No Asombrado Ya Por la Gracia
De Libros y Sermones BÃblicos
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- | + | Habló de manera casual, probablemente sin entender el significado de sus palabras, pero no las pude sacar de mi mente. Él era la cabeza de un ministerio nacional. Estábamos en un encuentro hablando de la asociación en el ministerio. Yo compartía mi emoción por lo que estaba viendo pasar en la iglesia alrededor del mundo, y él dijo, "No creo que nada me emocione ya." No me correspondía responder, pero inmediatamente pensé, ''Deberías emocionarte, estás dirigiendo un ministerio, y si no puedes hacer que la emoción vuelva, quizás no deberías hacer lo que estás haciendo''. Había perdido su emoción, quedándole tan solo el deber de hacer las repetitivas tareas del ministerio día tras día. ¡Qué situación más triste y peligrosa! | |
- | + | Quizás todo comienza en el seminario con el examen de cerca de la fe. Quizás hay un momento en el que la gloria de Dios simplemente no parece ya tan gloriosa. Quizás el vivir en medio de una comunidad teológica comienza a oxidar mi emoción y a embotar mi asombro. Quizás la Biblia queda reducida a poco más que un manual teológico. Quizás incluso el mismo Dios se convierte más en un objeto de estudio que en el Señor de la gloria. | |
- | + | Quizás todo se trata de la dinámica de la familiaridad. El gran teólogo del Seminario de Princeton B.B. Warfield dijo a sus estudiantes en 1911: | |
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+ | Frecuentemente se nos dice, de hecho, que el gran peligro del estudiante de teología yace precisamente en su contacto constante con las cosas divinas. Pueden llegar a parecerle comunes porque son su costumbre. Tal como un hombre corriente respira el aire y toma el sol sin tan siquiera un pensamiento de que es Dios en su bondad el que hace su sol brillar sobre él, a pesar de ser malo, y le envía lluvia, aunque es injusto, así puedes llegar a manejar incluso el mobiliario del santuario sin nunca tener un pensamiento por encima de los materiales brutos terrenales de los que está hecho. Las palabras que te hablan acerca de la terrible majestad de Dios o de su gloriosa bondad pueden llegar a ser simples palabras para ti---palabras en Hebreo y en Griego, con etimologías, inflexiones y conexiones entre frases. Los razonamientos que te establecen a los misterios de su actividad salvadora pueden llegar a ser para ti simples paradigmas lógicos, con premisas y conclusiones, bien formados, sin duda, y triunfantemente convincentes, pero sin mayor significación para ti que su manera de concluir formal y lógicamente. Los pasos señoriales de Dios en su proceso redentor pueden convertirse para ti en una simple serie de hechos históricos, que interactúan curiosamente para producir condiciones sociales y religiosas y apuntando quien sabe si a un tema el cual sagazmente podemos conjeturar: pero justo tal y como pasa con otros hechos que suceden en el tiempo y en el espacio que pueden llamar tu atención. Ese es tu gran peligro. Pero es tu gran peligro ''solamente'' porque es tu gran privilegio. ¡Piensa cuan grande es tu privilegio cuando tu mayor peligro es que las grandes cosas de la religión se conviertan en comunes para ti! Otros hombres, oprimidos por las duras condiciones de la vida, hundidos en el esfuerzo diario por quizás ganarse el pan, distraídos en todo caso por el terrible arrastre del mundo sobre ellos y la prisa tremenda del trabajo del mundo, encuentran difícil hallar tiempo y oportunidad para siquiera hacer una pausa y considerar si existen tales cosas como Dios, y la religión, y la salvación del pecado que les marca el compás y los mantiene cautivos. La misma atmósfera de tu vida son estas cosas; las respiras por todos los poros: te rodean, te abarcan, te empujan desde todas partes. ¡Todo está en peligro de convertirse en común para ti! Dios te perdone, ¡estás en peligro de llegar a estar cansado de Dios! | ||
