La Guerra Del Amor

De Libros y Sermones Bíblicos

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Revisión de 01:20 18 mar 2015

Entendiendo Por Qué nos Airamos

El color era gris marsopa— la “marsopa” pertenece a la familia de los delfines. Gris marsopa. Ese es el color que mi esposa eligió hace unos años para pintar el solario de nuestra casa. A ella le encanta cuando me involucro en los proyectos de la casa, y este fue uno el cual me sentí muy contento de hacer. Empecé a pintar y estaba quedando muy lindo. Una noche, en medio del proyecto, mi esposa iba a salir con unas amigas y yo quedaba a cargo de los niños (eran solo tres esa vez, de 5, 3, y 1años). Bien, estaba volviendo de cenar con los niños esa noche, ya era cerca del horario de ir a la cama y el plan era llegar a casa, ponerse los piyamas e ir a dormir.

Estacione el auto y di instrucciones bien claras a las dos niñas mayores. Yo tenía que pintar así que les dije que mientras yo sacaba al bebé del asiento, las niñas debían entrar y prepararse para dormir. Les dije: “vayan adentro y pónganse sus piyamas”.

Fue en ese preciso momento que me acordé que había dejado la lata de pintura abierta en el medio del piso de la cocina, por lo tanto agregué, “niñas, cualquier cosa que hagan no vayan a entrar a la cocina. Vayan directo al su cuarto y pónganse los piyamas”.

Les abrí la puerta de calle, las dejé entrar y saqué al bebé del asiento. Si ustedes conocen algo de esos asientos de bebés, el nuestro no es precisamente para alguien con alto nivel de estrés. Así que mientras lo estaba destrabando, escuche un grito que venía de adentro de la casa, desde la cocina. Y escuché a mi hija mayor gritando: “¡Papi, Hannah se cayó en la pintura!”. Me apuré tratando de abrir la puerta corrediza del patio pero accidentalmente se había trabado, en serio, esa puerta se traba cuando menos te lo esperas. Yo escuchaba los gritos pero no podía entrar. Es en ese momento cuando las situaciones parecen suceder en cámara lenta. El bebé en una mano, las llaves en la otra mano, di un paso atrás y le di una patada a la manija de la puerta y pude entrar corriendo a la cocina donde todo era color gris marsopa.

No solo la pintura, también mi hija de tres años está acostada en la pintura gritando al mismo tiempo y pataleando. Y fue ahí en ese momento cuando de verdad casi enloquecí. Me sentí como desprendido de mi cuerpo mirando todo este evento desplegado en frente mío. No podía creer lo que veían mis ojos. Y calculadamente, de manera controlada, comenzó a salir humo de mi nariz y pequé.

Entendiendo El Por Qué

Ahora bien, pecar es siempre una estupidez, y cuando pecamos nos vemos estúpidos. Pero llegado el momento, contrariamente a lo que pensamos, la ira no es el problema— pecado es la causa por la cual estoy airado.

¿Ven? El tema con la ira es que siempre es una reacción por algo más. La ira nunca es en sí misma. Solo existe como una emoción provocada por algo externo. Esta manera de pensar es normal cuando se habla del asunto. Un nuevo libro acerca de la ira para una amplia audiencia explica que nos airamos cuando nos enfrentamos a una realidad inaceptable.

Cuando experimentamos algo que no nos gusta, algo inaceptable, nos enojamos—lo que nos dice que para entender la ira debemos observar aquellas cosas que encontramos inaceptables. Y para descubrir aquellas cosas que son inaceptables debemos observar aquellas cosas que amamos.

Somos Amantes

Los humanos somos amantes por naturaleza. Eso es lo que fundamentalmente somos. Somos afectuosas criaturas, adoradores. Por lo tanto, ¿qué hacemos con aquellas cosas que amamos? Las cuidamos, las protegemos, las guardamos y defendemos. Cuando nuestros amores corren peligro—nos enfurecemos.

