Cuando Dios interrumpe tus planes
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Revisión de 19:18 17 jul 2015
Por Christina Fox sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Laura Coloma
Estábamos de vacaciones recientemente cuando Dios interrumpió mis planes. Mi familia y yo viajamos cientos de millas para quedarnos en un hotel en la playa. Había organizado pasar un día con amigos. Pero en medio de la noche, justo antes de mi programado día libre, uno de mis hijos despertó enfermo. Pasé todo el día siguiente encerrada, mirando, a través de la ventana, la
Una vida interrumpida
Mi vida está llena de interrupciones, inconvenientes, frustraciones y eventos inesperados. Las cosas se rompen. Ocurren accidentes. El teléfono suena justo cuando entro en la cama. El tráfico me hace llegar tarde. Cuando no podemos gastar más, se descompone un electrodoméstico. Enfermedades inesperadas cambian mis planes organizados cuidadosamente. Puedo seguir y seguir. Probablemente ustedes también.
El problema es que, por lo general, manejo muy mal las interrupciones. Reacciono con frustración y rabia. Como una niña pequeña, quiero patear el piso y decir, “¡No es justo!” Culpo a los demás por molestarme. Hasta celebro mis propias fiestas de autocompasión.
Aun cuando estas interrupciones inesperadas me toman por sorpresa, ellas no toman a Dios por sorpresa. No son eventos aislados, sin sentido. De hecho, las interrupciones son puestas divinamente en mi camino por una razón. Dios utiliza estas interrupciones para hacer que me parezca más a Cristo.
El tráfico lento, un hijo enfermo o una reparación costosa no parecen herramientas importantes en nuestra santificación, pero lo son. Por lo general, ignoramos estas interrupciones e inconvenientes y en su lugar esperamos que Dios trabaje en nuestra vida a través de circunstancias importantes que la cambien. Pero la verdad es que no tendremos con frecuencia en nuestras vidas grandes acontecimientos que nos hagan confiar en Dios y obedecerle de manera profunda. No seremos llamados a construir un arca o llevar a un hijo único al Monte Moriah. Por el contrario, es en estas pequeñas frustraciones e interrupciones, en las cosas simples de la vida, donde se nos da la oportunidad de confiar en Dios, de obedecerle y ofrecerle gloria.
Así lo explica Paul Tripp:
Ustedes y yo no vivimos en una serie de momentos importantes, dramáticos. No pasamos de decisión importante a decisión importante. Todos vivimos en una serie infinita de momentos pequeños. El carácter de una vida no se forma en diez grandes momentos. El carácter de una vida se forma en diez mil pequeños momentos de la vida diaria. Son los temas de las luchas que emergen de esos pequeños momentos los que revelan lo que realmente está sucediendo en nuestros corazones (Más Blanco que la Nieve, p. 21).
Interrupciones de gracia
Estos diez mil pequeños momentos vienen en forma de niños pidiendo que juguemos un juego cuando estamos atareados con otra cosa. Son los momentos en los que estamos atrapados detrás de un autobús escolar cuando ya estamos tarde para una cita o cuando se desinfla una rueda camino al trabajo. Están en todos estos momentos del día cuando las cosas no salen como queremos, nuestros planes fallan y nuestra vida es interrumpida.
Es en estos momentos donde el zapato aprieta - donde nuestra fe es puesta a prueba y miramos hacia abajo para ver si estamos parados sobre rocas o arena. ¿Creemos realmente que Dios tiene el control de todos los detalles de nuestra vida? ¿Creemos realmente que su gracia es suficiente para ayudarnos a sobrellevar el día? ¿Creemos realmente que el evangelio de Cristo es lo suficientemente poderoso no solo para salvarnos eternamente, sino también para apoyarnos y fortalecernos en medio de las interrupciones de la vida? ¿Creemos realmente que Cristo es suficiente para satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón?
Estas interrupciones son actos de la gracia de Dios. Nos obligan a examinar estas preguntas. Nos hacen enfrentar nuestros pecados. Son la manera que tiene Dios de quitarnos el velo de los ojos y hacernos ver que necesitamos el evangelio en todo momento del día. Son la luz que brilla en las cavidades más oscuras de nuestro corazón, revelando lo que está allí realmente – los pecados e ídolos que hemos arrinconado en una esquina, pensando que si no podemos verlos, no deben existir.
El aviso que necesitamos
Estas interrupciones nos recuerdan que no hemos descifrado la vida y que no podemos hacerlo solos. Son como la vara del pastor, que nos saca de nuestro camino errante y nos lleva de regreso hacia el Gran Pastor. Necesitamos estas interrupciones. Más que nada, nos acercan a la cruz de Cristo donde debemos recordar el evangelio y recibir su gracia y perdón.
Es difícil considerar que todos estos pequeños eventos e interrupciones de nuestro día han sido colocados divinamente como oportunidades para crecer en gracia, pero es así. Y considerarlos como tal nos ayuda a dejar de prestar atención a nosotros mismos y enfocarnos en Cristo, quien se preocupa más por nuestra transformación que por nuestra comodidad diaria. En lugar de darnos una vida fácil, la interrumpe con gracia y nos muestra lo que más necesitamos - él mismo.
¿Y tú? ¿Tu vida está llena de interrupciones? ¿Ves la mano de Dios trabajando en ellas?
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