Jesús Quiere tu Debilidad
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Última versión de 21:13 7 dic 2017
Por Charlene Nelson sobre Sufrimiento
Traducción por Javier Matus
El sufrimiento me ha demostrado que mi fuerza no está en mí.
Los mares embravecidos me han hecho aferrarme a la Roca de mi salvación. Puedo decir con plena convicción: “Si no me ayudara Jehová, pronto moraría mi alma en el silencio. Cuando yo decía: ‘Mi pie resbala’, Tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba” (Salmo 94:17-18).
Dios me ha mostrado mi propia debilidad a través del dolor debilitante —fibromialgia y separación pélvica severa durante dos embarazos, así como años de anemia que causan una fatiga brutal. Ahora no solo conozco mi debilidad, sino que la siento de manera aguda. El año pasado, aunque había creído sinceramente que era hora de cierto alivio, Dios me trajo aún más bajo cuando me diagnosticaron con un tumor estomacal, me sumergí en exámenes clínicos de seguimiento y me operaron.
El secreto del sufrimiento
Como madre de dos niños en edad escolar, caminar por estas pruebas ha sido increíblemente difícil. Pero este reciente ataque de cáncer quizás fue la primera vez en una década que enfrenté una prueba sin enojo, y sin necesidad de hacer todas las preguntas de “por qué”. Por fin parecía que había comprendido un poco el secreto del apóstol Pablo, de cómo lo pudo “todo en aquel que me fortalece” (Filipenses 4:13). He aprendido que es posible enfrentar las pruebas con un contentamiento establecido y determinado, pero no sin debilidad.
No sin debilidad.
Hubo un período de varios meses en que me imaginé a mí misma como un barco averiado con un mástil torcido y un agujero que rasgó la vela. Esa nave era mi cuerpo, mi mente y mis emociones, todas las cuales gemían —crujiendo y tambaleándose con cada vendaval. No podía abortar el viaje, aunque quería hacerlo. Las palabras de un himno me hablaron en ese tiempo de un Libertador fuerte y fiel.
Tú, alma pobre, afligida, tentada,
Con miedos, dudas y sacudida por tempestades…
¿Qué pasa si las olas se elevan y avanzan
Y golpean tu barco? No está perdido;
Los vientos, las olas y los desalmados pueden rugir,
Pero Cristo te traerá seguro a la costa.
Pero Cristo te traerá seguro a la costa.
El ser grande y admirable a través del sufrimiento, y tener aplomo y nunca desmoronarse, nunca ha sido el objetivo de Cristo para nosotros. Tu vida y tu sufrimiento no se tratan tanto de ti como de Dios. Soportando la dificultad se trata de demostrar que Él es grande, admirable, fuerte y digno de alabanza —y tú no. Mas en tu debilidad, eres el recipiente donde se experimentará y se verá Su fuerza. Esta es una muy buena noticia para aquellos en una tormenta y sienten que están a punto de romperse.
En 2 Corintios 11:24-29 Pablo enlista varias formas en las que él había sufrido: azotes, naufragios, peligros, insomnio, frío, sed, hambre y ansiedad diaria por las iglesias. Luego dice en el versículo 30: “Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad”.
Él dice lo mismo en el capítulo 12 cuando habla del aguijón en su carne (2 Corintios 12:5) y dice dos veces que era para “que no me enaltezca” (2 Corintios 12:7). Dios contestó sus oraciones por liberación diciendo: “Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).
El mundo dice: “lo que no te mata te hace más fuerte”, pero Pablo dice que todas las cosas que trataron matarlo revelaron sus debilidades e incapacidades. Las pruebas de Pablo revelaron debilidades en él que le impidieron enaltecerse de su comprensión y experiencias espirituales. Pablo no está solo en esto. Más bien, esto es lo que Dios hace en nosotros a través del sufrimiento. Él nos hace sentir nuestra incapacidad y fragilidad.
Amigos míos, las debilidades de Pablo no eran pecado porque él continúa diciendo: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades” (2 Corintios 12:9-10). Pablo no se enaltecería ni se contentaría con el pecado, pero se contenta con las debilidades si lo hacen depender de la gracia y experimentar el poder de Cristo.
Dios quiere tu debilidad
Como Charles Spurgeon dijo una vez en un sermón: “Dios no necesita tu fuerza: tiene más que suficiente poder propio. Él te pide tu debilidad: Él no tiene nada de eso, por lo tanto, está deseando tomar tu debilidad y usarla como el instrumento en Su mano poderosa. ¿No le cederás tu debilidad y recibirás Su fuerza?” (MTP, 37:331).
Escribo esto con la esperanza de aliviar una carga irrazonable de algunos, que piensan que sufrir de una manera piadosa significa no sentirse débil o llorar. Muchas lágrimas encuentran compañía con los santos de la Palabra de Dios, y con Jesús que una vez “ofreció ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte” (Hebreos 5:7).
Sin Cristo, sé que mi barco se hundiría, pero estoy tan agradecida de que, en nuestra debilidad, encontramos un gran ayudante: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino Uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15-16).
Sufrir como cristiano ciertamente no significa ignorar o minimizar el nivel o las emociones de nuestro sufrimiento. No minimizamos las cosas que muestran el poder de Cristo —no, sino que las miramos directamente a los ojos y las llevamos al trono de la gracia, el trono de ayuda y sanidad, el trono de Jesucristo.
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