Retoma tu ánimo

De Libros y Sermones Bíblicos

(Diferencias entre revisiones)
Saltar anavegación, buscar
Pcain (Discusión | contribuciones)
(Página creada con '{{info|Retake Your Heart}}<br> ====Cinco razones para un valor nuevo==== “Ten ánimo”. Imagina escuchar esas dos palabras, como a menudo lo hacían los discípulos, de la ...')
Edición más nueva →

Revisión de 13:02 15 jul 2019

Recursos Relacionados
Leer más Por David Mathis
Indice de Autores
Leer más sobre Santificación y Crecimiento
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: Retake Your Heart

© Desiring God

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por David Mathis sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Javier Matus


Contenido

Cinco razones para un valor nuevo

“Ten ánimo”. Imagina escuchar esas dos palabras, como a menudo lo hacían los discípulos, de la boca de Dios Mismo en la carne.

Y, sin embargo, cuán llanas pueden parecer estas palabras cuando las decimos a nuestros propios corazones. Si tan solo pudiéramos redirigir nuestros corazones. Ninguno de nosotros quiere estar desanimado. Sin embargo, con demasiada frecuencia, nuestros corazones parecen yacer fuera de nuestro alcance, fuera de nuestro control.

Por muy desanimado que te sientas, tu corazón flaqueante nunca yace más allá del alcance de Cristo. No importa cuán preocupado, cuán inquieto, cuán inconstante, cuán desorientado, cuán abatido, Jesús puede tratar tu corazón enfermo. “Hay muchos tipos de corazones rotos”, dice Charles Spurgeon, “y Cristo es bueno para sanarlos a todos”.

Jesús conoce el corazón humano. Él lo hizo, y luego tomó uno Él Mismo cuando Se hizo hombre. Él sabe, como Dios y como hombre, cómo suplir con valor a un corazón temeroso. Él sabe cómo distribuir el gozo a un corazón triste. Él es un adepto, y está probado, en dar fuerza, en perfecta porción, a un corazón débil; paz a un corazón ansioso; perdón a un corazón culpable; y en volver a juntar un corazón roto.

¿Y cómo elige hacerlo, una y otra vez? Él habla. ¿Qué quiere que hagamos cuando nuestros corazones se estén marchitando? Volver a escuchar Sus palabras.

Él conoce tu corazón

Él hizo que nuestros corazones y almas humanos respondieran al toque de Sus palabras, con la ayuda de Su Espíritu. Cuando nuestra fuerza está baja y nuestra fe está fallando, Él quiere que recibamos la gracia de Sus palabras. En nuestro dolor, somos propensos a subestimar el poder de Sus palabras —a poner a un lado Sus palabras por otros consuelos, ya sea entretenimiento, comida, bebida, trabajo o simples relaciones humanas.

Cuando Jesús nos habla, una de las palabras más comunes y distintivas que escuchamos es “Ten ánimo”. No dice “Sigan al ánimo”, sino tenlo —tenlo y saquen a sus corazones del abismo, del engaño sutil y aparentemente ineludible del cual están debajo y recuérdenles quién es Él, qué ha hecho y qué hará. Él hace rodar la piedra y habla en la tumba de nuestras almas. Él crea lo que ordena, cuando dice con dominio soberano: “Ten ánimo”.

En particular, los Evangelios nos dan cinco ejemplos concretos de Jesús diciendo: “Ten ánimo”. Cada uno viene con una razón preciosa, poderosa y atemporal que nos muestra cómo las palabras de Jesús obran para reforzar las almas cansadas.

1. El que dice: “Ten ánimo”, dice: “YO SOY”.

Mateo 14 y Marcos 6 informan uno de los eventos más asombrosos en el ministerio de Cristo —un milagro peculiar reservado para Sus discípulos. No fue una sanidad con una palabra que la acompañaba, sino simplemente una revelación sorprendente de quién es Él.

