Cómo Satanás se Apodera de Ti
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Última versión de 20:04 4 jun 2018
Por Jon Bloom sobre La Guerra Espiritual
Traducción por Javier Matus
No sabemos mucho sobre los demonios. La Biblia habla de ellos con naturalidad, pero proporciona pocos detalles sobre ellos o su historia. Y Dios tiene buenas razones para esto, al menos por ahora.
Sí sabemos algunas verdades sobre los demonios. Sabemos que se oponen al reino de Dios (Lucas 11:14-23), que buscan enlazar con engaños a los humanos y manipularlos para hacer su voluntad en vez de la de Dios (2 Timoteo 2:26) y que es posible que ellos obtengan tal influencia sobre una persona que esencialmente la “poseen” (Lucas 8:26-39). Y sabemos que, a menos que las personas nazcan de nuevo y vivan en la autoridad de Cristo resucitado, los demonios tienen “el imperio [poder] de la muerte” sobre ellos y por lo tanto usan el “temor a la muerte” de la gente para obtener el máximo provecho (Hebreos 2:14-15).
También sabemos que hay una jerarquía de poder demoníaco (Efesios 6:12), y que hay un ser maligno gobernante conocido desde la antigüedad como “el diablo y Satanás” (Apocalipsis 12:9) que se manifestó como una serpiente en el Edén (Génesis 3:1-5, Apocalipsis 12:9), estuvo presente en el concilio divino en Job (Job 1:6-12), y tentó a Jesús en el desierto (Lucas 4:1-13).
Por qué sabemos tan poco
Más allá de esto, no sabemos mucho sobre el mundo demoníaco, porque Dios no nos habla de ello. ¿Por qué no nos dice más? Los demonios parecen bastante peligrosos e influyentes. ¿No nos beneficiaríamos al saber más acerca de nuestros enemigos insidiosos?
No. Porque cuando se trata del bien y del mal, Dios quiere que seamos “sabios para el bien, e ingenuos [inocentes] para el mal” (Romanos 16:19). Nuestra mejor protección contra los demonios es tener menos preocupación por ellos y más preocupación por Dios —menos comprensión del engaño y más comprensión de la verdad.
Permíteme ilustrar el peligro del que estoy hablando con una referencia de El señor de los anillos de Tolkien. La historia es sobre el intento del señor maligno Sauron de obtener el dominio mundial, y el esfuerzo de hombres, elfos y duendes para resistirlo. Dos personajes, Saruman, un señor mago, y Denethor, un hombre que gobierna la ciudad de Gondor, obtuvieron poderosas “piedras videntes” llamadas palantírs. Estas piedras les permitieron comunicarse mentalmente con Sauron, el dueño de un tercer palantír, y vislumbrar lo que sucedía en el reino de Mordor de Sauron.
Tanto Saruman como Denethor, reconocidos por su sabiduría, pensaron que esto aumentaría su ventaja en la lucha contra Sauron. Pero subestimaron el poder de Sauron para engañarlos y sobreestimaron su capacidad para resistirlo. Ambos fueron corrompidos y manipulados por Sauron para su destrucción. Cuando otro mago, Gandalf, se encontró en posesión de un palantír, se negó a mirar dentro de él, demostrando su sabiduría superior.
Ninguno de nosotros es rival para Satanás y sus subordinados demoníacos. Aumentar nuestra sabiduría en el mal sería el camino que eligieron Saruman y Denethor, y es probable que compartamos un final similar. Recuerda, el deseo de conocer tanto el bien como el mal es lo que nos metió en problemas al principio (Génesis 3:4-7). Estamos mucho mejor siendo “sabios para el bien, e ingenuos para el mal”.
Nuestra armadura espiritual
Cuando el apóstol Pablo describió nuestra guerra espiritual contra nuestros enemigos sobrenaturales, observa cómo describió nuestra armadura y nuestras armas en Efesios 6:14-18:
- El cinturón de la verdad: lo que mantiene unido nuestro “uniforme” y mantiene nuestros “miembros” libres es conocer la verdad de Dios.
- La coraza de justicia: entender cómo estamos revestidos con la justicia de Cristo (Filipenses 3:9) es lo que protege nuestros órganos vitales.
- Los zapatos del Evangelio: lo que nos permite atravesar terrenos difíciles durante la batalla es el conocimiento del Evangelio de la Paz.
- El escudo de la fe: confiar en las promesas de Dios es lo que apaga los dardos del engaño, no el conocimiento detallado de los dardos o sus tiradores.
- El yelmo de la salvación: nuestra cabeza (nuestro cerebro) está protegida al saber claramente Quién nos salvó y cómo.
- La espada del Espíritu: la Palabra de Dios es nuestra arma ofensiva más poderosa y efectiva contra un poderoso enemigo espiritual.
- Ora en todo momento en el Espíritu: hablar a los demonios no es algo que la Biblia recomienda. Lo único que vemos que se dice a los demonios es reprenderlos en el nombre de Jesús.
Orar a Dios es lo que se nos ordena principalmente cuando enfrentamos poderes demoníacos.
Cada aspecto de la armadura y las armas de nuestra guerra espiritual tiene que ver con ser sabio para el bien (e ingenuo para el mal). Dios es nuestra mejor protección contra los estragos de nuestro malvado enemigo —la verdad de Dios, Su justicia, Su Evangelio, Sus promesas, Su salvación, Su Palabra y nuestra orientación en oración hacia Él.
Lo que hace huir al diablo
Cuando la Biblia nos instruye cómo hacer que los demonios huyan con temor, dice: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). Esta es una poderosa guerra espiritual.
Aquí está la clave: otorgamos autoridad a quien sea que confiamos. El diablo no tiene autoridad sobre ningún cristiano, excepto la autoridad que le otorgamos al creerle. Cuanto más le creemos, más influencia y control sobre nosotros le damos —más nos enlaza. Este no es un misterioso secreto espiritual. Esta es la forma en que la influencia o el control funciona en cualquier relación que tenemos.
Cuando se trata de demonios, no necesitamos reclamar ninguna autoridad sobre ellos. Las palabras no actúan como hechizos con demonios (Hechos 19:15). Los demonios solo reconocen la autoridad de Dios y tiemblan ante ella (Santiago 2:19). Cuando nos sometemos a Dios —nos sometemos a Su autoridad al confiar en Él, al obedecerlo y disfrutarlo— los demonios huyen de nosotros. Este acto de fe libera un gran poder espiritual y los demonios no pueden resistirlo.
Los demonios son reales —poderosamente reales. Causan más estragos en nuestras vidas y en nuestra sociedad de lo que muchos cristianos occidentales pos-Ilustración lo saben. Debemos tomar las palabras de Dios más en serio que la burla de nuestra cultura. Pero no necesitamos saber más detalles sobre los demonios o sus estrategias de lo que Dios nos ha dicho. No necesitamos ser más sabios en cosas del mal.
Necesitamos conocer a Dios. Cuanto más conocemos a Dios y Su Palabra, cuanto más confiamos en Él y vivimos en obediencia a Él, cuanto más sabios seamos para el bien, más peligrosos nos volvemos a los demonios. Porque nuestra sumisión a Dios hace que Su reino se manifieste en el mundo y es así como “el Dios de paz [aplasta]… a Satanás bajo [nuestros] pies” (Romanos 16:20).
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