¿Te escuchas–o te hablas a ti mismo?
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- | Escucha | + | Escucha yo, escucha bien, Piper. Si Dios está por ti, ¿quién puede ir en contra de ti? El, que no eximió ni a su propio hijo, sino que lo entregó por ti, yo, ¿no nos concederá también todas estas cosas? ¿Quién te acusará a ti, elegido de Dios? Es Dios quien te justifica. No, es Jesús quién murió, el que también resucitó. Él está a la diestra de Dios e intercede por ti. ¿Qué te puede separar del amor de Dios? |
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- | Si | + | Si hay algún motivo para memorizar Romanos 8, es para convertirlo en auto-predicación- para predicarlo a uno mismo, porque esas palabras son dinamita para salvarnos de cientos de circunstancias. Por tanto, aprendamos a predicarnos a nosotros mismos. Y si lo hacemos en voz alta en el aeropuerto, sólo pensarán que llevamos puestos unos de esos auriculares. |
Última versión de 01:49 19 dic 2017
Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Romina Mendoza
Transcripción de audio
El autor del Salmo 42 predica a su propia alma. Esta es una de las lecciones más importantes de la vida. Verso 5: “¿Por qué te abates, alma mía” Así que está hablando a su alma. “¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia”. Esa es una lección esencial que hay que aprender.
Permíteme leerte un párrafo del libro de Martyn Lloyd-Jones. Cuando leí este párrafo hace años pensé “Tengo que hacer eso. Tengo que hacer más de eso”, Esto es lo que escribió.
¿Te has dado cuenta de que la mayor parte de tu desdicha en la vida se debe a que en vez de hablarte a ti mismo, simplemente te escuchas? Toma esos pensamientos que te llegan al despertar por la mañana. No los has creado tú, pero están ahí, hablándote. Ellos vuelven a recordarte el problema de ayer. Alguien está hablando. ¿Quién está hablando? Tú mismo estás hablando. Ahora bien, el tratamiento de este hombre en el Salmo 42 fue este: en lugar de dejar que este yo le hablase, él comienza a hablar consigo mismo. “¿Por qué te abates, alma mía?” pregunta. Su alma le ha estado deprimiendo, abrumando. Entonces, se levanta y dice: “Escúchame por un momento, voy a hablarte”. (Depresión espiritual, 20–21)
¿Tú haces eso? Es posible que, debido a mi forma de ser, gran parte de mi conversación conmigo mismo sea derrotista. Me digo todo tipo de malas noticias. Y puedo imaginarme mi yo malo diciéndome, “se supone que debes darme buenas noticias. Yo soy el que tiene las malas noticias” Y hago equipo con mi antiguo yo y le digo más malas noticias. Él tiene malas noticias, yo tengo malas noticias, y no es de extrañar que nos desanimemos.
Pero aquí estamos, a este lado de la cruz. Jesús ha venido. ¿Cómo nos podemos predicar ahora a nosotros mismos? Predicándonos el Evangelio. Consiste en lo siguiente:
Escucha yo, escucha bien, Piper. Si Dios está por ti, ¿quién puede ir en contra de ti? El, que no eximió ni a su propio hijo, sino que lo entregó por ti, yo, ¿no nos concederá también todas estas cosas? ¿Quién te acusará a ti, elegido de Dios? Es Dios quien te justifica. No, es Jesús quién murió, el que también resucitó. Él está a la diestra de Dios e intercede por ti. ¿Qué te puede separar del amor de Dios?
Si hay algún motivo para memorizar Romanos 8, es para convertirlo en auto-predicación- para predicarlo a uno mismo, porque esas palabras son dinamita para salvarnos de cientos de circunstancias. Por tanto, aprendamos a predicarnos a nosotros mismos. Y si lo hacemos en voz alta en el aeropuerto, sólo pensarán que llevamos puestos unos de esos auriculares.
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