Había enviado a Sus hombres en un bote al otro lado del mar, mientras Él Se quedó para orar. En el agua, los discípulos se enfrentaron con vientos feroces y no podían avanzar. Luego, en medio de la noche, Jesús “vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ‘¡Un fantasma!’ Y dieron voces de miedo” (Mateo 14:25-26).

Sus corazones están profundamente sacudidos. Están aterrorizados. Ellos gritan de miedo. Pero Jesús les dice una palabra: “Tened ánimo; Yo soy, no temáis” (Mateo 14:27; Marcos 6:50). Literalmente, sus palabras son “Tened ánimo; Yo Soy”, que tiene un doble significado: “Soy Yo, Jesús, a quien conocen” y “Yo soy el Gran Yo Soy”. Como cuando Moisés preguntó por el nombre de Dios, y Él dijo: “Yo Soy El Que Soy” (Éxodo 3:14), así que Jesús ahora declara a Sus discípulos: “Yo Soy”.

Cuando Jesús nos dice que tengamos ánimo, lo hace como Dios mismo. Yo soy Dios, y no hay otro, dice. Yo soy tu Creador. Yo soy el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Yo soy el Dios Mismo, hecho humano, morando entre ustedes —y Yo Estoy para ustedes. No tengan miedo. Ustedes están bajo Mi vigilancia y cuidado, y ninguna tormenta, por grande que sea, puede igualar Mi poder y protección. Tened ánimo; Yo Soy.

2. Tienes la atención de Dios Mismo.

Él no solo es Dios Mismo completamente humano, sino que si declaras a Jesús como Señor, puedes saber que Él Se da cuenta de ti y Te está llamando.

Marcos 10 nos habla de un mendigo ciego que estaba sentado al lado del camino, esperando que Jesús pasara por ahí. Cuando escuchó que Jesús finalmente Se había acercado, comenzó a gritar: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” (Marcos 10:47). La multitud lo vio como una molestia. “Muchos le reprendían para que callase” (Marcos 10:48). Pero Jesús Se dio cuenta. Él no estaba molesto. En vez de alejar a la multitud, los llamó y les ordenó que extendieran Su invitación al hombre: “Llámenlo”. Entonces se dirigen al ciego y le dicen: “Ten confianza [ánimo]; levántate, Te llama” (Marcos 10:49).

Ten confianza [ánimo]. Él te ve. Él te oye. Él no está desatento a tus súplicas. Aunque tus ojos no puedan verlo, los Suyos están fijos en ti. En medio de la multitud bulliciosa, tienes Su atención y tienes Su invitación. Él te está llamando, y caminando hacia ti, para sanarte, para bendecirte, para extender Su gracia, compasión y misericordia hacia ti. Ten confianza [ánimo]; levántate, Te llama.

3. Tus pecados son perdonados.

Dos veces en Mateo 9, Jesús dice: “Ten ánimo” —primero a un hombre paralizado que Él cariñosamente llama “Mi hijo” (Mateo 9:2), luego a una anciana que llama “hija” (Mateo 9:22).

El paralítico no podía llegar a Jesús, pero sus amigos lo trajeron. “Y al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: ‘Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados’” (Mateo 9:2). Ser perdonado, por Dios Mismo, es uno de los más grandes dones imaginables. ¿Qué tan propensos somos a tomar el perdón a la ligera, como si Dios nos lo debiera —como si de alguna manera Su perdón fuera nuestro derecho? ¿Y cuánto descontento se podría disipar en nuestras vidas si tomásemos más en serio, en lo profundo de nuestras almas, la gracia espectacular de Su perdón?

Todos somos pecadores —por nacimiento y por elección. Y en nuestro pecado, la ira omnipotente de Dios estuvo en contra de nosotros justamente. Es una condenación indescriptiblemente terrible. Y, sin embargo, Dios, en pura y magnífica misericordia, no escatimó a Su propio Hijo, sino que Lo entregó para nosotros, para que pudiésemos ser perdonados de nuestros infinitamente atroces delitos capitales contra la Persona más valiosa del universo.

