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English: God, I Want to See More

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Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por E. G.


Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús no ceso [de rezar, para que Dios] os dé Espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él; que él alumbre los ojos de vuestro entendimiento. (Efesios 1:15-18).

Si oigo rezar alguien para que Dios abra los ojos de mi entendimiento, podría pensar que dudan de si soy un verdadero cristiano.

La oración de Pablo para estos creyentes parece algo inusual, incluso inconsistente al principio. «Habiendo oído de vuestra fe», escribe Pablo, reza para que Dios «os dé Espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él; que él alumbre los ojos de vuestro entendimiento». Si Pablo cree que aquellas personas eran ya creyentes, ¿por qué le pide a Dios que abra los ojos de su entendimiento? ¿No rezamos así por los incrédulos?

Mucho más por ver

Reza de esta forma y nosotros deberíamos hacerlo, también, porque Dios no termina de mostrarse a sí mismo y su obra ante nosotros cuando creemos primero en el evangelio. Incluso aunque hayamos conocido a Cristo ─realmente le conocimos─ y nos entregamos a Él, no hemos arañado ni la superficie para saber quién es y qué ha conseguido para nosotros con su muerte en la cruz.

Es como cualquier otra relación en nuestras vidas. Cuando amamos a alguien, no dejamos de intentar conocerlo, como si fuera el fin de nuestra relación con esa persona. No, nuestro amor nos lleva a intentar saber aún más, y más profundamente. De la misma forma, siempre habrá nuevos aspectos que conocer y amar de nuestro Salvador, si tenemos ojos para verlos.

Pablo reza específicamente para que los creyentes puedan ver tres realidades y las conozcan cada vez más a medida que avanzamos con Jesús: nuestra esperanza en Dios, nuestra riqueza de Dios, y nuestra seguridad con Dios.

1. Nuestra esperanza en Dios

Pablo pidió a Dios que estos amados conocieran «la esperanza a que Él os ha llamado» (Efesios 1:18). Necesitaban ayuda de Dios para mantenerse en la esperanza que ya tenían. Como los discípulos en el barco durante la tormenta, estamos lejos de asustarnos demasiado fácilmente por las circunstancias de esta vida. La oscuridad nos rodea, los vientos soplan violentamente, las olas llegan rompiendo en nuestras vidas. A menudo parece que no hay ayuda, pero esto es solo porque hemos olvidado que estamos con Jesús ahora.

Nada puede en última instancia dañarnos o destruirnos porque hemos sido salvados y nos protege Dios mismo en su hijo. Y este Dios, ─cuya ira una vez ardió contra nuestros pecados y prometió castigarnos para siempre─ este Dios se ha convertido para nosotros en «Dios de esperanza». (Romanos 15:13). Ahora, por la fe, «nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios» (Romanos 5:2).

2. Nuestra riqueza de Dios

En segundo lugar, Pablo reza para que conozcan «las riquezas de la gloria de su herencia en los santos» (Efesios 1:18). Pablo amaba a su herencia celestial y la invocaba diariamente para superar la pobreza, la persecución y la tentación que había experimentado en esta vida. Nada de lo que pudiera darse a Pablo ni nada de lo que pudiera tomarse de él era comparable con todo lo que le esperaba con Dios en la gloria.

«Nada de lo que podemos recibir, y nada de lo que se puede tomar de nosotros se puede comparar con todo lo que nos espera». Piense en todo lo que podríamos sufrir y perder si tuviéramos alguna idea de la verdadera riqueza y felicidad que disfrutaremos durante millones de años, después de un brevísimo paso por la Tierra. La esperanza de una herencia eterna le fortalecerá para cantar en medio de la pérdida, y le ayudará a negar los deseos engañosos de este mundo. Es una defensa segura contra los placeres menores que compiten constantemente contra Cristo por nuestro corazón y devoción.

Que Dios abra los ojos de nuestro entendimiento para ver la riqueza de lo que tenemos en Él y con Él, y el vacío y la inutilidad de las otras cosas y personas que somos propensos a adorar.

3. Nuestra seguridad con Dios

Dios le ha salvado, y le ha asegurado una herencia infinita y eterna. En tercer lugar, Pablo oró para que supiéramos «cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos» (Efesios 1:19). ¿Se siente débil? Nos pasa a todos, a algunos con mucha más frecuencia que a otros. Pero todos somos débiles.

Podría estar cayendo de nuevo en los mismos viejos patrones del pecado, o luchando por creer que Dios podría perdonar su pasado, o viendo las deficiencias de su cónyuge, padre o hijo, o sufriendo sensaciones físicas, emocionales o cargas psicológicas que ni siquiera puede explicar, o experimentando miles de otras debilidades.

Dios quiere que sepa que el poder para sanar, el poder para presionar, el poder del amor y el ministerio, el poder para obedecer ─cualquier poder que necesite─ no viene de dentro de usted, sino de dentro de Él. Y si el poder de Dios está en usted, entonces tiene una fortaleza infinita, misericordiosa, e invencible que le mantendrá y crecerá en todas las circunstancias. Su poder divino es para usted y no contra usted.

Recuerde, el Señor mismo dijo: «Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Corintios 12:9).

Queremos más

Podemos pasar el resto de nuestras vidas pidiendo a Dios que nos ofrezca nuevos destellos de sí mismo. Incluso en el cielo ─libre de pecado─ nunca se agotará todo lo que hay que saber y amar de Él. Eso es lo principal que hará que el cielo resulte tan gratificante. Constantemente encontraremos más del Dios infinito ─ nuestro creador, redentor, y Padre ─, y nunca llegaremos a su fin, nunca veremos todo lo que hay que ver.

Dios, abre los ojos de nuestro entendimiento de nuevo.


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