Cada Día Es Más Imposible

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Última versión de 15:27 14 oct 2019

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English: Each Day Is More Impossible

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Por Sarah Walton sobre Sufrimiento

Traducción por Javier Matus

La esperanza en el largo camino del sufrimiento

Han pasado ocho semanas desde que me sometí a mi quinta cirugía de tobillo, sin la seguridad de que reestablecería mi capacidad para caminar. Mientras permanezco sin poder levantarme del sofá, esperando ver qué capacidad de caminar me quedará, he estado luchando con dudas y temores sobre todas las circunstancias aparentemente imposibles que Dios continúa permitiendo en mi vida.

Soy madre de cuatro niños pequeños y actualmente no puedo caminar; somos una familia que padece la enfermedad de Lyme en un mundo médico que niega su existencia; somos padres navegando por un tipo de necesidades especiales para las que los médicos parecen no tener respuestas; y el único alivio posible a la vista parece estar en los tratamientos que no podemos pagar. Después de once años de oración, búsqueda y sacrificio por respuestas y sanidad —o cualquier cosa que pudiera traer alivio— nuestra esperanza terrenal ha disminuido. Cuanto más esperamos, más imposibles se vuelven nuestras circunstancias.

Él creyó contra esperanza

Esta semana, mientras me sentía casi paralizada por las pruebas complejas y escalonadas en nuestra vida, he encontrado ánimo en un compañero creyente que se enfrentó a sus propias circunstancias imposibles con una fe inquebrantable en el Señor.

Después de prometerle que se convertiría en padre de muchas naciones, el hijo de la promesa no había venido. Tanto él como Sarah tenían una edad muy avanzada como para tener hijos. Parecía no haber esperanza para concebir, incluso cuando el Señor le dijo que sucedería, pero, aunque él y su esposa inicialmente se rieron, Abraham llegó a creer.

El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. (Romanos 4:18-21)

Abraham no se debilitó en la fe cuando consideró la realidad de lo que parecía imposible. Él creyó en la esperanza de que Dios era completamente capaz de hacer lo que había prometido. Y Él lo hizo.

La experiencia de Abraham me recordó que es típico de Dios permitir que Sus hijos enfrenten situaciones que no tienen esperanza desde nuestra perspectiva. Es precisamente a través de estas situaciones imposibles que Dios expande nuestra visión de Él, ejercita nuestra confianza en Él y muestra Su gloria con más potestad. Entonces, ¿qué podemos aprender de estos versículos sobre Abraham cuando nos enfrentamos nuestras propias circunstancias imposibles?

1. Conoce lo que Dios ha prometido (y no ha prometido).

La fe de Abraham se basó en lo que Dios había prometido, no en lo que parecía posible. “Él [Abraham] creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho” (Romanos 8:18). Aunque no vio ninguna manera de que esa promesa se cumpliera en su vejez, él creyó que de alguna manera Dios sería fiel.

No podemos basar nuestra esperanza en lo que queremos que Dios haga o en lo que pensamos que Él hará, sino en lo que Él nos ha prometido en Su Palabra. Sin embargo, si no sabemos cuáles son esas promesas, estaremos devastados si nuestra esperanza de sanidad fracasa, cuando las pruebas empeoren después de orar por alivio o cuando todas las opciones terrenales parezcan agotarse.

Para conocer las promesas de Dios, tenemos que estar en Su Palabra. Necesitamos ser estudiantes de la Biblia —orando, leyendo, meditando y memorizando. Debemos tener cuidado de leer en contexto para asegurarnos de que no malentendamos la voluntad y las promesas de Dios y nos sintamos amargamente decepcionados cuando no recibamos lo que Él nunca prometió.

Al leer la Palabra, registra todo lo que Dios nos ofrece en Cristo. Mientras lo haces, recuerda que Sus promesas se dan a la luz de la eternidad, no en nuestra propia comprensión a corto plazo (2 Corintios 4:16-18). Y por fe, confía que Dios conoce la mejor manera y el mejor tiempo para que se cumplan Sus promesas.

