¿Te escuchas–o te hablas a ti mismo?

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Sobre esta Traducción
English: Are You Listening to Yourself — or Talking?

© Desiring God

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Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Romina Mendoza


Transcripción de audio

El escritor del Salmo 42 predica a su propia alma. Esta es una de las lecciones más importantes de la vida. Verso 5: “¿Por qué estás abatida, alma mía? Entonces, habla a su alma. “¿Por qué estás abatida, alma mía? ¿Por qué estás agitada dentro de mí? Mi esperanza puesta en Dios; porque rezaré otra vez, mi salvación y mi Dios. “Esa es una lección esencial que hay que aprender.

Permíteme leerte un párrafo del libro de Martyn Lloyd-Jones. Cuando leí este párrafo hace años pensé “Tengo que hacer eso. Tengo que hacer más de eso.” Aquí un pasaje.

¿Te has dado cuenta que la mayor parte de tu desdicha en la vida se debe a que en vez de hablar contigo mismo te escuchas? Toma esos pensamientos que te llegan al despertar por la mañana. No los has creado tú, pero están ahí, hablándote. Ellos vuelven a recordarte el problema de ayer. Alguien está hablando. ¿Quién está hablando? Tú mismo estás hablando contigo. Ahora, la cura de este hombre en el Salmo 42 fue esta: en lugar de dejar que este ser hable con él, él comienza a hablar consigo mismo. “¿Por qué estás abatida, alma mía?” pregunta. Su alma le ha estado deprimiendo, abrumando. Entonces, se levanta y dice: Ser, escúchame por un momento, voy a hablarte.” (Depresión espiritual, 20–21)

¿Tú haces eso? Es posible que dada la manera en que estoy conectado, gran parte de mi conversación conmigo mismo sea derrotista. Me digo todo tipo de malas noticias. Y puedo imaginarme mi ser malo diciéndome, “se supone que debes darme buenas noticias. Yo soy el que tiene las malas noticias” Y me junto con mi antiguo ser y le digo más malas noticias. Él tiene malas noticias, yo tengo malas noticias, y no es de extrañar que nos desanimamos.

Pues aquí estamos, a este lado de la cruz. Jesús ha venido. ¿Cómo te gustaría predicarte a ti mismo ahora? Tú predicas el evangelio a ti mismo. Consiste en lo siguiente:

Escucha ser, escucha bien, Gaitero. Si Dios está para ti, ¿quién puede ir en contra de ti, ser? El, que no le perdonó la vida a su propio hijo, sino que renunció a él por ti, ser, ¿no nos dará él gratuitamente todas estas cosas? ¿Quién te acusará a ti, elegido de Dios? Es Dios quien justifica, ser. No, es Jesús quién murió –sí, él fue elevado. Él está a la derecha de Dios e intercede por ti, ser. ¿Qué te puede separar a ti, ser, del amor de Dios?

Si alguna vez existe una razón para memorizar Romanos 8, será para convertirlo en auto-predicación- para predicar a uno mismo porque esas palabras son dinamita para la salvación de cientos de circunstancias. Por tanto, aprende a predicarte a ti mismo. Y si lo haces en voz alta, sólo pensarán que llevas uno de esos auriculares en el aeropuerto.


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