Dios obra en aquellos que esperan
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Revisión de 14:31 9 ago 2016
Por David Mathis sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Carlos Diaz
Estamos viviendo en la época de la impaciencia. Ya sea que estemos esperando en línea, esperando en el tráfico, esperando por un servicio de comida, o esperando por matrimonio, el apostar nuestro tiempo es más contracultural que nunca. Hemos sido condicionados a tenerlo a nuestra manera, cuanto antes. Primero fue la comida rápida y el café instantáneo; luego también fue todo lo demás.
En un día tal como los nuestros, tenemos más que la razón para maravillarnos en la paciencia perfecta de Jesús. No sólo tenemos los ejemplos de la antigua alianza de los salmistas — quienes “esperaron pacientemente por el Señor” (Salmos 40:1) y motivaron a sus lectores a hacer lo mismo (Salmos 37:7); también tenemos a Abraham (quien “al haber esperado pacientemente, obtuvo la promesa”, Hebreos 6:15), junto con todos “aquellos quienes mediante la fe y la paciencia heredaron las promesas” (Hebreos 6:12). Y mucho más importante, tenemos al Dios-hombre mismo como ejemplo de la “paciencia perfecta” (1 Timoteo 1:16).
Cuando Jesús muestra su paciencia, no sólo nos muestra la verdadera paciencia de su Padre, sino lo hace como verdadero humano. Él demuestra la clase de vida divina que puede expresarse en nuestra propia carne humana. Y por tanto la Biblia está llena de llamadas a la paciencia de Cristo. El Nuevo Testamento nos brinda al menos cinco situaciones específicas en las cuales Dios nos da poder para esperar. Considerelas como indicadores para la plegaria y oportunidades particulares para buscar una paciencia más grande en la fortaleza que él suministra (1 Pedro 4:11).
1. Paciencia con las personas
Podemos estar propensos a pensar primero en la paciencia con respecto a las cosas; ya sea en el servicio de comida o la velocidad de conexión de internet. Pero detrás de las cosas están las personas. Vivimos en un universo personal, creado por un Dios personal, y nuestras circunstancias diarias, incluso cuando ellos se sienten aislados de todo lo demás, están formados inevitablemente por otras personas. Si vamos a ser personas con mucha paciencia, eso tendrá que relacionarse con personas reales.
Cuando el apóstol nos incita a “caminar de una forma valiosa” de nuestro llamado en Cristo, él lo rellenaba exclusivamente en términos con otro significado: “con toda humildad y gentileza, con paciencia, soportándonos los unos a los otros con amor, deseosos de mantener la unidad del Espíritu en el lazo de la paz” (Efesios 4:1-3). La paciencia se relaciona con las otras personas.
De forma similar, estamos llamados a cultivar “corazones compasivos, amabilidad, humildad, modestia, y paciencia, sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien tenga motivo de queja contra otro” (Colosenses 3:12-13). La paciencia es soportar a las demás personas cuando no comparten nuestra cadencia, prácticas, prioridades y sentido del tiempo. Que “reprendan a los indisciplinados, animen a los tímidos, sostengan a los débiles, y sean pacientes con todos” (1 Tesalonicenses 5:14).
2. Paciencia al hacer el bien
Para obtener algo incluso más específico, una manera en que la paciencia se oriente a los demás es al sobrellevarlos al hacerles bien. Las buenas voluntades de los cristianos son personales - están para el bien de los demás. Cuando Jesús cuenta su parábola del sembrador, él caracteriza el suelo fértil como “aquellos que, al escuchar la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su paciencia” (Lucas 8:15). La paciencia no sólo se produce por el mismo Espíritu Santo, sino también ayuda al dar frutos para el bien de los demás.
Ninguna fertilidad significativa a largo plazo en este mundo caído viene sin obstáculos y resistencia. Para atender a otros en una forma significativa significará encontrar fricción al poco tiempo. La paciencia, entonces, es la virtud del alma que nos ayuda a perseverar al hacer el bien, y no estar asustados de las causas valiosas a causa de la oposición, el afán y la fatiga.
