Disipando nuestro miedo a la sumisión
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Revisión de 03:24 1 sep 2020
Por Liz Wann sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Mariana Ramirez
Antes de casarme, pensaba que cumplir los roles bíblicos en el matrimonio sería como pintar uno de esos dibujos con números de guía. Mi esposo y yo sabríamos exactamente qué hacer y nuestro matrimonio despegaría en la dirección correcta casi sin ningún esfuerzo.
Ahora veo los roles en el matrimonio como una obra de arte inspirada. Toma tiempo, pensamiento, práctica, desorden y bloqueos mentales. Pero con cada pincelada aplicada al lienzo, una imagen de colorida belleza comienza a tomar forma. A diferencia de las nítidas líneas de un dibujo con números guía, los colores en este lienzo se mezclan de una manera en la que la distinción no es siempre obvia, pero nace una gloriosa armonía.
Antes del matrimonio, veía a la esposa sumisa como una sombra inminente sobre mí, como el fantasma del futuro de Scrooge. Tenía una idea equivocada, Efesios 5 sonaba como las cadenas de Jacob Marley. Sin embargo, tres cosas me ayudaron a disipar el miedo a la sumisión.
- La sumisión no debe ser aislada.
Si enfatizamos Efesios 5:22 de forma aislada, hace que la sumisión suene más aterradora de lo que realmente es. Si, podemos obedecer este versículo como una verdad literal, pero debemos tener cuidado de no simplificarlo demasiado. Dios nos da libertad en estos buenos límites de acuerdo con nuestras diferentes personalidades en nuestros matrimonios y el día en que vivimos.
Debemos hacer espacio para los matices. Cuando vemos este versículo a la luz de toda la Escritura, sabemos que una esposa no es llamada a someterse a su esposo si le pide que rompa la ley de Dios. Ella no debe someterse a ningún tipo de abuso por parte de su esposo o patrones de comportamiento pecaminosos. La sumisión bíblica es un camino para la justicia, no una capa para el pecado.
En el Antiguo Testamento, las mujeres como Ester y Abigail no parecen ser sumisas en la concepción más estrecha - están desafiando a sus esposos. Abigail va a espaldas de su esposo cuando le da al Rey David y sus hombres los suministros que su esposo les negó. Ester rompió todo protocolo real cuando entró en la corte del rey sin permiso previo.
Los esposos de Abigail y Ester no eran parte del pueblo elegido de Dios, por lo que la sumisión para estas dos mujeres se veía diferente. Ester y Abigail fueron ante todo sumisas a Dios. Fueron valientes en sus acciones, que a sus esposos les parecían insubordinaciones. A veces una esposa sumisa se ve como Esther y Abigail.
- La sumisión es parte de un objetivo más amplio de unidad.
Tanto el esposo como la esposa deben estar orientados el uno hacia el otro. Si la mujer está haciendo toda la orientación, todo el servicio, y todo el sacrificio en el matrimonio, algo anda muy mal. En la Trinidad, cada persona de la Deidad está constante y consistentemente orientada hacia los demás, y por esto, cada uno florece en sus roles y responsabilidades. Cuando los esposos y esposas hacen esto el uno con el otro, entonces podemos ver unidad aquí en la tierra como en el cielo.
Es muy común ver el liderazgo de nuestros esposos como una lucha de poder y la sumisión como un pase libre para que el esposo haga lo que quiera. En realidad, el liderazgo del esposo está ligado a la responsabilidad de su esposa y otras personas con autoridad sobre él. Ni el esposo ni la esposa deben ser independientes y autónomos. No es así cómo se logra la unidad en el matrimonio, o en cualquier otra relación. El liderazgo de un esposo significa que primero es responsable por el cuidado de su esposa - está orientado hacia ella con amor sacrificado.
Con esto en mente, el matrimonio se ve más claramente por lo que es: no una jerarquía, sino un baile de salón coreografiado. Dios ha diseñado la coreografía para cada esposo y esposa, pero el baile variará. El hombre liderará; la mujer le seguirá. En ocasiones se pisarán los pies el uno al otro. Otras veces la mujeres necesitará guiar sútilmente al hombre hacia lo que debe de hacer para dirigir el baile, y el hombre tendrá que guiarla con amor hacia la forma de responder. Ambos se doblan y se flexionan para lograr la unidad necesaria para que el baile sea hermoso.
- La sumisión es un llamado para todo cristiano.
La sombra presagiosa de la esposa sumisa se desvaneció cuando me di cuenta que como seguidora de Cristo debería de tener una actitud humilde y sumisa de cualquier forma. Los esposos y esposas son llamados a seguir a Cristo de la misma manera, ser sumisos - a Dios y a los demás. Debemos ser flexibles los unos con los otros, dispuestos a entregarnos a nosotros mismos, en lugar de exigir nuestros propio camino.
<blcokquote>“Pero Él da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes. Por tanto, someteos a Dios. Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros” (Santiago 4:6-7 LBLA).</blockquote>
Santiago nos enseña que todos somos llamados al camino de la humildad. Si un esposo se somete a Dios, esto hace más fácil que la esposa se someta a él, así como a Dios. De la misma manera, los esposos y esposas son llamadas a sacrificarse el uno por el otro: el esposo se sacrifica por su humilde liderazgo y la esposa a través de su respuesta.
A veces, el esposo lidera con deferencia a su esposa. Muchas veces el amor cubre su pecado. Cuando el esposo no está buscando ni escuchando el corazón de su esposa, la esposa no debería aceptar esto sin hacer nada. Ella debe hablar con verdad y amor a él, y luego amablemente tolerar a su marido en su debilidad.
El corazón del cristianismo
No puedo evitar pensar en una futura esposa que aún era virgen cuando se sometió a la voluntad del Señor de llevar al Mesías. Un ángel le dijo que no tuviera miedo , porque había encontrado el favor de Dios. ¿Favor? Una joven embarazada, soltera, especialmente en su época, no sería vista favorablemente. Aún así ella respondió, “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38). La valiente sumisión de María a Dios fue una introducción a la sumisión de Jesús al Padre cuando él dijo similarmente, “no se haga mi voluntad, sino la tuya”.
Verás, la sumisión está en el corazón del cristianismo, porque si no fuera por la sumisión de Cristo a la muerte, no conoceríamos la salvación. Como Cristo, cuando nos sometemos y morimos a nosotros mismos, resucitamos a una vida nueva en él. Una vez que somos salvos por gracia mediante la fe, debemos someternos continuamente a Dios.
La sumisión no es solo para las esposas y no tiene la intención de encarcelarnos en miedo. Nos libera para vivir con valentía.
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