). Debemos prohibir únicamente para proteger su verdadera libertad; debemos restringir solo para ampliar las opciones que les generan más gozo.  
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Es algo complejo. Sé tu mismo y pídele a Dios que te de mucho amor y mucha gracia.
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Puede que debamos revisar nuestras prohibiciones. ¿Son todos nuestros “noes,” “no lo hagas” o “no puedes” expresiones sinceras de amor o estamos imponiendo algunas por egoísmo, por miedo, por un deseo pecaminoso de ganar la aprobación de alguien o por un deseo de venganza?
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Prohibamos solo por amor hacia quienes servimos. Digamos “no” por su felicidad.  
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Última versión de 23:32 10 dic 2016

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Sobre esta Traducción
English: God Says “No” for Your Joy

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Por Jon Bloom sobre el Gozo

Traducción por Laura Coloma


La única vez que Dios nos prohíbe o restringe algo, es por nuestra felicidad. Nunca nos dice “no” a menos que ese “no” nos haga finalmente más felices.

En el paraíso, antes de la terrible caída, la única prohibición que Dios impuso a Adán fue esta:

“De todo árbol del huerto podrás comer, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comas, ciertamente morirás.” (Génesis 2:16-17)

Adán, tienes la libertad completa de comer de cualquier árbol del huerto excepto de aquel que matará tu felicidad.

Una prohibición liberadora

Esta prohibición fue una expresión profunda del amor de Dios por Adán, al alertarlo de un daño terrible. También fue la oportunidad de Adán de expresar su amor por Dios a través de la confianza y la obediencia. Fue una prohibición liberadora. Mientras Adán creyera que era una manifestación del amor de Dios, estaría protegido de convertirse en un esclavo del pecado (Juan 8:34) y del temor a la muerte (Hebreos 2:15). Fue una restricción amplia, dejar todas las mejores opciones disponibles para el disfrute de Adán, mientras se mantuviera alejado de un solo árbol.

Pero no lo hizo. Adán y Eva creyeron en la mentira seductora y comieron del árbol prohibido. Rompieron la única y misericordiosa ley, y no hicieron caso al afectuoso “no.” Ellos (y todos nosotros en ellos) perdimos el paraíso, la libertad incomparable de no tener pecados, nuestra vida terrenal y lo peor de todo, la comunión con nuestro Padre celestial.

Expresión de amor

Pero gracias a Dios, este no es el fin de la historia. Ha llegado el último Adán, ha obedecido perfectamente al Padre y ha pagado la deuda completa del pecado para que él, y todos los creyentes, recuperen la creación, la libertad de no tener pecados, la vida eterna y lo mejor de todo, la comunión sin obstáculos con el Dios trino y uno. Todos los que crean y obedezcan a Jesús ganarán más de lo que perdió Adán en el paraíso.

Todas las prohibiciones de Dios son amor. Cada “no deberás” de la ley de Dios es una expresión del amor de Dios.

Qué hermoso modelo es Dios para todos los que tenemos que decir “no” y “no lo hagas” a las personas de quienes Dios nos ha hecho, de alguna manera, responsables. Padres, abuelos, hermanos mayores, pastores, ancianos, diáconos, directores ejecutivos, gerentes, supervisores, maestros, líderes de grupos pequeños, presidentes, legisladores, agentes del orden público, en cualquier posición de autoridad que ocupemos o que ocuparemos, se nos otorga la seria responsabilidad de decir “no” por una una sola razón: vigilar el bien supremo, proteger y aumentar la felicidad máxima de aquellos a quienes servimos.

Sí, nuestra autoridad para decir “no” se nos ha dado solo para servirlos, no para enseñorearnos sobre ellos (Mateo 20:25-28). Debemos prohibir únicamente para proteger su verdadera libertad; debemos restringir solo para ampliar las opciones que les generan más gozo.

Puede que debamos revisar nuestras prohibiciones. ¿Son todos nuestros “noes,” “no lo hagas” o “no puedes” expresiones sinceras de amor o estamos imponiendo algunas por egoísmo, por miedo, por un deseo pecaminoso de ganar la aprobación de alguien o por un deseo de venganza?

Prohibamos solo por amor hacia quienes servimos. Digamos “no” por su felicidad.



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