Utilicen la ansiedad para su provecho

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English: Use Anxiety to Your Advantage

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Por Vince Miller sobre Miedo y Ansiedad

Traducción por Carlos Diaz


La ansiedad es la forma más predominante de enfermedad mental en nuestro país, plagando tanto a los jóvenes como a los viejos,, mostrándose como síndrome de estrés postraumático, trastorno compulsivo obsesivo, incluso fobias y trastornos generalizados de ansiedad.

De vez en cuando todos tenemos problemas, ya sea como una forma de vida o debido a circunstancias particulares más allá de nuestro control. Lleva acerca de las reacciones físicas como agitarse, presión cardíaca elevada, dificultad para respirar, sudoración, frustración, e ira. Incluso la depresión puede estar vinculada a una serie de ansiedades que experimentamos en la vida.

Culturalmente, somos un cúmulo de nerviosismo, y nadie está inmune a ello.

Contenido

Jesús sana los corazones ansiosos

Mi problema con la ansiedad comenzó temprano. Siendo niño, experimenté sueños vivos que hicieron correr mi corazón. Incluso pensar en ellos hoy lleva ciertas emociones. Los terrores nocturnos vinieron de repente y sin escapatoria. Estaba atrapado por media hora luego de despertar, todavía preso del terror.

Eventualmente, un asesor me ayudó a liberarme de esos sueños. Pero como adulto, la ansiedad volvió en forma de insomnio. Algunas noches me despierto completamente empapado en sudor. Un sueño promedio nocturno para mí es de cuatro horas. Me despierto a las dos, tres, cuatro de la mañana y nunca vuelvo a dormir.

Por los últimos veinte años, he leído Mateo 6:25–34 cientos de veces, ya que no sólo he luchado con la ansiedad, sino también con la vergüenza y pena de tener el problema en primer lugar. Allí, descubrí que Jesús cuida de nuestros corazones ansiosos. Y nos enseña cómo dirigir nuestras mentes y corazones para complacer a Dios.

Jesús cambia nuestro enfoque

La comprensión de los temores anidados profundamente dentro de la humanidad, Jesús comienza la discusión con un mandamiento obligatorio, luego le agrega raciocinio que todos podemos tomar.

“No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber, ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y aún así vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:25–26)

Busquen. Hay quinientos millones de aves ambrientas volando por allí. No siembran, siegan, ni recogen en graneros y aún así su Padre en el cielo conoce su necesidad y las alimenta a todas y cada una. Si Dios alimenta a los animales, esencialmente sus mascotas, ¿no te alimentará?

A ustedes, a quienes Dios creó a su imagen. A ustedes, a quienes Él diseñó ser únicos entre las criaturas de esta tierra. A ustedes, a quienes Él ha colocado su espíritu en su interior. Busquen y recuerden que Él cuida de ustedes y les proveerá. Dios los diseñó, los conoce, y desea guiarlos a una vida fructífera y productiva.

Jesús cambia nuestro enfoque al “más” en la vida — lo que nuestros corazones desean. Hay un tipo diferente de vida que experimentamos en comunión con nuestro Creador que es sobrenatural. Allí es donde nuestras vidas se vuelven más que “alimento y ropa.”

“¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” (Mateo 6:27). Los minutos, las horas, los días, o incluso los años que gastamos siendo ansiosos contabilizan para un tiempo desperdiciado y robado. Preocupaciones por cosas naturales respecto a nuestros cuerpos, nuestra salud, fondos de jubilación, la inminente carrera política, e ISIS son asuntos de Dios. Él estará preocuoado por ellas porque Él cuida de ustedes, y desea guiarlos a una vida fructífera y productiva.

Que nuestra preocupación diga sobre Dios

En Mateo 6:30, luego de continuar probando el cuidado y amor de Dios, Jesús pregona nuestra ansiedad diciendo, “Oh, hombres de poca fe.” La dura verdad es que cuando estamos ansiosos, demostramos la falta de fe. No confiamos en Dios y en vez de eso tomamos control, de alguna forma creyendo que podemos tomar mejor cuidado de nuestras vidas que en Dios. Es como si dijéramos al Creador del universo, “No te necesito, porque tengo esto arreglado.” Luego, nuestros corazones y nuestras mentes circulan y giran como hamsters en una banda sinfín. Pero valemos más. Incluso cuando la situación parezca intolerable, podemos confiar en Dios.

Podemos ir hacia Él con nuestras preocupaciones, incluso cuando nuestros corazones se sientan en el aire por nuestros matrimonios, hijos, empleos, la jubilación, la salud y así sucesivamente. Incluso cuando dudamos, podemos reconocer nuestro pecado. La fe recurre a Dios y acepta lo que se está dando, solicitándole utilizar cualquier circunstancia que enfrentemos para su bien y gloria, y para refinarnos bajo su imagen.

Practiquen el Cambio

Luego, casi al final del pasaje, Jesús nos pide cambiar nuestros corazones cambiando el enfoque. “Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33). Nos dice que pasemos nuestras mentes de las preocupaciones de esta vida a los problemas de mayor importancia, para cambiar nuestro enfoque a los valores eternos.

Respiren. Confíen. Transfieran su ansiedad a Dios y coloquen su preocupación donde pertenece: en las cosas de Dios.

Es difícil practicarla, pero este es el camino al sustento sobrenatural. Cuando la mente está enfocada en lo que Dios está preocupado, las ansiedades se disipan, y Dios nos provee con lo que necesitamos.

Solía odiar ser una persona ansiosa. Ahora no me importa tanto, porque en esos momentos cuando despierto a las dos o tres en punto de la mañana con sudor frío, mi mente dando sobresaltos, preocupaciones por dinero, el futuro, aquellos que dependen de mí desbordándose, giro sobre mi cama y me hinco en oración. Practico este cambio cada vez que mi ansiedad me golpea. Le pido a Dios transferir mis ansiedades de las cosas de este mundo a las cosas que a Dios le preocupan.

Y allí en esos momentos lucho la guerra a la que Dios me ha llamado a pelear como hombre de Dios.


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