Tres datos para sus preocupaciones
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Revisión de 20:45 5 feb 2015
Por Jonathan Parnell sobre Miedo y Ansiedad
Traducción por Laura Coloma
Tendemos a preocuparnos.
Un hecho acerca de las criaturas es que somos seres secundarios que no podemos en definitiva controlar el mundo que nos rodea. Preguntamos si debemos hacer esto o lo otro y que pasaría si hacemos esto o lo otro, lo cual se transforma rápidamente en preocupación por qué tan mal saldrá esto o aquello. Pronto nos encontramos en una tormenta de ansiedad completa. Empieza a caer sobre nosotros con vientos de fuerza huracanada – todos los hechos y los “qué pasaría si”, el caos de lo que salió mal y nuestra incapacidad para determinar los resultados. ¿Qué se supone que debemos hacer?
Recuerden a Dios. Eso es lo que debemos hacer. Recuerden que estas preocupaciones son tan antiguas como nuestros antepasados más lejanos y que Dios tiene experiencia en el área de responder desde el principio, aun mejor, que la forma como responde no es ignorando la dificultad sino enfrentándola. En resumen, debemos saber que no estamos solos, que Dios escucha y que Dios trabaja en medio de nuestro desastre.
1. No están solos
No hay como los salmos para explicar esto. No sólo explican una y otra vez que a Dios le importa, sino que, de una manera, viene a nuestro lado a sentir lo que sentimos. A veces olvidamos que los salmistas fueron gente como uno y que sus situaciones literalmente no se parecen en nada a lo que nosotros hemos experimentado. No debemos perder eso en la poesía. Cuando David dice, “Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno” (Salmo 23:4), debemos recordar que enemigos de verdad trataban de matarlo. Ahora, esa es una hermosa metáfora – el valle y la sombra y todo eso – pero funciona sólo porque la muerte lo rodeaba de verdad.
Los salmos son de la vida real, por eso nos ayudan. Sean cuales sean las circunstancias que atravesamos, por distintas que sean a las de los salmistas de hace años, existen semejanzas maravillosas. El salmo 37 resalta.
El salmo comienza: “No te irrites a causa de los malhechores; no tengas envidia de los que practican la iniquidad” (Salmo 37). De nuevo, “Deja la ira y abandona el furor” (Salmo 37:8). El punto es que no nos preocupemos. Seguramente existen varias razones por las cuales cualquier pueblo de Dios puede que se preocupe a lo largo de los siglos, pero la orden de no preocuparse y las bases de no preocuparse son las mismas. Cualquiera que sea nuestra preocupación, no estamos solos. Nuestros hermanos y hermanas han pasado por eso.
2. Dios los escucha
Un salmista escribe sobre la preocupación, lo cual quiere decir que ha ocurrido anteriormente. Pero también, más específicamente, el salmista aconseja al pueblo de Dios sobre la preocupación, lo que quiere decir que Dios sabe lo que está pasando. Dios no es ajeno a esto. Escuchó a su pueblo en aquel entonces y nos escucha ahora.
Los salmos en su totalidad aclaran esto de una forma maravillosa. Es hasta temático como creo que lo podemos ver en los primeros salmos. Lo que resalta cuando empezamos a leer el primer grupo en su totalidad es que David posee esta confianza incesante en la cercanía de Dios – que Dios lo escucha y le importa. “Con mi voz clamé al Señor, y El me respondió desde su santo monte” (Salmo 3:4); “El Señor ha apartado al piadoso para sí; el Señor oye cuando a El clamo” (Salmo 4:1,3); “Oh Señor, de mañana oirás mi voz” (Salmo 5:3); “El Señor ha oído la voz de mi llanto. El Señor ha escuchado mi súplica; el Señor recibe mi oración” (Salmo 6:8-9).
Este es el gran recordatorio que aun en lo profundo de nuestra preocupación, nunca encontraremos a Dios “indiferente o indefenso o tomado por sorpresa.” Y que aun cuando parezca que nadie escucha, que nuestros amigos nos han abandonado, podemos pasar la página con David al salmo 38:9, “Señor, todo mi anhelo está delante de ti, y mi suspiro no te es oculto.” Dios escucha, siempre.
3. Dios trabaja por ustedes
Pero él no sólo escucha, también responde. Los llamados del salmo 37 están llenos de recordatorios sobre las acciones de Dios. Es como si los salmistas nos llamaran desde la niebla y nos invitaran a ver cómo trabaja Dios. “Porque como la hierba pronto se secarán” [los malhechores], (Salmo 37:2); “Porque los malhechores serán exterminados” (Salmo 37:9); “Un poco más y no existirá el impío” (Salmo 37:10). De hecho, “El Señor se ríe de él [el mal], porque ve que su día se acerca” (Salmo 37:13). Necesitamos que la promesa de Dios sobre el futuro sea tan cierta que entendemos su sentido del humor.
Dios entra en nuestra complejidad, nuestras preguntas, nuestra preocupación y trabaja. Como nos recuerda David, “el Señor sostiene a los justos” (Salmo 37:17); “el Señor conoce los días de los íntegros” (Salmo 37:18); “el Señor sostiene su mano” (Salmo 37:24); “el Señor ama la justicia, y no abandona a sus santos” (Salmo 37:28); “El Señor no dejará al justo en sus manos [de los malvados], ni permitirá que lo condenen cuando sea juzgado” (Salmo 37:33). “Mas la salvación de los justos viene del Señor, Él es su fortaleza en el tiempo de la angustia” (Salmo 37:39).
Para hacerlo más claro aún, para eliminar la idea de que es puro sentimiento, que sólo necesitamos creer con fuerza, Dios no solamente tiene una palabra positiva que decirnos, sino que él es su Palabra por nosotros. No sólo nos lanzó tópicos espirituales desde lejos, sino que se subió las mangas, por así decirlo y vino hasta aquí. “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14, El Mensaje). Jesús vivió por nosotros. Murió por nosotros. Fue criado por nosotros. Nos enseñó a Dios de cerca y personalmente, lleno de gracia y de verdad.
Y nos dijo a las criaturas que nos preocupamos, “No se turbe vuestro corazón” (Juan 14:1).
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