“Tus pecados te son perdonados” es trillado solo para aquellos que gravemente subestiman su propio pecado y trágicamente malinterpretan la gloria del perdón. Cuanto más nos conozcamos a nosotros mismos como perdonados —y perdonados tanto— más difícil será para las raíces del descontento crecer en la tierra de nuestras almas. Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.

4. No necesitas confiar más en ti mismo.

Más tarde, en Mateo 9, Él dice ten ánimo a una hija. Cuando un gobernante local apresura a Jesús a que resucite a su hija de doce años, Jesús Se demora, en el frenético caos, para voltearse hacia una mujer que había sufrido de un flujo de sangre durante doce años. “Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado”. Y desde aquella hora [instantáneamente], Mateo informa, “la mujer fue salva [sanada]” (Mateo 9:22).

¡Por sobre todas las cosas —fe! No tu bondad. No lo que haces. No tu virtud. No tu merecimiento. La fe —la virtud peculiarmente receptora, como la llamó Andrew Fuller— es una razón para tener ánimo. La palabra de Jesús, “Ten ánimo”, no se basa en nuestro conjunto de habilidades y nuestro historial comprobado. Jesús no nos pide que miremos hacia adentro y tengamos ánimo. Más bien, Él dice que miremos hacia afuera —tal es la naturaleza de la fe— para ver en Él, fuera de nosotros, el fundamento del valor y la razón de la verdad.

El llamado de Jesús a la fe no es una convocatoria para reunir nuestras propias fuerzas, sino para apoyarse en las Suyas. El llamado a la fe no es un reto a profundizar dentro de nosotros, sino una invitación a descansar en las profundidades del poder fuera de nosotros en Él. Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado.

5. Tu Dios ya ha vencido.

Finalmente, Juan 16:33 puede ser la más conocida, y la más arrolladora, de las declaraciones de Jesús de “tened ánimo”. En el aposento alto, la noche antes de que murió, les dice a Sus discípulos al final de Su discurso de despedida:

Estas cosas os he hablado para que en Mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad [tened ánimo], Yo he vencido al mundo.

Muchos de nosotros hemos sido tomados por sorpresa, casi de repente, a medida que llegamos a la mayoría de edad, al darnos cuenta de la magnitud y profundidad de la caída de nuestro mundo. La aflicción no es la desgracia de algunos, sino una promesa para todos. Es solo cuestión de tiempo. “En el mundo tendréis aflicción” —por lo menos de forma intermitente, si no constantemente. Jesús no quiere que Su pueblo se sorprenda por el enorme y desgarrador dolor de este siglo actual.

Pero, dice —qué contraste tan glorioso. Qué buenas nuevas le siguen a los grandes contrastes en la boca de Dios. “Estaban muertos, pero…” “Estaban separados, pero…” Y aquí: “Tendréis aflicción; pero confiad [tened ánimo]”. Alma abatida, no te pierdas esto. Corazón cansado, presta atención a la promesa que sigue. Correctamente escuchada y entendida, esto te dará valor. Esta será una verdad para repetir una y otra vez. Esta será una realidad para recordarte regularmente, especialmente cuando tu corazón esté débil y tu valor vacile. Toma en cuenta esta verdad, llévala nuevamente a tu alma y toma ánimo: Él ha vencido al mundo.

Su promesa no significa que el puñetazo del presente no nos golpeará horriblemente. No significa que el dolor no será real, horrible ni sofocante. No significa que no nos sentiremos golpeados por ola tras implacable ola de dificultades, frustración y pérdida. Pero sí significa que la sombra presente pasará. La noche está avanzada, y se acerca el día (Romanos 13:12). Él ha vencido al mundo —y Su triunfo eventualmente llegará a cada rincón y grieta de nuestras vidas.

En Él, el reloj no solo hace tictac en nuestra aflicción, sino que ahora mismo, en medio de ella, Él la está golpeando por nuestro bien eterno. El que venció está obrando en nuestra aflicción, “produciendo en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4:17). Entonces, toma ánimo; tu Dios ha vencido al mundo.


Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas