Debes decepcionar a alguien
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Revisión de 20:07 28 may 2018
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Javier Matus
Cómo decir No a las cosas buenas
¿Por qué pasas tu tiempo haciendo lo que haces? ¿Por qué dices que Sí a hacer algunas cosas y No a hacer otras cosas? ¿Estás diciendo Sí y No a las cosas correctas? Hay que hacer estas preguntas desconcertantes y reveladoras.
A la mayoría de nosotros nos gustaría creer que decimos Sí y No a nuestros compromisos de tiempo basados en evaluaciones objetivas y lógicas de lo que parece ser más importante. Pero eso a menudo no es el caso. Muy a menudo tomamos estas decisiones basándonos en evaluaciones subjetivas de lo que creemos que pensarán los demás de nosotros si las hacemos o no.
La forma en que otras personas nos perciben —o cómo creemos que nos percibirán— tiene una influencia extraordinaria en cómo elegimos usar nuestro tiempo. Llegar a un acuerdo con las formas en que buscamos la aprobación de la gente o temer su desaprobación nos obligará a enfrentar verdades humillantes sobre nosotros mismos y puede requerir el arrepentimiento y un cambio incómodo.
Pero dado cuán breves son nuestras vidas y cuán limitadas son nuestra energía y otros recursos, debemos prestar atención a lo que Dios nos dice a cada uno de nosotros a través del apóstol Pablo:
- Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. (Efesios 5:15-17)
Y una forma de examinar cuidadosamente nuestro uso del tiempo y la energía es invitar al Espíritu Santo a escudriñar nuestros corazones y ver si estamos siendo influidos de manera desmesurada para decir Sí o No por temor al hombre.
Una pregunta sorprendentemente aclaratoria
Recientemente asistí a una conferencia en la que se pidió en un panel a los líderes del ministerio que describieran cómo se mantienen centrados en su llamamiento central mientras se ven inundados de demandas. Uno de los oradores nos hizo esta pregunta: “¿A quién estás dispuesto a decepcionar?”.
Al principio, esto podría parecer una forma negativa y tal vez poco amorosa de decidir qué deberíamos o no deberíamos hacer. Pero realmente no lo es. En realidad, es una pregunta aclaratoria. No nos pregunta quiénes son las personas que elegiremos no amar. Nos está preguntando qué es lo que realmente buscamos en nuestros compromisos de tiempo. ¿De quién es la aprobación que estamos buscando? ¿De Dios? ¿De otras personas? De esos, ¿quién?
Creo que esto es lo que Jesús estaba tratando con Marta en Lucas 10:38-42. Marta estaba “preocupaba con muchos quehaceres” (Lucas 10:40). Me imagino que casi todos en su casa ese día pensaron que ella estaba haciendo algo bueno. Marta misma pensó esto, por lo que solicitó el apoyo de Jesús para exhortar a María a que se pusiera a ayudar. Ella no parecía estar consciente de sus propias motivaciones. Pero Jesús sí. Vio las motivaciones más profundas en Marta y María.
Marta estaba “afanada y turbada con muchas cosas” (Lucas 10:41). El compromiso del tiempo de Marta estaba motivado por la ansiedad, no el amor. Dado el contexto, es razonable suponer que su ansiedad provenía de lo que todos sus invitados podrían pensar de ella si dejara de atenderlos e hiciera lo que María estaba haciendo.
María había “escogido la buena parte” (Lucas 10:42). Los observadores superficiales de la situación podrían haber llegado a la conclusión de que Marta eligió la buena parte y que María estaba siendo desconsiderada. Yo diría que María sintió esta ironía. Ella conocía a Marta muy bien. Imagino que sabía que estaba decepcionando a Marta al escuchar a Jesús en lugar de ayudar a servir a los invitados. Pero en ese momento, María estaba más dispuesta a decepcionar a Marta que decepcionar a Jesús. Y Jesús la elogió.
La pregunta reveladora para Marta era: ¿a quién estaba ella dispuesta a decepcionar?
Servimos a los que no estamos dispuestos a decepcionar
Y esa es la pregunta para nosotros también: ¿a quién estamos dispuestos a decepcionar? O, ¿a quién no estamos dispuestos a decepcionar?
Todos elegimos servir a aquellos que no estamos dispuestos a decepcionar. Y eso no es necesariamente algo malo, aunque ciertamente puede ser algo malo. Dios ciertamente nos diseñó para funcionar de esta manera. Nos hizo sentirnos motivados por lo que amamos, y siempre tememos decepcionar a el (los) que amamos.
Ahora, sé que el apóstol Juan dijo: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Pero estaba abordando un tipo diferente de temor, el temor al “castigo” o la condena. Juan quiso decir que los hijos de Dios ya no necesitan vivir aterrorizados por la ira de Dios.
Pero el amor perfecto ciertamente produce cierto tipo de temor:
- “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que Lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma” (Deuteronomio 10:12).
Este tipo de temor no es meramente el terror de la ira, sino el temor que tenemos cuando no queremos decepcionar a la(s) persona(s) que realmente amamos. El tipo de temor que sirve “a Jehová con alegría” (Salmo 100:2) es el temor que proviene del pensamiento de decepcionar al que más valoramos. Tememos perder el tesoro.
Escogeos hoy a quién sirváis
Pero servir a aquellos que no estamos dispuestos a decepcionar puede ser algo muy malo, incluso algo tiránico, si nuestros amores son idólatras. Ya sea por ansiedad, ambición egoísta, narcisismo u otro amor pecaminoso, si somos motivados por la aprobación de alguien más sobre la aprobación de Dios, nuestro servicio puede convertirse en nuestra destrucción.
Y el caso es que, como Marta, es posible que no conozcamos por completo nuestros motivos. Podríamos pensar que estamos haciendo cosas buenas cuando no es así. Un indicador para observar es la frecuencia con que nos sentimos “afanados y turbados”. Fíjate que no dije “cansados”. Está claro en el Nuevo Testamento que Dios puede darnos una carga pesada de trabajo, e incluso sufrimiento y persecución. Pero un espíritu afanado y turbado puede significar que lo que motiva nuestro estar ocupado son los esfuerzos por complacer a las personas equivocadas.
Si eso es cierto, es probable que tengamos que reevaluar nuestros compromisos de tiempo. Debemos pedirle al Espíritu Santo que escudriñe nuestros corazones y pruebe nuestros pensamientos (Salmo 139:23). Deberíamos hacernos la difícil pregunta: ¿a quién estamos dispuestos a decepcionar? ¿O a quién no estamos dispuestos a decepcionar? ¿No estamos dispuestos a decepcionar a Dios? ¿No estamos dispuestos a decepcionar a los demás? ¿No estamos dispuestos a decepcionar a nuestras propias preferencias egoístas? Estas preguntas pueden ayudarnos a desentrañar nudos motivacionales.
Y si estamos tentados a evitar enfrentar las respuestas, recordemos que la vida es demasiado corta y que Dios es demasiado valioso para dar nuestros años y nuestras fuerzas al temor del hombre. Josué nos exhorta desde el pasado antiguo: “escogeos hoy a quién sirváis” (Josué 24:15). Respondamos con él, “serviremos a Jehová” con todo nuestro corazón y alma en la alegría del temor inspirado por el amor (Deuteronomio 10:12, Salmo 100:2).
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