¿Cómo no leer una parábola?

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En la parábola de los arrendatarios, el dueño del viñedo finalmente envía a su hijo a recolectar la fruta que los arrendatarios se rehusaron a darle a sus sirvientes. Los arrendatarios habían golpeado y matado a los sirvientes. Pero el dueño dice, “Ellos respetarán a mi hijo” (Marcos 12:6).
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En la parábola de los arrendatarios, el dueño del viñedo finalmente envía a su hijo a recolectar los frutos que los arrendatarios se rehusaron a darles a sus sirvientes. Los arrendatarios habían golpeado y matado a los sirvientes, pero el dueño dijo: “Respetarán a mi hijo” (Marcos 12:6).
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Esto suena como si Dios, quien es representado por el dueño, pensara que su Hijo no sería matado sino que sería bien recibido. Esto pudiera contradecir con la verdad de que Dios envió al Hijo precisamente a morir (Juan 18:18; Isaías 53:10).
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Esto suena como si Dios, quien es representado por el dueño, pensara que a su Hijo no lo matarían, sino que sería bien recibido. Esto podría contradecir la verdad de que Dios envió al Hijo precisamente a morir (Juan 18:18; Isaías 53:10).
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Así que alguien podría intentar discutir que Marcos 12:6 apoya la visión de que Dios no sabía qué sucedería al Hijo de Dios cuando viniera.
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Así que alguien podría intentar afirmar que Marcos 12:6 apoya la visión de que Dios no sabía qué sucedería al Hijo de Dios en su venida.
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La forma común de defender el conocimiento previo de Dios y la predestinación de la muerte de Cristo por Dios (Hechos 4:27-28) es decir que las parábolas no son alegorías.
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La forma común de defender la presciencia de Dios y la predestinación de la muerte de Cristo por Dios (Hechos 4:27-28) es decir que las parábolas no son alegorías.
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Es decir, cada detalle de una parábola no debería presionarse para tener una contraparte en el punto general que la parábola está haciendo. Cierto. Pero en este caso, podemos ir más lejos.
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Es decir, no deberíamos insistir en que cada detalle de una parábola tenga una contraparte en la idea general que la parábola exprese. Eso es cierto, pero en este caso podemos ir más lejos.
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La parábola finaliza, “No han leído el pasaje de la Escritura: «La piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en la piedra principal; esta es la obra del Señor, ¿y nos dejó maravillados?»”(Marcos 12:10-11).
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La parábola finaliza así: “¿Ni aun esta Escritura habéis leído: 'La piedra que desecharon los constructores, esa, en piedra angular se ha convertido; esto fue hecho de parte del Señor, y es maravilloso a nuestros ojos'?(Marcos 12:10-11).
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En otras palabras, Jesús resalta que ya en Salmos 118 escrito cientos de años antes de la venida del Hijo, el plan ya había sido diseñado: El Mesías será rechazado, asesinado, y elevado de la muerte. Y todo esto es “obra del Señor”.
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En otras palabras, Jesús resalta que ya en el salmo 118, escrito cientos de años antes de la venida del Hijo, el plan ya había sido diseñado: El Mesías será rechazado y asesinado, y resucitará de entre los muertos. Y todo esto es “obra del Señor”.
La muerte del Hijo no fue una sorpresa. Fue un plan.
La muerte del Hijo no fue una sorpresa. Fue un plan.
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Así que la parábola en sí misma nos dice que no interpretemos las palabras del dueño, “Respetarán a mi hijo”, como parte de la forma en que Dios está siendo representado. Eso es lo que un dueño humano podría decir. Es incidental al punto de la parábola.
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Así que la parábola misma nos dice que no interpretemos estas palabras del dueño: “Respetarán a mi hijo” como parte de la forma en que Dios está siendo representado. Eso es lo que un dueño humano podría decir. Es algo secundario en lo que la parábola expresa.
Lo que Dios dijo, de hecho, fue: “Los constructores rechazarán a mi Hijo y Yo lo haré Señor y Cristo”.
Lo que Dios dijo, de hecho, fue: “Los constructores rechazarán a mi Hijo y Yo lo haré Señor y Cristo”.

Revisión de 14:59 16 may 2021

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English: How Not to Read a Parable

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Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Carlos Diaz


En la parábola de los arrendatarios, el dueño del viñedo finalmente envía a su hijo a recolectar los frutos que los arrendatarios se rehusaron a darles a sus sirvientes. Los arrendatarios habían golpeado y matado a los sirvientes, pero el dueño dijo: “Respetarán a mi hijo” (Marcos 12:6).

Esto suena como si Dios, quien es representado por el dueño, pensara que a su Hijo no lo matarían, sino que sería bien recibido. Esto podría contradecir la verdad de que Dios envió al Hijo precisamente a morir (Juan 18:18; Isaías 53:10).

Así que alguien podría intentar afirmar que Marcos 12:6 apoya la visión de que Dios no sabía qué sucedería al Hijo de Dios en su venida.

La forma común de defender la presciencia de Dios y la predestinación de la muerte de Cristo por Dios (Hechos 4:27-28) es decir que las parábolas no son alegorías.

Es decir, no deberíamos insistir en que cada detalle de una parábola tenga una contraparte en la idea general que la parábola exprese. Eso es cierto, pero en este caso podemos ir más lejos.

La parábola finaliza así: “¿Ni aun esta Escritura habéis leído: 'La piedra que desecharon los constructores, esa, en piedra angular se ha convertido; esto fue hecho de parte del Señor, y es maravilloso a nuestros ojos'?” (Marcos 12:10-11).

En otras palabras, Jesús resalta que ya en el salmo 118, escrito cientos de años antes de la venida del Hijo, el plan ya había sido diseñado: El Mesías será rechazado y asesinado, y resucitará de entre los muertos. Y todo esto es “obra del Señor”.

La muerte del Hijo no fue una sorpresa. Fue un plan.

Así que la parábola misma nos dice que no interpretemos estas palabras del dueño: “Respetarán a mi hijo” como parte de la forma en que Dios está siendo representado. Eso es lo que un dueño humano podría decir. Es algo secundario en lo que la parábola expresa.

Lo que Dios dijo, de hecho, fue: “Los constructores rechazarán a mi Hijo y Yo lo haré Señor y Cristo”.


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