¿Cómo elijo a mi pareja?
De Libros y Sermones BÃblicos
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Última versión de 03:38 1 sep 2020
Por Desiring God Staff sobre Matrimonio
Traducción por Yudith Madrazo
Siete principios para un buen casamiento
Además de la decisión de seguir a Jesús, la decisión más importante que tomarán nuestros hijos será la de con quién se casarán.
Son enormes las implicaciones multigeneracionales en esto. Sin embargo, y a pesar de la importancia de esta decisión, algunos padres se preocupan más por las notas o el rendimiento atlético de sus hijos. Ellos dedican más tiempo a hablar sobre cómo matricular en la escuela adecuada que a cómo elegir a la futura pareja. Pero con quién se casen sus hijos podría traer consecuencias eternas: para ellos y sus cónyuges, y para sus nietos y bisnietos.
Alrededor de la Mesa
Como padre de cinco hijos adultos, quiero exhortarte a debatir este asunto con tus hijos. En la misma medida en que cometimos muchos errores, mi esposa y yo descubrimos que el mejor lugar para tener este debate era la mesa en el momento de la cena, donde solíamos reunirnos al menos cuatro veces a la semana−de preferencia seis. Padres y madres efectivos (especialmente padres) enseñan a sus hijos de manera continua. Ellos no solo les enseñan con el ejemplo, también con sus conversaciones. Es difícil hacer esto si la familia no se reúne a cenar de forma regular.
También descubrimos que era mejor enseñar a nuestros hijos a una edad temprana que más tarde en sus vidas. Los padres querrán comenzar a discutir estos asuntos con sus hijos en el momento en que entren a la pubertad y continuar el debate con regularidad luego.
Con frecuencia, mi esposa y yo debatíamos con nuestros hijos acerca de siete principios para el matrimonio. Existen más, pero está bien comenzar con estos.
Es preferible la soltería a un matrimonio insensato
Hoy día la mayoría de las parejas (si su matrimonio sobrevive) viven juntos de 50 a 70 años. Ese es un largo período de tiempo. Cuando una pareja construye su unión alrededor de Cristo, esa unión probablemente será dulce y maravillosa. Sin embargo, cuando uno de los miembros, o ambos, lo construyen sobre otra cosa, el prospecto no es tan alentador.
Por tanto, los padres pueden enseñar a sus hijos a seguir dos preceptos clave. En primer lugar, que busquen el matrimonio, a menos que Dios les infunda el deseo de permanecer solteros por causa del reino. El matrimonio es el esquema natural y bíblico establecido para los adultos. Pero que busquen el matrimonio con precaución y con sabiduría. Es mejor quedarse soltero que entrar al matrimonio de manera insensata.
Cásese para comprometerse más en Cristo.
En segundo lugar, enséñeles a casarse para acercarse más a Cristo. Dios instruye a sus hijos a que se casen solo con parejas creyentes (Deuteronomio 7:3; 1Corintios 7:39; 2 Corintios 6:14). Esta es una regla absoluta, sin excepción. Para un cristiano constituye un pecado casarse deliberada y conscientemente con un incrédulo. En mi opinión, este principio incluye a los católicos y a los protestantes liberales, quienes no están claros sobre la autoridad bíblica o evangélica.
Este principio trae a colación una pregunta mayor: ¿Qué es un creyente? Cuando se les pegunta, muchas personas profesan ser cristianas porque “abrieron sus corazones a Jesús”, aun cuando hoy no lleven frutos o no muestren interés en los asuntos espirituales. Esto hace que sea difícil discernir.
He aquí algunas preguntas que podrían ayudar: ¿Puede su posible esposo hablar sobre el Evangelio? ¿Cree y se deleita en él? ¿Su vida gira alrededor de Cristo o alrededor de algo más? ¿Reina Cristo en el centro de su vida? ¿Casarme con esta persona ciertamente me acerca más a Cristo o sutilmente me aleja más de él?
Cásese para comprometerse más con Cristo. Queremos que el resultado de nuestra unión, después de haber pasado lo mismo cincuenta que cinco años juntos, sea una fe mayor, mayor obediencia, mayor semejanza con Cristo y mayor necesidad y dependencia del Espíritu Santo. No se case con nadie que no le ayude a alcanzar esto.
Cásese con un posible mejor amigo
En tercer lugar, no se case con una cara bonita o con el futuro éxito profesional de un joven. No digo que estas cosas no importen, pero son muy secundarias. El matrimonio significa estar juntos durante décadas. Es más importante casarse con alguien con quien usted disfruta y comparte intereses comunes, aficiones y pasiones. El cuerpo bonito pronto desvanecerá. El éxito profesional nada significará si al llegar a los cincuenta años de edad no comparten la más profunda intimidad que rodea a un compromiso mutuo con Cristo.
