Cuando el Sufrimiento Echa Fuera el Gozo
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Última versión de 12:02 20 ago 2020
Por Vaneetha Rendall Risner sobre Sufrimiento
Traducción por Paola Montano
Contenido |
Encontrando a Dios en Lugares Áridos
Estaba en mis veintes cuando llegué a la conclusión de que la vida cristiana era aburrida.
Leía la Biblia regularmente, pero a menudo no lo hacía a conciencia. Simplemente no era tan interesante. Tenía una lista de amigos por los cuales orar, pero sentía que era una oblicacion. Mis oraciones no parecían tener mucha influencia de todos modos. Iba a la iglesia todas las semanas, pero prestaba poca atención al sermón. Iba principalmente por mis amigos. Estaba agradecida de que Cristo hubiera muerto por mí y me haya salvado de mi pecado, pero ya nada de eso me parecía emocionante. Supuse que así era como todos se sentían después de que la primera emoción de la conversión desapareciera.
Estaba contenta con mi fe superficial hasta que mi hijo estaba al borde de la muerte, y pasé de la apatía a la ira contra Dios. ¿Por qué no salvó a mi hijo incluso después de que se lo rogué? Me sentí vacía y casi sin propósito, hasta meses después cuando le clamé a Dios desesperadamente.
Para mi sorpresa, me respondió rodeándome con una inconfundible sensación de su presencia. Empecé a hablar con Dios más honestamente que antes, a menudo usando las mismas palabras de las Escrituras. Se sentía liberador y vivificante, y yo esperaba que nunca terminara. Pero a medida que la intensidad de mi dolor se desvanecía con el tiempo, también lo hizo la intensidad de mi conexión con Dios.
Orando por Pasión
En esa época, escuché una charla de John Piper acerca de amar a Dios de la manera en que amamos a nuestros cónyuges. Nunca había escuchado a nadie hablar con tanta pasión acerca de Dios, y me hizo reconsiderar mi propio deseo de Dios o la falta de él. Luego escuché a otro orador cuyo amor por Jesús también irradiaba a través de sus palabras, y me pregunté si yo podría desarrollar ese tipo de pasión. Ella habló sobre la intimidad de su relación con Dios, cómo él apareció de las maneras más espectaculares durante algunos de sus momentos más oscuros.
Así que empecé a pedirle a Dios que me diera pasión por él. Quería deleitarme en Dios, pero no había una fórmula, no existen tres sencillos pasos a seguir, no hay forma de evocar esto. Necesitaba que Dios proporcionara la chispa.
La chispa llegó cuando estaba luchando contra una condición crónica y debilitante al ciar a dos hijas adolescentes después de que mi esposo nos abandonara. La vida era increíblemente difícil, y necesitaba a Dios como nunca lo había necesitado antes. Fue entonces cuando encontré un gozo profundo y duradero que me cambió por completo. Esto es lo que he aprendido sobre encontrar el verdadero deleite en Dios.
Caminos hacia el Gozo
Primero, debo ser auténtica con Dios, especialmente en mi dolor. A veces me he alejado de Dios, resentida y molesta, creyendo que no podía decirle cómo me sentía. Pero murmurar palabras de alabanza cuando mi corazón estaba lejos de Dios no honraba a Dios (Isaías 29:13), y eso nunca me llevaría a una profunda pasión por él.
En lugar de ser superficial en mi adoración y alejarme interiormente, o quejarme de Dios y alejarme de manera descarada, necesitaba hablar con Dios directamente. Podemos contarle todas nuestras frustraciones y nuestros miedos más profundos, como lo demuestran las palabras de Job, Jeremías y los salmistas. El deleite en Dios se irradia desde el interior (Romanos 7:22), lo que requiere honestidad y verdad en nuestro ser interior (Salmo 51:6).
Segundo, desarrollar una pasión por Dios requiere enfoque e intención. No podía simplemente dejarme llevar. Jacob luchó con Dios durante la noche y no dejó ir al Señor ni siquiera al amanecer hasta que Dios lo bendijera (Génesis 32:26). Esa tenacidad debe ser nuestro modelo a seguir al aferrarnos a Dios hasta que él nos dé un deseo por él. Sigue pidiendo, sigue buscando y sigue llamando hasta que estés satisfecho. Dado que el Señor promete que cuando lo busquemos con todo nuestro corazón, lo encontraremos, podemos esperar que nos responda nada menos que con él mismo (Mateo 7:7–11; Jeremías 29:13).
En tercer lugar, hago cosas que me llevarán al deleite, aunque al principio parezcan un mero deber. Empecé a leer la Biblia con bolígrafo y papel en la mano, esperando que Dios me mostrara algo — incluso cuando mi día era abrumador, y la Biblia se sentía sin vida. Oré expectante y busqué las respuestas de Dios a mis oraciones — incluso cuando me sentía agotada y me preguntaba si Dios estaba realmente escuchándome. Fui a la iglesia y presté atención al sermón, creyendo que Dios me hablaría a través de él. Me rodeé de creyentes y comenzaba a hablar sobre la fe — incluso cuando mis amigos no cristianos parecían más divertidos. Todas estas cosas eran los medios de gracia de Dios para llevarme al deleite.
Ámalo en la Búsqueda
Cuando no tenemos un deseo por Dios, tenemos que empezar a caminar hacia él — un camino que anticipa el deleite vendrá. Si perdemos de vista ese objetivo y nos conformamos con una vida religiosa alimentada únicamente por el deber, nuestra fe se secará y perderá sentido, y es probable que nos apartemos cuando lleguen las pruebas. Una fe superficial e intelectual por sí sola no puede sostenernos. Al final, una fe sin la menor chispa de gozo no es una fe genuina.
Sin embargo, si queremos una relación genuina y vivificante con Dios, no podemos dejar de lado la obediencia, y simplemente esperar a que el deleite nos inunde. Debemos acercarnos completamente a Dios, pidiéndole continuamente que infunda una vida nueva, más vibrante y más satisfactoria en nuestra relación. La pasión por Dios no siempre sucede de la noche a la mañana. A medida que aumenta, la lectura de la Biblia pasará de ser una obligación a ser un deleite. La palabra de Dios traerá un gozo duradero que nos sostendrá en nuestra aflicción (Salmo 119:92). Hasta que eso suceda, debemos confiar en la obra paciente de Dios mientras seguimos apoyándonos en él.
Cuando confiamos en el Señor, nos mantenemos fieles y le encomendamos nuestro camino, aprendemos a deleitarnos en Dios (Salmos 37:3–5). Al perseguir ese deleite, podemos pedirle a Dios que nos enseñe sus caminos, que nos ayude a caminar en sus sendas y que se revele a nosotros en el proceso. Comienza y termina con Dios.
La oración de Ambrosio de Milán resume esto de una forma maravillosa:
Señor, enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca. Porque no puedo buscarte a menos que me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé. amando te hallaré y hallándote te amaré.
Las obligaciones y la fuerza de voluntad no nos sostendrán en el sufrimiento. En los momentos oscuros, inevitablemente buscaremos lo que nos satisface, nos reconforta y nos trae alegría. Dios debe ser todas esas cosas para nosotros, y si no lo es, debemos pedir, buscar y llamar hasta que los sea. Busquémoslo en amor, y amémoslo mientras lo buscamos.
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