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+ | Qué palabras de advertencia más potentes para cualquiera en cualquier tipo de ministerio: "el gran peligro yace precisamente en su contacto constante con las cosas divinas." ¿Cuál es el peligro? La familiaridad con las cosas de Dios puede hacer que pierdas tu asombro. Has pasado tanto tiempo en la Escritura y en la gran narrativa redentora, con su sabiduría expansiva, que ya no te emociona. Has pasado tanto tiempo haciendo exégesis de la expiación que estás a los pies de la cruz con poco llanto y escaso regocijo. Has pasado tanto tiempo discipulando a otros que ya no te asombras más por la realidad de haber sido elegido para ser un discípulo de Jesucristo. Has pasado tanto tiempo desempacando la teología de la Escritura que has olvidado el juego final de la santidad personal. Has pasado tanto tiempo planeando el ministerio local de la iglesia que has perdido el asombro de el Planificador soberano que te guía en cada momento. Has pasado tanto tiempo meditando sobre que es lo que significa dirigir a otros en el culto, pero tienes poca reverencia privada. Todo se ha convertido en tan regular y normal que ya no puede moverte; de hecho, hay momentos tristes donde la maravilla de la gracia apenas puede conseguir tu atención en medio de tu ocupada agenda ministerial. | ||
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+ | Los artistas hablan de la dinámica del letargo visual, que cuanto más ves algo, menos lo ves en realidad. El primer día que conduces hasta el trabajo absorbes todas las vistas y los sonidos. Percibes la hermosa arboleda de árboles centenarios y el interesante dúplex moderno de la esquina. Pero en tu viaje número 20, has dejado de apercibirte, y deseas que el tráfico se moviese más rápido para que pudieses llegar al trabajo. Lo que pasó parece inevitable, pero no es bueno. Has dejado de ver, y en tu falta al ver, has dejado de sentirte conmovido y agradecido. La belleza que una vez te atrajo aún está ahí, pero no la ves, y no puedes celebrar lo que no consigues ver. | ||
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+ | ¿Puede haber un peligro mayor en el ministerio que el que el líder pierda su asombro? ¿Cuántos de nosotros en el ministerio necesitamos clamar por el rescate para que nuestros ojos sean abiertos una vez más y nuestros corazones cautivados otra vez?¿Cuántos de nosotros necesitamos ser revividos por la misma gracia que no nos conmueve como una vez lo hizo? |
Revisión de 15:53 29 ago 2012
Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral
Traducción por Manuel Bento Falcón
Habló de manera casual, probablemente sin entender el significado de sus palabras, pero no las pude sacar de mi mente. Él era la cabeza de un ministerio nacional. Estábamos en un encuentro hablando de la asociación en el ministerio. Yo compartía mi emoción por lo que estaba viendo pasar en la iglesia alrededor del mundo, y él dijo, "No creo que nada me emocione ya." No me correspondía responder, pero inmediatamente pensé, Deberías emocionarte, estás dirigiendo un ministerio, y si no puedes hacer que la emoción vuelva, quizás no deberías hacer lo que estás haciendo. Había perdido su emoción, quedándole tan solo el deber de hacer las repetitivas tareas del ministerio día tras día. ¡Qué situación más triste y peligrosa!
Quizás todo comienza en el seminario con el examen de cerca de la fe. Quizás hay un momento en el que la gloria de Dios simplemente no parece ya tan gloriosa. Quizás el vivir en medio de una comunidad teológica comienza a oxidar mi emoción y a embotar mi asombro. Quizás la Biblia queda reducida a poco más que un manual teológico. Quizás incluso el mismo Dios se convierte más en un objeto de estudio que en el Señor de la gloria.
