Haz lo que sigue
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Revisión de 16:35 7 jul 2015
Por Adrien Segal sobre
Traducción por Susana Belvedere
Se me ha dado esta tarea para hacer. Por lo tanto, es un regalo. Por lo tanto, es un privilegio. Por lo tanto, es una ofrenda que haría para Dios. Por lo tanto, se debe hacer alegremente, si se hace para Él. Aquí, no en otro lugar, aprenderé la manera de Dios. En esta tarea, no en otra, Dios busca fidelidad. -- Elisabeth Elliot
Elisabeth Elliot fue una madre espiritual, y esta semana falleció.
Yo fui criada por una maravillosa madre terrenal y un padre que fue práctico, realista, con gracia y trabajador arduo. Tristemente, mis padres por propia admisión, no nacieron de nuevo. Las cosas que mis padres me enseñaron, a menudo correctas e importantes, fueron simplemente acerca de desarrollar carácter y fortaleza, civilidad y buenos modales, el trabajo duro e independiente, de manera que pudiera contribuir positivamente a la sociedad. Esas lecciones son buenas y correctas, y probablemente las necesito hoy más que nunca, pero después que nací de nuevo en 1982 comencé a ver que hay mucho más para aprender acerca de la vida y mi lugar en ella.
Cuando desperté a la nueva vida en Cristo, comencé a apreciar que la vida no es simplemente acerca de ser la mejor persona que podría ser o acerca de edificar una vida feliz para mí. Simplemente mi vida no me pertenece. Pertenece a Dios, a aquel que me creó y envió su hijo a morir por mí para que yo pudiera tener una nueva vida en él. Viviría para Él, para su gloria.
En ese tiempo mi iglesia enseñaba acerca del amor de Dios, pero no enseñaba bien la Biblia. En esos días conseguí la mejor enseñanza a través de la predicación de la radio y de Elisabeth Elliot.
Como una mamá joven, trataba de escuchar todos los días. Su programa recuerdo, duraba solo 15 minutos por día pero con tanto contenido en esos pocos minutos.
Una mujer que conocía a Dios
He aquí una mujer que conocía al Señor. He aquí una mujer dispuesta a servir al Señor sin importar adonde él la llamara. He aquí una mujer que padeció la muerte de su joven esposo como mártir en el campo misionero, y que permaneció allí por algunos años para compartir el evangelio de Jesucristo con la misma gente que asesinó a su amado esposo. Unos años más tarde, perdería a su segundo esposo de cáncer. Elisabeth Elliot sufrió más allá de lo que yo pudiera haber imaginado, como esposa y como madre. ¿Y su respuesta a todo eso? Confía en el Señor, obedécele y haz lo que sigue.
“Haz lo que sigue” se transformó en un mantra en nuestro hogar. Mi esposo y yo todavía lo usamos después de veinte años para darnos ánimo uno a otro. Elisabeth siempre tenía una base en las Escrituras para su consejería la cual era directa, coherente, y sin sentimentalismos. Era fácil para una exhausta y egocéntrica generación de madres de niñitos caer en auto conmiseración pero cada día Elisabeth Elliot con gracia pero con firmeza me ponía nuevamente de pie. Me recordaba que mi situación era un llamado de Dios y que era nada lo que millones de mujeres no habían hecho antes que yo con menos recursos y conveniencias.
Obediencia y felicidad
Ella enfatizaba la consistencia en la disciplina, y afirmaba regularmente que incluso los niños más pequeños son capaces de obedecer si los padres, especialmente las madres, son firmes pero cariñosas. Aprendí que los niños más felices son aquellos cuyas madres y padres tienen la valentía y la fortaleza de disciplinar bien. Y aprendí la importancia de la obediencia, no simplemente para mis hijos sino para mí misma.
Antes de yo ser madre, cuando estaba en la universidad en los años setenta, el ambiente social se dio vueltas y parecía que todos eran rebeldes a obedecer cualquier cosa excepto a la “voz interior”. Para mi beneficio eterno y para el de millones, Elisabeth Elliot confrontó tal mentira con audacia. Una vida de obediencia a Dios quien me creó, me salvó y me amó, nunca me haría daño. Mi obediencia a Él nunca me haría perder la felicidad o satisfacción. Al contrario, la obediencia es el camino más seguro y más rápido hacia el gozo más grande.
Un llamado a las mujeres mayores
La Biblia enfatiza la importancia de las mujeres mayores hablando a las vidas de las más jóvenes:
Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada (Tito 2:3-5).
Estoy tan agradecida que Elisabeth Elliot dedicó su vida haciendo esto para las mujeres de mi generación. Con solo unos minutos por día, ella me ayudó a amar mejor a mi esposo. Ella me ayudó a criar niños felices y obedientes que aman al Señor. Ella me ayudo a ver que mi llamado más grande en la vida es el de vivir cada día, cada momento, haciendo lo que sigue para la gloria del Señor. Eso es un maravilloso legado.
Que yo y otras como yo sean obedientes al llamado de Dios de hacer lo mismo para las generaciones de madres que sigue.
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