Nadie sigue su corazón
De Libros y Sermones BÃblicos
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Revisión de 21:36 27 nov 2017
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Silvana Borghi
Realmente nadie sigue su corazón. Sé que suena extraño, dado el predominio de nuestra creencia de «seguir nuestro corazón». Pero si pensamos cuidadosamente acerca de cuál «corazón» es y cómo funciona, veremos que esta creencia no tiene sentido y que termina confundiendo y desorientando a las personas.
Hace unos años escribí un artículo titulado «No sigas tu corazón», en el cual argumentaba que, si se considera que el corazón tiene una orientación patológicamente egoísta, no es el líder que debemos seguir.
Algunos lectores objetan esta frase argumentando que, como cristianos, nuestros corazones de piedra deben remplazarse con nuevos corazones de carne (Ezequiel 36:26) y, además de esto, este corazón debe ser digno de confianza para seguir. Entiendo el punto aunque lo considero muy ingenuo. En Romanos 7 (en muchos pasajes del Nuevo Testamento) se da testimonio y, mi extensa experiencia y observación lo confirman; de una naturaleza de pecado, activa y engañosa, que aún infecta a la persona regenerada, lo que requiere que seamos cautelosos y vigilantes.
Pero prosigamos buscando claridad por lo que basaré mi argumento dando un paso más y diré: Nadie sigue su corazón. Porque Dios no creó nuestro corazón para que funcione de esa manera.
¿Qué es «el Corazón»
¿Qué se quiere expresar cuando se dice «Sigue tu corazón»? No creo que muchos hayan reflexionado cuidadosamente sobre ello. Siempre es sensato saber quien es líder antes de decidir si es sabio y seguro seguirlo, debemos preguntarnos entonces, ¿qué es lo inmaterial en lo que llamamos «el corazón»?
¿Alguna vez trataron de responder esta pregunta? Puede parecer algo extremadamente obvio al principio, hasta lograr entenderlo y te das cuenta que el agua es más profunda y traicionera de lo que habías pensado. Este es mi intento de explicación: el corazón es una metáfora bíblica para nuestro interior, el alma, que es la fuente de nuestros afectos.
El cariño o afecto es nuestra fuerte inclinación hacia o lejos de algo o alguien. Tratamos de llamar esas inclinaciones «amores» u «odios» Los afectos son la medida del alma que puede decirnos lo mucho y lo poco que valoramos a las personas o cosas.
Así podemos decir que nuestro corazón es nuestro tesoro porque Jesús dijo: «Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón». Y porque Dios es en sí mismo la existencia del supremo tesoro, tenemos el mayor de los afectos por Él, estamos hechos para amarlo con todo nuestro corazón (Mateo 22:37)
Cuidado con el poder de una frase
Nuestro corazón desea lo que atesora. En otras palabras, el corazón es un «buscador de lo que desea». Entonces, cuando la gente dice «Sigue tu corazón», lo que realmente quiere decir es «Persigue lo que deseas». Pero decirlo de esta manera lanza una luz reveladora y se lleva la eufemística bruma de ensueño de nuestra creencia cultural.
Las palabras son poderosas. Pueden tener un crecimiento excesivo, enredado y revelar la verdad gloriosa o las mentiras más tortuosas. O pueden ofuscar, manipular y engañar. «Sigue tu corazón» y «Persigue lo que deseas» son buenos ejemplos de lo que quiero decir.
«Sigue tu corazón» suena de manera noble, heroica, aventurera y con coraje. Y parece cargar con un peso obligación moral, de manera que negarlo hiciera que nos traicionáramos a nosotros mismos. Suena como algo cercano a lo sagrado. Si alguien está en la cruzada de seguir su corazón, se siente como casi una violación cuestionarse si lo deben hacer.
Pero la frase «Persigue lo que deseas» es más vulgar y es inherente a peligros que son más obvios. Cuando escuchamos esto, intuitivamente reconocemos las ambigüedades morales en juego y se siente la ambivalencia debido al egoísmo que sabemos, infecta nuestras motivaciones. Podríamos no estar de acuerdo con lo que deseamos perseguir pero, todos acordamos que no todo lo que anhelamos debe ser buscado. Sabemos que nuestro corazón está lleno de deseos que no son buenos para nosotros.
Pero más allá de esto, «Persigue lo que deseas» clarifica quien lo seguiría. Las palabras claves de esta frase son «que» y «desear» Nuestros «deseos» siguiendo «que». Si nuestro corazón es nuestro «buscador de deseos», sigue lo que busca, desea. Si nuestro corazón es nuestro tesoro, sigue o persigue lo que desea atesorar. En otras palabras, no debemos seguir a nuestro tesorero, sino que nuestro tesorero nos dice qué tesoro buscar.
Nunca sigas a tu corazón.
Este es por qué de la frase «sigue tu corazón» es confusa y engañosa. Es como que estás diciendo sigue a tu seguidor o atesora a tu tesorero o busca a tu buscador.
La verdad es que nunca debes seguir realmente a tu corazón. El corazón es la parte de ti que sigue lo que tú deseas. Ese es e porqué la Biblia nunca nos instruye en eso. La Biblia solo nos enseña que nuestro corazón hace lo que Dios designa que debe hacer: sentir el amor verdadero. Dios le dice a nuestro corazón que atesore lo que es verdaderamente valioso (Mateo 13:44), que ame lo correcto por las correctas razones (Mateo 22:37-39), que confíe en lo que es verdadero (Proverbios 3: 5-6) y a odiar lo que es malo (Salmo 97: 10).
Lo que sigues, lo que persigues, es el objeto que conmociona los afectos de tu corazón. La exhortación «no sigas tu corazón» continúa repitiéndose porque yo creo que el enemigo usa esa creencia cultural para obturar la verdad, manipular a las personas y llevarlas al engaño.
«Sigue tu corazón» no es algo benigno. Tiene una resonancia poderosa, aunque vaga, una idea impresionista que suena muy cerca de ser verdad, tanto, que si no somos cuidadosos, simplemente la aceptaremos al valor nominal. Y luego, cuando se hace tan valiosa nos informa cómo tomamos nuestras decisiones y nos guía a toda clase de egoísmos y caminos destructivos, todo el tiempo diciéndonos que simplemente estamos siendo nobles y sinceros con nosotros mismos. Si Satanás puede lograr que mantengamos nuestros ojos en lo que creemos que son los sueños sagrados de nuestros corazones, también sabe que puede mantenernos ciegos al verdadero tesoro.
Pero Dios no quiere que mantengamos nuestros ojos en nuestro corazón porque no lo creó para que lo sigamos El corazón se creó para ser dirigido y liderado (2 Tesalonicenses). Dios quiere los ojos de nuestro corazón se iluminen para ver el tesoro real y lo busque. Ese es el porqué nos dice que fijemos los ojos en Jesús, el creador y consumador de nuestra fe (Hebreos 1:18) Dios no desea que nosotros pensemos erróneamente y que sigamos nuestro corazón. Él quiere que nosotros sepamos que debemos seguir a Jesús.
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