Debemos mover montañas
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Revisión de 18:58 12 oct 2017
En el Monte de la Transfiguración, Jesús le reveló su gloria divina a Pedro, Santiago, y Juan. Al volver a reunirse los cuatro con el resto de los discípulos y la siempre presente muchedumbre, bulliciosa, curiosa y menesterosa, un padre desesperado se arrojó ante Jesús y le rogaba,
- “¡Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático y padece gravemente! Pues muchas veces cae en el fuego, y muchas veces en el agua. Lo traje a tus discípulos, y no lo pudieron sanar” (Mateo 17:15–16)
La respuesta de Jesús seguramente sorprendió a todos:
- “¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo los soportaré? ¡Tráiganmelo acá! (Mateo 17:17)
¡Que palabras tan quemantes! Casi podemos ver a los impotentes y reprendidos discípulos mirándose humillados los unos a otros. Trajeron al niño afligido a Jesús y sus palabras omnipotentes rápidamente eliminaron ambos demonio y enfermedad.
La Santa Ira de un Dios Sufriente
¿A quién le decía Jesús incrédulo y perverso? Estas palabras iban dirigidas a los discípulos, al pueblo, a Israel, al mundo, y a nosotros. La palabra griega geneá (generación) abarca a todos estos: un grupo, una nación, o una época entera.
En esta exclamación de Jesús atisbamos la profunda angustia y sufrimiento con que vivía durante su estancia en la tierra. Estas palabras no fueron simplemente una descarga impaciente de un hombre cansado. Esto fue una premeditada, calculada, y en todo caso altamente refrenada y subestimada revelación de la ira que el Santísimo experimenta al tener que soportar a la gente mala (Lucas 11:13) que ni se da cuenta de lo mala que es (Juan 2:24-25)
Qué doloroso tenía que haber sido para Jesús que creó y amó de manera única a cada una de estas personas, que por su propia perversidad no lo conoció, ni le creyó, ni lo recibió. (Juan1:3, 10–11) Claro, a muchos les encantaba que El pudiera sanar, alimentar, y emocionarles con milagros. Sin embargo, como Creador-a quien tendrían que dar cuenta de sus pecados (Juan 5:22; Romanos 14:12)- fue despreciado y desechado por ellos (Isaías 53:3). Eran incrédulos y perversos, y Jesús que era fiel y justo (Apocalipsis 3:14), moraba entre ellos. Sobrellevar eso era más difícil de lo que ellos imaginaban.
La Poca Fe Resulta en Fracasos de Ministerio
Los discípulos, en ese momento estaban dentro de “los incrédulos y perversos.” Y nosotros también podemos estarlo. La incredulidad es la peor parte de nuestra perversidad. Con más exactitud, la falta de fe en Dios es la raíz de nuestra perversidad
¿Eran los discípulos realmente incrédulos? Después de todo, sí trataron de echar fuera al demonio y la enfermedad. ¿No procedieron con fe? Tal vez. Pero la medida de fe presente, aunque bien intencionada, no produjo resultados. No mostró la gloria ni el poder de Dios, ni proclamó la venida de Su reino, y no ayudó al niño ni a su padre. Por eso Jesús no celebró sus esfuerzos; sino reprendió su fracaso.
Después, cuando en privado los discípulos le preguntan a Jesús por qué habían fracasado, su explicación fue sucinta: “Por vuestra poca fe” (Mateo 17:20). Esta fue una respuesta desconcertante. Jesús no les explicó que fuera la voluntad misteriosa e inescrutable del Señor que determinó no efectuar la sanidad a petición de ellos para con el niño. Jesús le echó la culpa directamente a ellos. Su ministerio fracasó por su poca fe.
Este relato se incluye en el canon Bíblico en parte para turbarnos y obligar que nos hagamos la misma pregunta introspectiva sobre nuestros fracasos en el ministerio que se hicieron los discípulos: “¿Por qué no pudimos ____?”
Por supuesto que el hecho de que no todas las oraciones por sanidad, provisión, conversión, etc. sean contestadas es el resultado de poca fe. Pero no nos podemos librar de culpa muy rápidamente al no ver nuestras oraciones contestadas, ni cuando nuestros ministerios fracasan. Ser Calvinista no significa que siempre podemos apelar a la inescrutabilidad misteriosa de Dios. Si, Dios es soberano. Y en esta narración, el Dios soberano habla a las claras: La poca fe resulta en fracasos de ministerios.
¿Qué Tal Si Nada Fuera Imposible Para Ti?
Sin embargo, como todos los reproches de Jesús a sus discípulos, su reprobación no es para condenarnos, sino para exhortarnos a profundizar más. Si en este momento tenemos poca fe, es posible desarrollar más fe. Si fracasamos ayer- u hoy, no tenemos que seguir en el fracaso. “Poca fe” no es una etiqueta permanente. Jesús utiliza la frase para impulsar nuestra transformación. Porque a continuación dijo:
- “De cierto les digo que si tienen fe como un grano de mostaza, dirían a este monte: “Pásate de aquí, allá”; y se pasará. Nada les será imposible.” (Mateo 17:20)
Si el reproche de Jesús por nuestra poca fe nos abate, su promesa nos debe levantar: “nada les será imposible.” Esas no son palabras vacías. Esa frase es como tener dinero en el banco.
¿Cómo vivieras si realmente creyeras que nada te sería imposible?
No permita que su escepticismo le haga ignorar esa pregunta. Nuestra pronta y estridente incredulidad no es encomiable. Es perversa, retorcida. Nos roba más de lo que pensamos. Al contemplar semejante pregunta, podemos caer en la tentación de inmediatamente señalar los errores del Movimiento de la Palabra-de-Fe y reafirmar que no vamos a caer en esa cuneta. Y bien no debemos hacerlo. Pero eso no nos justifica vivir en paz con poca fe e impotencia en el ministerio del reino.
Se supone que movamos montañas — ver suceder lo imposible a través del ejercicio de la fe en las promesas omnipotentes de nuestro soberano Señor. Si no vemos que se mueven las montañas, estamos viviendo por debajo de nuestros medios. Estamos viviendo como mendigos teniendo millones en nuestra cuenta bancaria celestial. Jesús no aprueba esto, sino que lo reprende.
La fe del pueblo de Dios es la vía por la cual el Señor desea manifestar una gran cantidad de la gloria que resulta en la transformación de los inconversos. Si tenemos poca fe, mostramos poca gloria. No debemos conformarnos con esto.
Si reconocemos que tenemos poca fe, debemos arrepentirnos hoy mismo y unir nuestro ruego al de los discípulos, “Auméntanos la fe” (Luke 17:5), y no permitir que el Señor nos pase por alto sin bendecirnos con una respuesta. Es una petición que El se complace en conceder.
Jesús realmente pretende que movamos montañas. Quiere que vivamos en el gozo audaz de saber que nada nos será imposible.
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