Tim Keller ha dicho que la ira en sí misma es una clase de amor. La ira es amor en movimiento que protege las cosas que realmente amamos. Lo cual significa que lo opuesto a la ira no es ser bueno sino indiferente. Lo opuesto a la ira es no importarnos nada.

Si desean saber por qué estás airado observa las cosas que amas.

En Donde Nace El Problema

Y ahí es donde empieza el conflicto. Por eso la ira, a pesar de que no es pecado es pecaminosa. Los humanos no somos esencialmente amantes, somos amantes quebrados. Amamos las cosas equivocadas. San Agustín lo llama “afectos ordenados”.

Ustedes pueden ver cómo sigue.

Fuimos creados para amar a Dios por sobre todas las cosas, pero como pecadores le damos valor a otras cosas que nos sirven mejor. Este es el viejo dilema que hace enfocarnos en nosotros mismos y eleva las buenas cosas como si fueran las más primordiales.

Ahí es donde la ira funciona mal—y lamentablemente es la razón por la cual la mayoría de nosotros nos airamos. ¿Ven? Deseamos que lo único que nos ponga iracundos sea el muchacho que anda con su auto a toda velocidad por la calle cuando los niños están jugando afuera o las horribles injusticias que pasan en el mundo.

Pero en realidad, si prestamos atención, lo que nos pone furiosos son las pequeñas cosas que nos resultan inconveniente.

En la vida cotidiana, ¿saben lo que de verdad nos pone furiosos?

No son los grupos terroristas como ISIS o el aborto o el tráfico sexual de personas. Es el tránsito en las calles, el cierre de la chaqueta nueva que nos compramos, el plato de comida insuficiente que nos sirvieron en el restaurant o que no son agradecidos con nosotros.

La mayoría de nuestra ira, la pecaminosa ira, sucede cuando por estar tan consumidos por nuestro amor a nosotros mismos, la realidad se ve inaceptable porque no se me está sirviendo o dando. Puesto de manera simple, nos airamos porque nos amamos demasiado.

Fin de la Ira

Esta ira termina cuando encontramos paz profundamente en nuestra alma—cuando experimentamos una transformación en nuestras grandes pasiones y devociones. Prácticamente, hay una sola simple pregunta que debemos hacernos. Cuando el temperamento comienza a encenderse, el estrés a subir, podemos detenernos y preguntar:

¿Qué es lo que estoy amando tanto que me hace reaccionar de esta manera?

¿Qué es lo que estoy valorando, lo que quiero cuidar en esta situación que me provoca esta ira?

Si pudiera volver atrás (hubo varios querer volver atrás) me hubiese parado en la cocina, visto toda la pintura derramada en el piso, me hubiese cuestionado esa pregunta. Me hubiese detenido a pensar. ¿Qué es lo que más amo ahora?

Por El Gozo Puesto Delante Nuestro

Por voluntad de Dios, me hubiese arrepentido. Me hubiese dado cuenta en ese momento de mis reales afectos, no precisamente mis hijos. Cuando estaba ahí mirando toda la pintura y escuchando todos los llantos, no estaba amando a mis hijos, preocupándome por ellos. Lo único que podía pensar era acerca de todo lo que tenía que limpiar. Estaba tan ofendido de que no escucharon los que les instruí. Tan molesto que tenía que lavar la pintura del pelo de mi hija. Yo, yo, yo. Ese era a quien estaba amando. Y por eso me enfurecí y por eso fue pecado.

Pero es el pecado que ya no tiene dominio sobre mí. Es el pecado al cual yo estoy muerto, el pecado del cual fui libre. Por lo tanto, la próxima vez, quizás hoy o mañana, ¡oh conocer la mente de Cristo! Es lo que necesitamos. Amar lo que él ama, desear su gloria, derretirnos por su gracia, empaparnos de su supremacía y buscar su voluntad desesperadamente aun en medio del caos, cuando toda la pintura esta derramada en el piso o cuando la gente te vuelve loco, podemos como Jesús amarlos más que a nosotros mismos por el gozo que nos espera más adelante.

Jesús, ayúdanos a amarte más, a amar más lo que tú amas, y amar a otros, en tu nombre, amen.