¿Y si Dios nos lo quita todo?

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English: What If God Takes It All Away?

© Desiring God

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Por Sarah Walton sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Lorena Haraldsson


Confiando en Él durante una Crisis Financiera

Hace poco pasamos por nuestra antigua casa, por primera vez desde nuestra crisis financiera. Inmediatamente, nuestros cuatro hijos comenzaron a revivir recuerdos, haciendo hincapié en cada parte de la casa que extrañaban. Una vez más, tenían dificultad para entender el por qué tuvimos que dejarlo todo.

Por más que me esforzase en transmitir con seguridad que lo correcto para nuestra familia era cumplir la voluntad de Dios — incluso a costa de la seguridad financiera y el hogar que amábamos — en el fondo, yo luchaba con mi propia nostalgia y dudas.

Vivir con Mucho Menos

Hace seis años vivíamos holgadamente, planificando con cuidado el futuro, y buscando consejos para ser buenos administradores de nuestros sueldos crecientes. Pero, en su extraña soberanía, Dios decidió enseñarnos qué tan poco control teníamos en realidad.

Además de los desafíos neurológicos de nuestro hijo mayor, que ya parecían consumirnos, otras presiones fueron aumentando. Mi salud fue desmejorando y muchas veces, el trabajo por turnos de mi esposo, me hacía sentir como si fuese una madre soltera. Las cuentas médicas aumentaron, y nuestra confianza en el futuro fue reemplazada por esta realidad creciente, de que nuestra familia estaba en crisis.

Dios no nos dejó de otra, más que renunciar a todo por lo que habíamos ahorrado, planificado y trabajado con tanto esfuerzo. Después de unos meses, mi esposo se cambió de trabajo a uno que le pagaban mucho menos (pero que le permitía estar en casa más tiempo). Vendimos nuestra casa soñada, nos mudamos a casa de mis padres y estábamos completamente inseguros de qué nos depararía el futuro.

¿Baso mi Confianza en la Prosperidad?

¿Qué hicimos mal? Quizás en algo, pero quizás en nada.

Aunque Dios nos manda que vivamos sabiamente con lo que nos encomienda, finalmente nos pide que confiemos en él sobre todas las cosas, a toda costa.

A lo largo de todo esto, aún en nuestro deseo de usar nuestros recursos para la gloria de Dios, él me ha enseñado cómo buscar en mi corazón, haciéndome tres preguntas constantemente.

1: ¿Vivo con miedo de perder mi comodidad?

Si deseamos las comodidades mundanas, y tememos a las pérdidas terrenales más de lo que tememos a Dios, probablemente nuestras decisiones y planificaciones se basen en lo que consideremos que va a mantener nuestras vidas más cómodas. Mirando hacia atrás, puedo ver la piedad severa del Señor al volcar los planes que teníamos para nuestras vidas. Él eliminó todos nuestros medios terrenales para encontrar la comodidad y seguridad en este mundo. Claro que fue doloroso, pero también liberador.

A medida que más firmemente nos fijemos en temer al Señor y confiemos en sus promesas para nosotros, podemos vivir en una mayor libertad para planificar y vivir sabiamente de acuerdo al plan de Dios, mas que vivir atados en el nuestro.

2: ¿Qué legado estoy dejando?

El legado que construimos y que vamos a dejar cuando ya no estemos, es en donde hayamos invertido nuestro tiempo, energía y dinero. ¿Acaso estamos trabajando mucho para la comodidad de nuestras familias pero nunca estamos allí para dedicarles tiempo para su desarrollo espiritual y social? ¿Acaso estamos tan enfocados en planificar el futuro que pasamos por alto el llamado de Dios de vivir radicalmente en el presente? ¿O acaso nuestro estilo de vida sugiere que esta tierra es realmente nuestro hogar? No estoy diciendo que no debamos disfrutar de las bondades que Dios nos ha dado, pero somos mandados a ser buenos administradores de lo que Dios nos ha encomendado. Frecuentemente, deberíamos pedir al Espíritu Santo que examine nuestros corazones y que nos muestre qué cosas terrenales nos motivan más que las celestiales, para que podamos conseguir la rectitud sobre todas las cosas (Mateo 6:33).

