Perdón y Temor
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Última versión de 17:11 31 ene 2014
Por Sam Storms sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Noris La Valle
El salmo 130:3-4 es sencillamente impresionante.
“Señor, si no te olvidas de las faltas, ¿quién podrá subsistir? Pero de Ti procede el perdón y así se te venera.” (Salmo 130:3-4). En una primera lectura, el mensaje parece bastante confuso. ¿No hubiera sido más lógico para el salmista haber dicho: “Pero de Ti procede la justicia, y así se te venera”? ¿No es acaso la perspectiva del severo pago de Dios por nuestras transgresiones lo que evoca el temor en el alma humana? Si es que realmente Dios “no se olvida de las faltas”, entonces el temor parece ser la única respuesta apropiada.
¡Pero la buena noticia es que con Dios “existe el perdón”! En cuyo caso, ¿no se eliminaría completamente el “miedo”? Ciertamente podríamos pensar así. Sin embargo, el salmista sostiene que el resultado del perdón (quizás incluso su propósito) es que podríamos temerle cada vez con mayor fervor.
Piensen bien en lo que se está diciendo. Con Dios existe el perdón. De él procede la gracia que brinda un apaciguamiento para nuestros pecados. Él ha tomado las medidas necesarias para lograr nuestra redención a través de su Hijo. Según el Salmo 103:10, ya no trata con nosotros de acuerdo con nuestros pecados o nos paga según nuestras faltas. De hecho, nuestros pecados han sido eliminados de nosotros “como el Oriente está lejos del Occidente”. (Salmo 103:12).
Esta es la razón por la que el “temor” de Dios mencionado en este texto no puede ser considerado como el miedo a enfrentar la condena o el miedo de encontrar y experimentar su cólera justiciera. ¿Pueden ver la lógica del salmista? Si lo que encontramos en Dios es el perdón para nuestros pecados, ¿por qué viviríamos aterrorizados temiendo su juicio o su cólera? Si Dios ha borrado totalmente la lista de nuestras culpas y pecados, entonces claramente ha elegido “olvidar las faltas” y así toda razón para temerle desaparece. Por lo tanto, si el “temor de Dios” en este pasaje hiciera referencia al temor de una inminente destrucción, el perdón estaría totalmente despojado de valor y significado.
Pero según lo que hemos leído en el v. 4, ¡el perdón es la base del miedo! El firme conocimiento de que Dios “olvida las faltas” (v. 3), lo que es decir, la seguridad de que nuestros pecados han sido perdonados para siempre, es la razón por la que tememos a Dios. No hay forma de eludir la fuerza del lenguaje del salmista: ¡el temor de Dios es el fruto necesario del perdón! Esto, por sí solo, demanda que el temor de Dios implique algo completamente distinto al hecho de temer su juicio.
El perdón, tanto como cualquier otro acto de Dios, revela su incomprensible grandeza y majestuosidad. El infinitamente extraordinario Dios de la santidad y la verdad ha actuado en gracia para beneficio de todos los pecadores merecedores del infierno. Una vez que hayamos entendido cabalmente la realidad de todo esto, la única respuesta razonable es la de quebrantamiento, humildad y sobrecogimiento ante su increíble amor.
Ciertamente hay alegría sabiendo de nuestro perdón, así como gratitud y alabanzas. Pero estos sentimientos son perfectamente consistentes con el temor sagrado, con ese demoledor entendimiento de que solamente gracias a la divina misericordia no somos consumidos eternamente por la ira divina. Podemos “gustar” la bondad del Señor (Salmo 34:8a) y “temerle” (Salmo 34:9a) en forma simultánea.
Entonces, sobre la base de textos como el Salmo 130, es que aprendemos que el temor de Dios no es lo mismo que tenerle miedo.
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