Concéntrese en los votos
En cuarto lugar, recuerde a sus hijos, sobre todo a sus hijas, que una boda no se trata de las flores, la música, el vestido, la lista de invitados y la luna de miel. Se trata de los votos. Las bodas son la lectura de los votos en presencia de los testigos. Todo lo demás acompaña a los votos. Y el testigo más importante es el santo, omnisciente, todo poderoso Juez — un Juez que odia que las personas rompan esos votos cuando estos les resultan gravosos.
Antes de oficiar cualquier matrimonio, yo siempre les recuerdo a las parejas esta verdad. Los exhorto a que lean juntos los votos y valoren el costo. Las bodas no constituyen una ocasión para la frivolidad, sino para el regocijo del que habla Salmos 2:11: “Alegraos con temor”. Las bodas son una ocasión para temer a Dios, para compartir con sentido de solemnidad, mientras la pareja toma sus votos.
Prepárese para quemar sus puentes
Quinto, los votos de la boda significan que el matrimonio es para toda la vida _”hasta que la muerte nos separe”. Cuando los cristianos se casan, queman sus puentes de manera que no haya marcha atrás. ¿Por qué?
El amor de Cristo es un pacto. Él ha prometido que “nunca te dejará ni te desamparará” (Hebreos 13:5). Él “aun jurando en daño suyo, no por eso cambia” (Salmos 15:4). Los cristianos se casan para vivir el amor prometido de Dios en frente de sus hijos y del mundo.
Por tanto, no hay lugar para eso de salir de la relación porque “ya no nos amamos más” o “nos hemos alejado” o “simplemente él no me entiende”. Agradezco que tanto mis padres como mis suegros nos hayan inculcado esto durante nuestra juventud. Nos acercamos a nuestra boda con profunda solemnidad.
A menudo pienso en mi tío, quien se casó con el amor de su juventud. A los diez años de casada, ella desarrolló un tumor cerebral. Lo único que recuerdo es que estaba en una silla de ruedas, vomitando compulsivamente, sin poder comunicarse con su esposo. Mi padre solía recordarme que su hermano había hecho votos de fidelidad hacia ella “en la enfermedad y la salud, en bonanza y escasez, hasta que la muerte nos separe”. Mi tío fue fiel a ese voto. El día de mi boda, sabía que no había nada que garantizara que algo similar no me ocurriera a mí.
No se case con alguien con el objetivo de cambiarlo
Sexto, mi suegro crió a mi esposa con este excelente consejo: no te cases con alguien con el objetivo de cambiarlo. Por ejemplo, “Él no recoge los regueros, pero sé que cambiará. “Ella habla mucho, pero sé que cambiará”. “Ella quiere dedicarse a una profesión y no tener hijos, pero sé que puedo hacerle cambiar de idea”. “Él no es atento conmigo, pero sé que cambiará después de algún tiempo juntos”.
¿Por qué es un error casarse con alguien con el objetivo de cambiarlo? Porque es muy poco probable que cambien, y aun cuando no lo hagan, usted sigue casado de por vida. En lugar de eso, cásese con pleno conocimiento de las debilidades y defectos de su futuro cónyuge, pero con la determinación de amar y perdonar, aunque él nunca cambie. Si no puede hacer eso, no se case con esa persona.
Espere alcanzar santidad
Por ultimo, recuerde a sus hijos con frecuencia que el matrimonio trata de algo más que de amor. Trata de santidad. Según mis estimados, desde que me casé, alrededor del 80 por ciento de mi santidad ha provenido de mi relación con mi esposa. Para parafrasear al autor Gary Thomas, Dios se interesa más por nuestra santidad que por nuestra mera felicidad terrenal, y Él va a usar nuestro matrimonio para conducirnos hacia esa santidad.
Esos dos que dicen “Sí” son siempre pecadores, y eso significa que inevitablemente habrá conflictos. Habrá períodos de sufrimiento y crecimiento doloroso. Aprender a servir a otro pecador, llamará la atención sobre nuestros propias faltas y pecados. Le doy gracias a Dios por las peleas que hemos tenido.
El viaje terrenal de nuestros hijos
Con quién se casarán es la segunda decision más importante que tomarán sus hijos en la vida. Las ramificaciones se extenderán durante décadas. Es por ello que los padres sabios con frecuencia hablan a sus hijos sobre cómo escoger pareja. Ellos entienden que esta decisión crucial podría forjar o arruinar el viaje terrenal de sus hijos, y tratan el asunto con la seriedad que demanda tal realidad.
Después de todo, ¿quién está más capacitado para hablarles de matrimonio? Usted lo habrá vivido durante al menos una década. Aliméntelos, entonces, con su experiencia.
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