3. Paciencia en el liderazgo
Una de las verdades más impactantes acerca de la paciencia en la Biblia es su emparejamiento con el liderazgo. Todos los cristianos pueden (y deberían) incrementar la paciencia, pero no es un requisito previo para ser un Cristiano. Sin embargo, se requiere la paciencia para el oficio en la iglesia.
“El que sirve al Señor” dice Pablo, debe ser “amable con todos, apto para enseñar y paciente en las pruebas” (2 Timoteo 2:24). Aquellos que “proclaman la palabra” insisten “con una paciencia incansable” (2 Timoteo 4:2). Observen que la paciencia acompañadora se mantiene en la alabanza de Pablo de su protegido Timoteo: “Tú has seguido de cerca mi enseñanza, mi modo de vida y mis proyectos, mi fe, mi paciencia, mi amor y mi constancia” (2 Timoteo 3:10). La paciencia incluso juega un papel central en la defensa de Pablo de su apostolado (2 Corintios 6:4-6; 12:12).
En el corazón de un liderazgo formal en la iglesia cristiana, es necesario ser un modelo para el rebaño (1 Pedro 5:3). Jesús significa para su iglesia no sólo tener su ejemplo de “paciencia perfecta”, sino también de ver la paciencia experimentada en la comunidad por los líderes debidamente designados y reconocidos, imperfecta como debiera ser.
4. Paciencia en el sufrimiento
El aspecto de la paciencia que quizás sea más difícil de cultivar es la paciencia en el sufrimiento. Es mucho más difícil soportar a una persona molesta cuando su propio cuerpo no siente dolor, pero ¿cómo ustedes aguantarán en el dolor y sufrimiento? ¿Tendrán ustedes los medios en proceso para tener la paciencia con Dios a medida que él despliega su cronometraje perfecto, el cual generalmente no corresponde a nuestras preferencias? ¿Seremos nosotros “pacientes en la adversidad” (Romanos 12:12), acudiendo a los profetas para “un ejemplo de sufrimiento y paciencia” (Santiago 5:10)?
Dios tiene un bálsamo especial para darle a sus hijos en sufrimiento. Él guarda su mejor vino, dijo Samuel Rutherford, en las bodegas de la aflicción. Y él duplica su alegría al permitirnos servir como instrumentos de su comodidad hacia otros que estén sufriendo. Es así pues que nuestra paciencia en el sufrimiento ayuda a los demás a soportar con paciencia. “Si sufrimos, es para consuelo y salvación de ustedes; si somos consolados, también es para consuelo de ustedes, y esto les permite soportar con paciencia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos” (2 Corintios 1:6).
Cinco veces en los primeros tres capítulos del Apocalípsis, el apóstol Juan menciona la perseverancia. Escribe como “hermano de ustedes, con quienes comparto las pruebas, el reino y la perseverancia en Jesús” (Apocalípsis 1:9), y luego muestra que su perseverancia emanada de Cristo multiplica a medida que hace eco en las vidas de los seguidores de Cristo (Apocalípsis 2:2-3, 19; 3:10).
5. Paciencia con la segunda venida
Finalmente, nosotros esperamos el regreso de Cristo. Como cristianos, nuestra más grande alegría aguarda por algo que aún no tenemos. Anhelamos ver a Jesús cara a cara. “En cambio, si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con paciencia” (Romanos 8:25). Santiago hace la conexión de forma incluso más fuerte:
Tengan paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. Miren cómo el sembrador cosecha los preciosos productos de la tierra, que ha aguardado desde las primeras lluvias hasta las tardías. Sean también ustedes pacientes. Preparen sus corazones, porque la venida del Señor está cerca. (Santiago 5:7–8)
Al esperar pacientemente el regreso de Jesús es la paciencia climática para el cristiano; y vea bien, no es una “paciencia” que equivale a ser apáticos sobre su regreso. La verdadera paciencia presupone un anhelo agudo y un dolor intenso. No podemos ser pacientes con su segunda venida si primero no sentimos nostalgia por ella. Volver a mirar nuestro mundo quebrado y enfermo por el pecado y decir, “¿Por cuánto tiempo, Oh, Señor?” no es traicionar la paciencia, sino que le otorga a la paciencia su más grande expresión.
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