Quizás todo se trata de la dinámica de la familiaridad. El gran teólogo del Seminario de Princeton B.B. Warfield dijo a sus estudiantes en 1911:
Frecuentemente se nos dice, de hecho, que el gran peligro del estudiante de teología yace precisamente en su contacto constante con las cosas divinas. Pueden llegar a parecerle comunes porque son su costumbre. Tal como un hombre corriente respira el aire y toma el sol sin tan siquiera un pensamiento de que es Dios en su bondad el que hace su sol brillar sobre él, a pesar de ser malo, y le envía lluvia, aunque es injusto, así puedes llegar a manejar incluso el mobiliario del santuario sin nunca tener un pensamiento por encima de los materiales brutos terrenales de los que está hecho. Las palabras que te hablan acerca de la terrible majestad de Dios o de su gloriosa bondad pueden llegar a ser simples palabras para ti---palabras en Hebreo y en Griego, con etimologías, inflexiones y conexiones entre frases. Los razonamientos que te establecen a los misterios de su actividad salvadora pueden llegar a ser para ti simples paradigmas lógicos, con premisas y conclusiones, bien formados, sin duda, y triunfantemente convincentes, pero sin mayor significación para ti que su manera de concluir formal y lógicamente. Los pasos señoriales de Dios en su proceso redentor pueden convertirse para ti en una simple serie de hechos históricos, que interactúan curiosamente para producir condiciones sociales y religiosas y apuntando quien sabe si a un tema el cual sagazmente podemos conjeturar: pero justo tal y como pasa con otros hechos que suceden en el tiempo y en el espacio que pueden llamar tu atención. Ese es tu gran peligro. Pero es tu gran peligro solamente porque es tu gran privilegio. ¡Piensa cuan grande es tu privilegio cuando tu mayor peligro es que las grandes cosas de la religión se conviertan en comunes para ti! Otros hombres, oprimidos por las duras condiciones de la vida, hundidos en el esfuerzo diario por quizás ganarse el pan, distraídos en todo caso por el terrible arrastre del mundo sobre ellos y la prisa tremenda del trabajo del mundo, encuentran difícil hallar tiempo y oportunidad para siquiera hacer una pausa y considerar si existen tales cosas como Dios, y la religión, y la salvación del pecado que les marca el compás y los mantiene cautivos. La misma atmósfera de tu vida son estas cosas; las respiras por todos los poros: te rodean, te abarcan, te empujan desde todas partes. ¡Todo está en peligro de convertirse en común para ti! Dios te perdone, ¡estás en peligro de llegar a estar cansado de Dios!
Qué palabras de advertencia más potentes para cualquiera en cualquier tipo de ministerio: "el gran peligro yace precisamente en su contacto constante con las cosas divinas." ¿Cuál es el peligro? La familiaridad con las cosas de Dios puede hacer que pierdas tu asombro. Has pasado tanto tiempo en la Escritura y en la gran narrativa redentora, con su sabiduría expansiva, que ya no te emociona. Has pasado tanto tiempo haciendo exégesis de la expiación que estás a los pies de la cruz con poco llanto y escaso regocijo. Has pasado tanto tiempo discipulando a otros que ya no te asombras más por la realidad de haber sido elegido para ser un discípulo de Jesucristo. Has pasado tanto tiempo desempacando la teología de la Escritura que has olvidado el juego final de la santidad personal. Has pasado tanto tiempo planeando el ministerio local de la iglesia que has perdido el asombro de el Planificador soberano que te guía en cada momento. Has pasado tanto tiempo meditando sobre que es lo que significa dirigir a otros en el culto, pero tienes poca reverencia privada. Todo se ha convertido en tan regular y normal que ya no puede moverte; de hecho, hay momentos tristes donde la maravilla de la gracia apenas puede conseguir tu atención en medio de tu ocupada agenda ministerial.
Los artistas hablan de la dinámica del letargo visual, que cuanto más ves algo, menos lo ves en realidad. El primer día que conduces hasta el trabajo absorbes todas las vistas y los sonidos. Percibes la hermosa arboleda de árboles centenarios y el interesante dúplex moderno de la esquina. Pero en tu viaje número 20, has dejado de apercibirte, y deseas que el tráfico se moviese más rápido para que pudieses llegar al trabajo. Lo que pasó parece inevitable, pero no es bueno. Has dejado de ver, y en tu falta al ver, has dejado de sentirte conmovido y agradecido. La belleza que una vez te atrajo aún está ahí, pero no la ves, y no puedes celebrar lo que no consigues ver.
¿Puede haber un peligro mayor en el ministerio que el que el líder pierda su asombro? ¿Cuántos de nosotros en el ministerio necesitamos clamar por el rescate para que nuestros ojos sean abiertos una vez más y nuestros corazones cautivados otra vez?¿Cuántos de nosotros necesitamos ser revividos por la misma gracia que no nos conmueve como una vez lo hizo?
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