¿Y Si Lo Peor Llega?
De Libros y Sermones BÃblicos
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Última versión de 12:00 3 jul 2020
Por Courtney Reissig sobre Miedo y Ansiedad
Traducción por Natalia Micaela Moreno
Las malas noticias nos rodean. Si revisas tus redes sociales, enciendes las noticias, o incluso si estás comprando en la tienda, te encuentras de frente con malas noticias: guerras y amenazas de guerra. Asesinato. Injusticia. Dolor. En circunstancias normales, las malas noticias ya nos rodeaban. Ahora, en medio de una pandemia, las malas noticias nos acompañan como un amigo cercano.
Nos hemos acostumbrado a este tipo de malas noticias en nuestra sociedad conectada. Estar distanciados de ellas nos ayuda a hacerles frente un poco mejor. Nos pueden entristecer al verlas o escucharlas por primera vez, pero entonces lo superamos con un movimiento de nuestro pulgar. El mero volumen de las malas noticias nos nubla del horror de las malas noticias.
Otro tipo de malas noticias que son más difíciles de enfrentar son, en realidad: las malas noticias personales. Son inesperadas. Pueden destrozar la vida de uno. Una visita de rutina al doctor te envía al hospital. Una esposa regresa a casa para enterarse de que su esposo se ha ido, llevándose su amor y sus posesiones con él. Una llamada nos cuenta la muerte de un padre, un amigo, un hermano. Un trabajo una vez seguro se desvanece en el medio de una convulsión económica. En un instante, el mundo se vuelve confuso y lleno de terror. La vida cambia con la presencia de malas noticias.
Cegado por las Malas Noticias
He tenido una buena porción de malas noticias en mi vida adulta. He estado en la sala de ultrasonido cuando el técnico no puede encontrar un latido. He llevado a un niño al doctor, solo para descubrir que en realidad necesita cirugía, o terapia prolongada, o una admisión en el hospital. He escuchado a doctores explicando la fragilidad de mi propia vida. He recibido correos electrónicos decepcionantes y cartas de rechazo. Es por esto que este versículo ha sido mi mantra estos últimos dos años:
No temerá recibir malas noticias;
su corazón está firme, confiado en el Señor. (Salmos 112:7, LBLA)
Pero incluso con todas estas llegadas inesperadas de malas noticias, hubo una para la que no estuve preparada: “Tienes cáncer.” He pasado la mayor parte de la última década tratando de aceptar lo que parece ser un ciclo interminable de malas noticias. Esta última me dejó tambaleando, agarrándome de la fe cuando el futuro parecía desolado.
Puedo ser capaz de manejar una situación difícil cuando tengo una mentalidad preparada para ello, pero cuando me ciegan las malas noticias, me encuentro sin un apoyo donde pisar. He enfrentado una cantidad de circunstancias realmente aterradoras, incluso para los que más fé tienen entre nosotros. Tal vez tú también lo has hecho — un diagnóstico médico en el que corre riesgo la vida, una repentina necesidad de cirugía, enfermedad tras enfermedad, múltiples falsas alarmas. Dios continúa forzándome a contar con la respuesta de mi corazón a las malas noticias.
Punto de Quiebre
Un momento en particular del año pasado fue mi punto de quiebre. Tuvimos un susto con uno de nuestros niños que podría haber resultado en cirugía de emergencia. No tuve el coraje de siquiera imaginar que él pudiera salir fuera de ese hospital sin cirugía. Estaba preparada para lo peor, porque parecemos lidiar con el peor caso tan seguido. Luego de meses de visitas de hospital, cirugías, exámenes sorpresa y cuentas del doctor, estaba convencida de que, otra vez, nuestra familia volvería al hospital.
Pero no lo hicimos.
Aún no puedo dejar de reproducir ese momento en mi cabeza. Quiero la clase de confianza que el salmista tiene en el Salmo 112 — no tener miedo de las malas noticias, sino apoyarme en el Señor. Poco a poco, Dios está construyendo eso en mí. Con cada visita al doctor, donde sostengo la respiración ansiosamente mientras el doctor revisa a mi hijo, estoy obligada a creer esto de nuevo.
Entonces Dios me dio otra oportunidad de vivir este versículo, pero esta vez no salí de la oficina del doctor con buenas noticias. Salí con un diagnóstico de cáncer y una repentina cirugía. En esos terroríficos días y semanas mientras esperaba por mi patología final y me recuperaba de la cirugía, Dios construyó este salmo en mi corazón otra vez. “Se puede confiar en Él. Pueden llegar malas noticias, pero se puede confiar en Él.” Aunque haya creído lo peor, puedo ver ahora que en esos sufrimientos persistentes Dios está construyendo algo en lo más profundo dentro de mí que no hubiera entendido si nunca hubiera sido cegada por el sufrimiento.
Se puede confiar en Dios. Incluso cuando llegan las malas noticias. Esa es la parte difícil de este salmo — nos fuerza a contar con la incertidumbre de la vida. Pero lo hace desde el ventajoso punto de la confianza.