3: Ya sea en la prosperidad o en la necesidad, ¿Jesús es suficiente?

Debemos planificar y ahorrar — pero si Cristo decide quitárnoslo todo, ¿aún sería él suficiente para nosotros?

En un lapso de dos años, pasamos de debatir sobre cómo rediseñar y remodelar la cocina a luchar y ver la forma de alimentar a nuestra familia de seis con cupones de descuentos. Ambas épocas implicaron diferentes desafíos. En la comodidad, había una permanente tentación de mantener nuestra confianza y gozo en la falsa seguridad que brindaba la abundancia. Deseábamos honrar a Cristo con todo lo que teníamos, pero para ser honesta, era bastante fácil distraerse con los excesos.

Un Tesoro Mucho Más Grande

Cierto es que en los últimos dos años también hemos sido probados de otras formas. Nos ha costado confiar en las decisiones del Señor, ya que todo parecía llevarnos hacia una mayor necesidad y sufrimiento. Estuvimos tentados en envidiar a aquellos que nos rodeaban, cuyas vidas eran aparentemente cómodas. Nos hemos cuestionado el por qué permitiría Dios que perdiéramos todo, aun cuando en cada uno de nuestros pasos tratábamos sinceramente de honrarlo. Nos costaba entender por qué Dios nos había quitado aquellas provisiones que necesitábamos para los tratamientos necesarios, y para que los doctores atiendan esta crónica enfermedad. Y, habían veces, que no podíamos ver las provisiones de Dios y sus regalos no merecidos porque estábamos tan enfocados en lo que habíamos perdido.

Sin embargo, por su gracia, siguió mostrándose fiel, proveyendo a su manera y tiempo, mientras cambiaba nuestros corazones en el camino.

Sin importar en la época en que te encuentres, mantente firmemente en la verdad, de que Cristo es y siempre será suficiente (Filipisenses 4:19). Él es el tesoro más grande que el mundo puede dar. A veces, el costo es perderlo todo en esta tierra para verdaderamente llegar a creer esto con cada átomo de nuestro ser.

Planifica el futuro — Pero no Pongas tu Fe en ello

Ahora hay gran ganancia en la piedad con alegría, pues hemos venido al mundo sin nada y sin nada nos iremos. Pero si tenemos ropa y comida, estaremos satisfechos. (1 Timoteo 6:6-8)

Somos mandados a ser satisfechos hoy porque nadie tiene garantizado el futuro. Por lo tanto, como persona que honra a Cristo como lo que es, administrando nuestros recursos sabiamente — planeando y ahorrando un fondo para emergencia, hogar y retiro — siempre debemos estar atentos de no colocar nuestras esperanzas en ello. A medida que vamos entendiendo qué tan pasajera puede ser la vida, vamos aprendiendo a no aferrarnos a nuestros planes, vivir libres en lugar de vivir con miedo, y estar dispuestos a dedicarnos más radicalmente al Señor.

Cuando tengamos una cuenta bancaria interesante y todos nuestros planes resulten tal y como lo hemos planeado, debemos tener cuidado de no depositar nuestra seguridad y alegría allí. Debemos pedir con valentía al Señor, para que en cualquier caso, podamos mantenernos dependientes y ayudarnos, para que podamos glorificarlo a Él. No juzguemos rápidamente a aquellos que están en problemas (no asumamos que es por culpa de su pereza o por sus malos juicios o decisiones), sino que seamos conscientes de cómo la gracia de Dios nos ha provisto de abundancia para sus propósitos.

Puedes Apoyarte en Él

Por otro lado, si todo por lo que duramente has trabajado está tambaleando, o estás viviendo con la carga de un futuro incierto, toma tu corazón y confíalo en aquel que conoce tus necesidades y es fiel para proveerlo.

Que esta época sea para que puedas ver y saborear un mayor deseo y amor a Cristo, conforme te vayas apoyando en él, ya sea para tus necesidades actuales como para las futuras. Ten cuidado en caer en el resentimiento o envidia hacia otros que aparentan tener mayor comodidad. Tu intensa época de necesidad puede ser el mayor regalo de gracia que Dios pueda darte para sus eternos propósitos.


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