El Pastor Temeroso
De Libros y Sermones BÃblicos
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- | + | Se acostumbró a los malos hábitos de la incredulidad. "Sólo son mi manera de liberarme", se decía a sí mismo. Llegó a la conclusión de que no se interponían en el camino de lo que había estado llamado a hacer. Siempre se decía a sí mismo que estaba trabajando duro y haciéndolo bien; pero no lo estaba haciendo bien. Tenía más noches sin dormir que las que estaba dispuesto a admitir. Había ganado treinta libras durante los últimos años. Había insensibilizado su cerebro cada noche con horas y horas de vacía televisión o cultura popular de Internet. Había incurrido en más deudas que nunca antes en su vida. Su esposa habría dicho que se había vuelto cada vez más distante e irritable. En casa a menudo parecía ser un hombre sin gozo, abrumado. Sus hijos dirían que incluso cuando estaba presente, con frecuencia se mostraba distante. Temía a las reuniones y encontraba que se distraía fácilmente cuando necesitaba concentrarse al preparar su próximo sermón. La puerta a su oficina estaba cerrada más de lo que lo había estado antes, y cada vez delegaba más de sus obligaciones a su Pastor Ejecutivo. | |
- | + | Sin embargo, nadie en la congregación se percataba de ello. Cumplía con todos sus deberes públicos y desde la perspectiva de una persona que estaba en la banca de la iglesia, parecía hacerlo bien. Dirigía las reuniones que se le habían asignado y hacía su mejor esfuerzo para realizar el seguimiento del trabajo que llegaba a su escritorio. El problema era que no lo estaba haciendo bien. Había una creciente disparidad entre la persona pública y el hombre en privado. Había una creciente desconexión entre las declaraciones de fe que hacía al frente y el pensamiento que gobernaba su corazón. Llevaba consigo el sucio secreto que muchos pastores llevan; aquel que es tan difícil de admitir para un "hombre de fe". El sucio secreto era que mucho de lo que hizo no lo hizo por fe, sino por miedo. | |
- | + | Quizás este es un secreto del ministerio pastoral que se comparte con poca frecuencia; es decir, cuánto de él es impulsado no por la fe en las verdades del Evangelio y en la persona y la obra del Señor Jesucristo, sino dirigido por el miedo. Es muy tentador para el pastor cargar el bienestar de la iglesia en sus hombros y cuando lo hace, acaba siendo afligido y fustigado por un registro sin fin y siempre cambiante de "¿Qué pasaría si..?" Esto nunca conduce a una vida de descanso y gozo en el ministerio, sino más bien a un ministerio debilitado por metas irrealistas e inalcanzables, un sentimiento personal de fracaso y temor. | |
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+ | Pastor, quizás estás pensando, "No creo que el miedo sea un problema significativo en mí". Bueno, te pediría que tomes un tiempo para observarte a ti mismo a la luz de las siguientes preguntas. ¿Cuántos pastores viven en un estado constante de falta de descanso espiritual? ¿Cuántos de nosotros somos oprimidos por la inseguridad personal? ¿Cuántos de nosotros nos preguntamos en secreto dónde esta Dios y qué se supone que está haciendo? ¿Cuántos de nosotros está viviendo de manera auto-protectora, diciendo, "Me pasó una vez y no me volverá a pasar?" ¿Cuántos de nosotros tenemos miedo de admitir el fracaso? ¿Cuántos de nosotros no compartimos con nadie las luchas de fe que nos acechan? ¿Cuántos de nosotros fracasamos a la hora de ser francos y decisivos porque tenemos temor de lo que pasará si lo hacemos? ¿Cuántos de nosotros hemos encontrado la manera de escapar, formas de afrontar las cosas que no incluyen predicarnos el evangelio a nosotros mismos? | ||
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+ | ¿Cuántos de nosotros desearíamos lugares más fáciles para ministrar? ¿Cuántos de nosotros llevamos nuestras cargas a casa, convirtiendo nuestra paternidad en menos que graciosa y productiva? ¿Cuántos de nosotros nos hemos vuelto hábiles en escondernos, de forma que ni siquiera las personas más cercanas a nosotros sienten lo que está pasando a nivel de nuestros corazones? ¿Cuántos de nosotros tenemos momentos de compromiso alimentados por el temor del hombre? ¿Cuántos de nosotros hemos otorgado a determinadas personas demasiado poder e influencia sobre nosotros? ¿Cuántos de nosotros hemos dejado que el miedo nos haga demasiado opinantes, demasiado dominantes, y demasiado controladores? ¿Cuántos de nosotros dejamos que el miedo nos mantenga callados cuando deberíamos hablar, o nos lleve a hablar cuando deberíamos permanecer callados? ¿Cuántos de nosotros trabajamos para reconvertir en actos de fe cosas que en realidad hemos hecho por miedo? ¿Cuántos de nosotros tendríamos que confesar que hay momentos en los que estamos más gobernados por un temor mundano, que por un temor de Dios? ¿Cuántos de nosotros tenemos momentos donde nos preocupamos más de ser aceptados o de que nuestro liderazgo sea validado, que de lo que hacemos acerca de ser bíblicos? ¿Cuántos de nosotros somos debilitados o paralizados por el temor al rechazo? ¿Cuántos de nosotros tenemos demasiado miedo como para confiar trozos vitales del ministerio de nuestras iglesias a otros? ¿Cuántos de nosotros tenemos miedo de examinar cuánto temor involucra y nos motiva? ¿Cuántos de nosotros? | ||
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+ | ¿Cuántos de nosotros buscamos diariamente la gracia que por sí sola tiene el poder de librarnos del temor y darnos fuerza para ser pastores de fe? |
Última versión de 04:06 1 feb 2013
Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral
Traducción por Manuel Bento Falcón
Se acostumbró a los malos hábitos de la incredulidad. "Sólo son mi manera de liberarme", se decía a sí mismo. Llegó a la conclusión de que no se interponían en el camino de lo que había estado llamado a hacer. Siempre se decía a sí mismo que estaba trabajando duro y haciéndolo bien; pero no lo estaba haciendo bien. Tenía más noches sin dormir que las que estaba dispuesto a admitir. Había ganado treinta libras durante los últimos años. Había insensibilizado su cerebro cada noche con horas y horas de vacía televisión o cultura popular de Internet. Había incurrido en más deudas que nunca antes en su vida. Su esposa habría dicho que se había vuelto cada vez más distante e irritable. En casa a menudo parecía ser un hombre sin gozo, abrumado. Sus hijos dirían que incluso cuando estaba presente, con frecuencia se mostraba distante. Temía a las reuniones y encontraba que se distraía fácilmente cuando necesitaba concentrarse al preparar su próximo sermón. La puerta a su oficina estaba cerrada más de lo que lo había estado antes, y cada vez delegaba más de sus obligaciones a su Pastor Ejecutivo.