El Mundo que Nosotros Construimos
El salmista habla desde la experiencia. Él ve el buen fruto que la confianza en el Señor produce en una persona. Él prospera en la tierra (Salmos 112:2–3). Y porque ha confiado en el Señor, su vida bendice directamente a aquellos que lo rodean (Salmos 112:9–10). El salmista puede hacer una afirmación audaz como la que hizo en Salmos 112:7 porque ha visto lo que una vida de confianza hace en una persona. Y quiere que tengamos esa vida también.
He pasado mucho tiempo creando escenarios en mi cabeza, para que cuando lleguen las malas noticias yo esté preparada. Pero de lo que el salmista habla es completamente diferente a una confianza preparada.
Cualquiera puede tener una confianza preparada arraigada en un entorno controlado (o uno que imaginamos controlado). Es solo cuando llega el imprevisto que te das cuenta de que en realidad estabas confiando en un mundo que tú construiste, y no en Dios que es soberano sobre todo. Cuando fabrico escenarios en mi cabeza, no soy capaz de vivir la vida fructífera de la que habla el salmista: una vida de confianza en el Señor que lleva a una vida de bendiciones hacia aquellos que me rodean.
Nuestra Realidad Fija
Llegar a este punto no significa que finjamos que lo peor no puede pasarnos a nosotros. Solo significa que confiamos en una realidad fija que no puede perturbarse cuando llegan las malas noticias.
Sabemos que el mundo es un lugar peligroso. Sabemos que la vida en un mundo caído significa que nuestra peor pesadilla puede cumplirse en cualquier momento. El antídoto a temer lo peor es no ignorar esta realidad. Eso no nos dará apoyo cuando recibamos esa llamada o ese diagnóstico. El corazón del salmista en su lugar está arraigado en Dios, que es imperturbable. Así que, pase lo que pase, él confiará.
Las malas noticias pueden venir, pero no temeremos por quién es Dios, no porque tengamos control. El salmista es capaz de mantenerse firme gracias a algo afuera de sí mismo. Las malas noticias pueden llegar, pero él está anclado en el Señor. Su confianza descansa en Dios, así que incluso cuando la tormenta de las malas noticias se ruge a su alrededor, él está firme y seguro.
La Palabra de Dios no Cambia
¿Qué parte del Señor ayudó a que el salmista confiara en Él cuando pensó en las malas noticias? Al principio del salmo, él nos dice que una vida de bendiciones es la que se pasa deleitándose en los mandamientos de Dios (Salmos 112:1). Este es un mensaje entretejido en el libro de Salmos. Salmos 1 comienza así:
Cuán bienaventurado es el hombre
que no anda en el consejo de los impíos,
ni se detiene en el camino de los pecadores,
ni se sienta en la silla de los escarnecedores;
sino que en la ley del Señor está su deleite. (Salmos 1:1–2, LBLA)
Los salmistas no pasan por alto la realidad de la vida en un mundo roto. A menudo confrontan esta vida de frente. A veces lo hacen con un río de preguntas derramadas hacia Dios. A veces lo hacen con confianza resoluta. A veces lo mezclan todo, porque la vida puede ser un desastre de confianza y dolor. Pero los cimientos que los mantienen en marcha son su deleite en la palabra de Dios.
Ellos meditan en ella. La conocen. Son sostenidos por ella. Y como resultado, ellos no temen cuando llegan las malas noticias. Ellos no naufragan en su fe cuando el sufrimiento los plaga. Y ellos esperan en Dios, sabiendo que algún día lo alabarán, incluso cuando no lo hacen ahora mismo (Salmos 42:5, 11; 43:5).
Afinidad en el Sufrimiento
Desearía poder decir que mi miedo de las malas noticias cambió completamente. Estoy mejorando, pero mi corazón todavía parece estar por detenerse cuando pongo un pies en la oficina de un doctor. Quizás siempre lo haga. El cáncer parece hacerle eso a una persona. El mundo es un lugar terrorífico, e incluso aunque confío en Dios para permanecer fiel a pesar de las tormentas, no me encantan las malas noticias. Estoy segura de que no te encantan tampoco.
Pero los Salmos pueden ayudarnos a saber que no estamos solos. No somos los primeros que recibieron un diagnóstico difícil o un resultado incierto. No somos los primeros en mirar hacia abajo por el túnel del sufrimiento, preguntándonos cómo hará Dios que todo funcione al final. Pero estamos unidos a una gran nube de testigos que lo encontraron suficiente para mantenerlos todo el camino hasta el final. Ese es nuestro ancla cuando las malas noticias nos asustan.
Cuando tememos del resultado del diagnóstico, recordamos que Dios es bueno para con todos (Salmos 145:9, LBLA). Cuando los miedos no nos dejan, recordamos el Salmo 46:1 (LBLA): “Dios es . . . nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.” Cuando no parece como si fuéramos a caminar ante el Señor en la tierra de los vivos (Salmos 27:13), recordamos cómo comienzan los Salmos: “Porque el Señor conoce el camino de los justos” (Salmos 1:6). El modo en el que lo soportan es conociendo a Dios, y la forma en que conocen a Dios es conociendo su palabra.
Las malas noticias nos rodean. Vienen por nosotros. Y vienen con un ejército de miedos. Pero como Salmos 2 nos recuerda, hay un Rey gobernando por sobre todas las cosas. Él nos libera del miedo y nos da palabras para soportar en nuestra lucha. Las malas noticias pueden asustarnos, pero nunca nos destruirán al final.
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