El buen padre de los huérfanos espirituales
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Revisión de 19:54 7 ago 2018
Por Marshall Segal sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Romina Mendoza
Muchos niños comienzan a caminar con el Señor sin tener a unos padres que les muestren cómo hacerlo. Ellos escuchan, “Instruye al niño en el camino que debe seguir” (Proverbios 22:6), y se preguntan, ¿Pero qué hay de mí? Ellos ven a Dios haciendo un llamado a los padres para que “eduquen [a sus hijos] en disciplina y amonestación del Señor” (Efesios 6:4), pero sus padres nunca abrieron una Biblia.
Ellos aspiran a cultivar la fe, a madurar su devoción, a crecer en piedad, y a profundizar su alegría en Dios, pero sin un modelo ni una guía día tras día. Se parece al equivalente espiritual de Hatchet, la clásica novela americana para niños. Brian de trece años, hijo de unos padres divorciados, es el único superviviente de un accidente de avión en las tierras salvajes de Canadá y el mismo aprende cómo construir un refugio, cazar, pescar, buscar comida y hacer fuego— todo solo con un hacha. Los jóvenes cristianos con frecuencia se las tienen que arreglar por sí mismos en sus propios hogares, teniendo que aprender por si mismos cómo rezar, escuchar la palabra de Dios, y buscar la santidad— todo solo con una Biblia.
Y un Padre celestial. Si tus padres no han sido una influencia espiritual positiva en tu fe, no estás tan solo como te puede parecer. Muchos han conocido y seguido a Cristo sin unos padres devotos, y cada uno de ellos ha sido padre de una manera más profunda y más significativa.
Hijo sin un Padre
Si sientes que has tenido que sobrevivir con la esperanza y un hacha, puede que te veas reflejado en Ezequías. Su padre hace que incluso los peores padres parezcan buenos. Como rey de Israel, llevó a toda la nación por el mal camino haciendo ídolos metálicos y luego altares para adorar a sus falsos dioses. En lugar de proteger y santificar el templo de Dios, Ajaz robó de él y cerró sus puertas. En vez de cuidar a los preciosos hijos que Dios le dio, asesinó a sus propios hijos, quemando a los hermanos de Ezequías como ofrendas para los falsos dioses.
Ajaz ayudó en el camino de Ezequías junto al Señor mostrándole quién no debía ser.
Y sin embargo, “Ezequías comenzó a reinar cuando tenía veinticinco años…Y él hizo lo correcto ante los ojos del Señor, de acuerdo con lo que había hecho David, su padre” (2 Crónicas 29:1–2). No su padre Ajaz sino su antepasado (y ancestro real) David. Cuando Ezequías no pudo imitar a su padre, encontró a un hombre fiel de Dios que era digno de imitación.
Pese a su Padre
En vez de robar en el templo y cerrarle sus puertas al pueblo de Dios, Ezequías “abrió las puertas de la casa del Señor y las reparó” (2 Crónicas 29:3), y así lo hizo inmediatamente en el primer mes de su reinado.
En lugar de seguir el horrible ejemplo de su padre, confrontó las infamias de éste y confesó su maldad: “Nuestros padres han sido desleales y han hecho el mal ante los ojos de Jehová nuestro Dios” (2 Crónicas 29:6).
En lugar de culpar a su padre y evitar las consecuencias, asumió la responsabilidad y aguantó la carga de los fracasos de su padre: “Ahora pues he determinado hacer un pacto con el Señor, el Dios de Israel, para que aparte de nosotros el ardor de su ira” (2 Crónicas 29:10).
En lugar de guiar a los otros lejos de Dios hacia el camino de la transgresión, ha llamado al pueblo de Dios a rechazar la tentación y regresar con Dios:
- “Oh, gentes de Israel, regresen junto al Señor… No sean como sus padres y hermanos, que fueron desleales a Jehová, el Dios de sus padres…No sean tercos como sus padres, ríndanse ante el Señor y vayan a su santuario, que ha sido consagrado por él para siempre, y sirve al Señor tu Dios, para que el ardor de su ira se aparte de ti.” (2 Crónicas 30:6–8)
En lugar de fiarse de la gracia y de la piedad, Ezequías se negó a dar por hecho la amabilidad y compasión de Dios, implorando seriamente que la gente se arrepintiera: “Si regresas al Señor, tus hermanos y tus hijos encontrarán la compasión de sus captores y regresarán a esta tierra. Porque Jehová tu Dios es amable y misericordioso y no se alejará de ti, si tú regresas a él” (2 Crónicas 30:9).
En lugar de traer juicio y destrucción a su familia y nación, su firme fe y liderazgo piadoso trajo sanación (2 Crónicas 30:21), y “hubo un gran regocijo en Jerusalén, pues desde la época de Salomón, el hijo de David rey de Israel, no había pasado algo similar en Jerusalén” (2 Crónicas 30:26). Aunque él había conocido el sufrimiento a causa de su padre, desprendía alegría porque confiaba en Dios y lo obedecía.
En medio de un desierto espiritual amenazante, con los peores ejemplos espirituales personificados en su padre, Ezequías encontró un verdadero Padre y aprendió cómo sobrevivir, crecer y servir por la fe en él.
Si tú eres su Hijo
Si sigues a Cristo, tienes un buen Padre, incluso si no tuviste un buen padre. Si el Espíritu Santo te guía hacia la confesión, el arrepentimiento y la obediencia— como Ezequías — eres un hijo escogido, valioso, lleno de amor y fuerza infinita. “Tú no recibiste un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino que recibiste el Espíritu de adopción como hijo, por quien nosotros clamamos, ‘¡Abba! ¡Padre!” (Romanos 8:15). Antes de ser adoptado eras esclavo del miedo, y con buenos motivos. Pero ahora, el Espíritu de tu Padre vive en ti y aleja el temor al castigo (1 Juan 4:18).
El Espíritu vive en ti para recordarte que ya no eres un huérfano (Romanos 8:16). Y si eres un hijo de Dios, también eres un heredero de Dios y coheredero de Cristo (Romanos 8:17). Y si eres un coheredero de Cristo respecto a todas las cosas, también serás glorificado con él. Una vez estuviste solo, abandonado e impotente espiritualmente. Tú eras huérfano. Ahora has recibido una adopción sobrenatural, una herencia infinita, una gloria inimaginable, y al Padre de los padres.
Dios no te adoptó de mala gana, sino con amor. El formó las mejores relaciones entre padres e hijos para que fueran sólo sugerencias de la clase de amor que él siente por sus hijos. Él envió a su propio Hijo a la muerte para hacerte a ti su hijo (1 Juan 3:1–2).
Los hijos y las hijas sin un padre humano afectuoso no están perdidos por el amor. Todos aquellos que conocen el amor verdadero, sin importar el tipo de amor que hayan experimentado en su familia, lo habrán aprendido a través del amor de Dios (1 Juan 4:9) — el buen Padre de los huérfanos espirituales.
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