Sin embargo, nadie en la congregación se percataba de ello. Cumplía con todos sus deberes públicos y desde la perspectiva de una persona que estaba en la banca de la iglesia, parecía hacerlo bien. Dirigía las reuniones que se le habían asignado y hacía su mejor esfuerzo para realizar el seguimiento del trabajo que llegaba a su escritorio. El problema era que no lo estaba haciendo bien. Había una creciente disparidad entre la persona pública y el hombre en privado. Había una creciente desconexión entre las declaraciones de fe que hacía al frente y el pensamiento que gobernaba su corazón. Llevaba consigo el sucio secreto que muchos pastores llevan; aquel que es tan difícil de admitir para un "hombre de fe". El sucio secreto era que mucho de lo que hizo no lo hizo por fe, sino por miedo.
Quizás este es un secreto del ministerio pastoral que se comparte con poca frecuencia; es decir, cuánto de él es impulsado no por la fe en las verdades del Evangelio y en la persona y la obra del Señor Jesucristo, sino dirigido por el miedo. Es muy tentador para el pastor cargar el bienestar de la iglesia en sus hombros y cuando lo hace, acaba siendo afligido y fustigado por un registro sin fin y siempre cambiante de "¿Qué pasaría si..?" Esto nunca conduce a una vida de descanso y gozo en el ministerio, sino más bien a un ministerio debilitado por metas irrealistas e inalcanzables, un sentimiento personal de fracaso y temor.
Pastor, quizás estás pensando, "No creo que el miedo sea un problema significativo en mí". Bueno, te pediría que tomes un tiempo para observarte a ti mismo a la luz de las siguientes preguntas. ¿Cuántos pastores viven en un estado constante de falta de descanso espiritual? ¿Cuántos de nosotros somos oprimidos por la inseguridad personal? ¿Cuántos de nosotros nos preguntamos en secreto dónde esta Dios y qué se supone que está haciendo? ¿Cuántos de nosotros está viviendo de manera auto-protectora, diciendo, "Me pasó una vez y no me volverá a pasar?" ¿Cuántos de nosotros tenemos miedo de admitir el fracaso? ¿Cuántos de nosotros no compartimos con nadie las luchas de fe que nos acechan? ¿Cuántos de nosotros fracasamos a la hora de ser francos y decisivos porque tenemos temor de lo que pasará si lo hacemos? ¿Cuántos de nosotros hemos encontrado la manera de escapar, formas de afrontar las cosas que no incluyen predicarnos el evangelio a nosotros mismos?
¿Cuántos de nosotros desearíamos lugares más fáciles para ministrar? ¿Cuántos de nosotros llevamos nuestras cargas a casa, convirtiendo nuestra paternidad en menos que graciosa y productiva? ¿Cuántos de nosotros nos hemos vuelto hábiles en escondernos, de forma que ni siquiera las personas más cercanas a nosotros sienten lo que está pasando a nivel de nuestros corazones? ¿Cuántos de nosotros tenemos momentos de compromiso alimentados por el temor del hombre? ¿Cuántos de nosotros hemos otorgado a determinadas personas demasiado poder e influencia sobre nosotros? ¿Cuántos de nosotros hemos dejado que el miedo nos haga demasiado opinantes, demasiado dominantes, y demasiado controladores? ¿Cuántos de nosotros dejamos que el miedo nos mantenga callados cuando deberíamos hablar, o nos lleve a hablar cuando deberíamos permanecer callados? ¿Cuántos de nosotros trabajamos para reconvertir en actos de fe cosas que en realidad hemos hecho por miedo? ¿Cuántos de nosotros tendríamos que confesar que hay momentos en los que estamos más gobernados por un temor mundano, que por un temor de Dios? ¿Cuántos de nosotros tenemos momentos donde nos preocupamos más de ser aceptados o de que nuestro liderazgo sea validado, que de lo que hacemos acerca de ser bíblicos? ¿Cuántos de nosotros somos debilitados o paralizados por el temor al rechazo? ¿Cuántos de nosotros tenemos demasiado miedo como para confiar trozos vitales del ministerio de nuestras iglesias a otros? ¿Cuántos de nosotros tenemos miedo de examinar cuánto temor involucra y nos motiva? ¿Cuántos de nosotros?
¿Cuántos de nosotros buscamos diariamente la gracia que por sí sola tiene el poder de librarnos del temor y darnos fuerza para ser pastores de fe?
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