Tú no eres el fuerte
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Última versión de 18:48 23 jul 2019
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Celia Muñoz
El Señor no quiere que confiemos en nuestras propias fuerzas, sino desea que nuestro poder venga de El.
Tal vez una manera mejor de expresar este concepto sería: El Señor quiere que fuertemente contemos con la fuerza de El, que es distinto a cómo nosotros normalmente deseamos ser fuertes. Muchas veces queremos ufanarnos de nuestra propia capacidad. Sin embargo, Dios quiere que seamos capacitados por El de manera que la gloria sea para El. En un mundo caído estos dos conceptos de la fuerza muchas veces se contradicen.
Ahora bien, si nosotros estuviéramos libres de pecado, nuestros deseos y los de Dios estuvieran en perfecta armonía. Quisiéramos ser fuertes únicamente conforme al poder que Dios nos da (1 Pedro 4:11). Pero como no estamos libres de pecado, muchas veces existe una disonancia entre la fuerza que deseamos y el poder que El Señor tiene para nosotros.
A raíz de eso, podemos caer en un profundo desánimo por las mismísimas limitaciones y adversidades que Dios de hecho nos ha permitido para cultivar en nosotros una fe redentora, fuerte y valiente.
Atrapados e indefensos
En el capítulo 12 de Exodo, el pueblo de Israel fue liberado milagrosamente de la esclavitud y sacado de Egipto por Moisés. Comenzando el capítulo 14, Israel acampaba a la orilla del Mar Rojo, un lugar vulnerable y desconcertante para ellos. Dios deliberadamente había instruido a Moisés que acampara allí para humillar al Faraón y a los egipcios una última y dramática vez- y así pondría los signos de exclamación a la declaración que repercutiría en Egipto y en el mundo entero para siempre: “¡Yo soy Jehová!” (Exodo 14:4).
Sin embargo, los israelitas no entendian los propósitos de Dios. Murmuraban por estar acampados en lo que pareciera un ‘callejón sin salida.’ Las murmuraciones se convirtieron en pánico al ver que el ejército del Faraón se acercaba y los atrapaba a la orilla del mar. Les parecía el peor de los casos: la muerte por espada o ahogados en el mar.
Igual que estuviéramos nosotros, el pueblo estaba asustado y enojado. Le reclamaban a Moisés, “No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto?” (Exodo 14:11).
Estaban atrapados en un lugar de debilidad — puestos justo allí por Dios.
Atrapados y vulnerables para aprender de dónde viene el real Poder
Moisés dijo al pueblo aterrado: “No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis. Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.” (Exodo 14:13–14).
Y pelear por ellos es exactamente lo que hizo Jehová. Mientras frenaba al ejército egipcio con la columna de fuego, abrió un camino seco a través del Mar Rojo para los hebreos. Entonces soltó a los egipcios y ellos implacables, persiguieron a Israel hasta entrar en el mar, que volvió a su nivel y se los tragó.
Al otro lado del mar y en tierra firme, Moisés y el pueblo de Israel emocionados, cantaron un cántico que todavía cantamos hoy:
- “Jehová es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré.” (Exodo 15:2)
Cuando se apareció el ejército egipcio, El Señor pudo haber hecho de Israel una nación de hombres como Sansón. El Espíritu Santo puede haber descendido sobre todos ellos, y hacer que derrotaran a los egipcios con unas quijadas de asnos. Por qué no lo hizo así?
Bueno, ¿recuerdan a Sansón? Cuando de Jehová le descendió el poder para derrotar a 1,000 filisteos sin ayuda de nadie, que cantó Sansón al terminar?
- “Con la quijada de un asno, un montón, dos montones; con la quijada de un asno maté a mil hombres.” (Judges 15:16)
He matado (yo) dijo Sansón. No cantó himnos a Dios después de sus hazañas, y Sansón no sobrevivió la única proeza por la cual ha sido mencionado como modelo de fe en Hebreos 11:32. Dios era la fortaleza de Sansón, pero Sansón no lo reconocía.
Jehová quería que el pueblo de Israel reconociera que El era su fortaleza y su salvación y ser El el motivo de sus alabanzas. Por eso los llevó al lugar vulnerable.
El Señor es nuestra Fuerza
El relato del éxodo en el Antiguo Testamento es la más importante revelación modelo del evangelio de Jesucristo. El Señor nos libera como niños indefensos, atrapados entre las fuerzas del mal y ‘el mar’ de la ira de Dios. Jesús es nuestro Salvador, y su cruz y resurrección es nuestra liberación. .
De manera que el éxodo, con todos los otros relatos bíblicos de redención, es también un recordatorio de que Dios deliberadamente nos lleva a lugares de vulnerabilidad y nos prepara debilidades. Cuando estamos atrapados en estos lugares y sentimos estas debilidades podemos experimentar un profundo desánimo, estar muy nerviosos, y hasta estar enojados. Algunas veces no nos está claro por qué Dios permitió esas experiencias. Tal parece que El Señor se ha equivocado, o que es un dios caprichoso. Pero Dios no se equivoca, ni es caprichoso.
La realidad es que como pecadores que somos, realmente no comprendemos que Dios es nuestra fuerza y nuestra salvación hasta que nos encontramos en una situación de tanta dificultad que El es entonces nuestra única esperanza. De entrada, esto no nos parece una prueba de gran misericordia, sin embargo, después- y algunas veces pasa mucho tiempo- nos damos cuenta de que fue un regalo de inmensurable misericordia. Entonces es que El Señor comienza a ser nuestro cántico.
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