2. Dale gloria a Dios creyendo que Él es capaz.

Se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. (Romanos 4:20-21)

La fe en el poder redentor y la salvación de Jesucristo es un tema que abarca toda la Escritura. Pero si somos honestos, aun si hemos puesto nuestra fe en Jesús para salvación, nuestra fe puede fallar cuando nos enfrentamos a circunstancias que parecen imposibles. Podemos creer que Dios nos amó lo suficiente como para morir por nosotros, y al mismo tiempo, sutilmente dudamos de ese amor cuando Él no elimina nuestro sufrimiento.

Personalmente, cuanto más ha crecido mi fe a través de estos tiempos difíciles y confusos, más he visto la mano de gracia de Dios detrás de ellos. Él ha refinado mi fe a través del fuego de la aflicción. Jesús nos ofrece mucho más que la salvación eterna (por increíble que sea); nos ofrece plenitud de vida, gozo y satisfacción al caminar con Él y crecer a Su semejanza.

Las circunstancias difíciles ejercitan nuestra fe —deshaciendo los músculos débiles y reconstruyéndolos en la fuerza de Cristo. Exponen la fe en nuestra propia fuerza y sabiduría, y ejercitan nuestra fe para que, a cambio, pongamos cada vez más nuestra esperanza y confianza en Cristo y Sus promesas.

¿Cómo sucede esto? Al elegir confiar como lo hizo Abraham —dando gloria a Dios, plenamente convencidos de que Él puede hacer lo que ha prometido. Cuando elegimos alabar a Dios ahora por Su fidelidad prometida, a pesar de nuestra incapacidad para verla en el momento, nuestra propia fe se fortalece y Cristo es glorificado. La fe nos lleva a confiar en lo que no podemos ver. Dice: “No veo la salida y no veo esperanza en este lado del cielo, pero creo que Dios es fiel y descansaré en lo que Dios me ha prometido, en vez de lo que puedo ver y entender en este momento”.

3. Cree que pronto te regocijarás.

Los caminos de Dios son misteriosos. A nuestros ojos, las circunstancias más fáciles, los deseos satisfechos y una mayor comodidad son lo que suponemos que traerán el mayor gozo. Pero como hijos de Dios, estamos siendo hechos para otro mundo. En el amor de nuestro Padre, Él obra en nuestros sufrimientos para transformar nuestras mentes mortales en eternas, produciendo en nosotros un gozo que es más profundo de lo que este mundo puede dar —un gozo que a menudo llega a través de las mismas cosas que intentamos evitar.

Puedo dar fe del gozo y la bendición de crecer en el soportar, en la fe y en la esperanza, al experimentar a Jesús como algo más precioso que todo lo que este mundo puede dar. Y creo que Abraham conoció ese tipo de gozo y confianza. Inmediatamente después de que Pablo nos recuerda la fe de Abraham, él anima a los creyentes, diciendo que tenemos acceso a esta misma esperanza (Romanos 5:2-3). Su fe no flaqueó porque su esperanza estaba en Dios Mismo.

Creo que esta es la obra profunda que Dios está haciendo actualmente en mi propio corazón. ¿Es malo para mí desear sanidad para mi familia? No. ¿Es malo para mí afligirme por el dolor por todo lo que hemos perdido? No. ¿Es malo para mí llorar en mi dolor y suplicar por la guía, la sabiduría y la intervención milagrosa de Dios? No.

Pero me estoy dando cuenta de que, mientras Dios a veces muestra Su poder y gloria al hacer un milagro en una situación aparentemente sin esperanza, a menudo muestra Su poder y gloria al hacer un milagro en nosotros. Si Él no obra un milagro en tus circunstancias, confía en que ciertamente Él está haciendo un milagro mayor en tu corazón.


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