Cuando la Duda Eclipsa a la Fe
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Última versión de 11:54 18 mar 2022
Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Alicia Mateos Castro
Historia tras historia, libro tras libro, la Biblia nos recuerda que nadie es inmune a profundas y confusas batallas espirituales. Es una prueba de la sinceridad sin adornos de la Biblia, una razón por la que instintivamente la encontramos de confianza: que muestra incluso a los seguidores de Dios más sinceros, los más devotos, los más diligentes, los que tienen una mayor formación teológica, experimentando largas temporadas de oscuridad espiritual, dudas perturbadoras e incluso crisis de fe.
Uno de mis ejemplos favoritos es Asaf. Si conocéis los Salmos, probablemente lo reconozcáis, ya que se le nombra como el compositor de los Salmos 50 y 73–83.
Pero Asaf era mucho más que un poeta. Estaba entre los líderes espirituales más destacados de su tiempo. El rey David le designó como uno de los tres jefes levitas del culto para supervisar los aspectos vocales e instrumentales del tabernáculo (1 Crónicas 6:31–46; 15:16–17). Lo que quería decir que Asaf estaba inmerso en todo lo relacionado con el culto a Dios. Tenía responsabilidades significativas y era un conocido líder espiritual público.
Y mantenía una profunda lucha con la duda. Casi perdió su esperanza en Dios. Como poeta, capturó esa lucha y lo que le dio en verso. Lo conocemos como Salmo 73.
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Dios es Bueno para con los Puros de Corazón
Asaf era muy culto y tenía una buena formación. En su tiempo pocos tendrían un conocimiento mayor de las Escrituras Hebreas existentes. Y como cantante principal en una cultura oral, habría memorizado la mayoría, si no todas, las canciones de adoración colectiva de Israel. Por tanto, habría sabido:
- por la canción de Moisés que toda la obra de Dios “es perfecta, porque todos sus caminos son justos” (Deuteronomio 32:4);
- por la canción de Hannah que Dios “guarda los pies de sus santos, mas los malvados son acallados en tinieblas” (1 Samuel 2:9); y
- por las canciones de su rey y amigo, David, que “el Señor hace justicia y juicios a favor de todos los oprimidos” (Salmos 103:6), y “el Señor ama la justicia y no abandona a sus santos. . . Pero la descendencia de los impíos será exterminada” (Salmos 37:28).
Tales descripciones del carácter de Dios fueron fundamentales para la comprensión de Israel (y por tanto de Asaf) de Dios. Los grandes relatos de la historia de Israel reforzaron la creencia de que "ciertamente Dios es bueno para con Israel, para con los puros de corazón” (Salmo 73:1), pues él “sostiene al afligido; y humilla a los impíos hasta la tierra” (Salmo 147:6).
Los Cimientos Empiezan a Desmoronarse
Sin embargo, aunque Asaf dirigía a los otros en la celebración de estas creencias fundamentales, los cimientos de las suyas se estaban desmoronando. Podía sentir que sus pies espirituales tropezaban (Salmo 73:2). Porque a la vez que cantaba la bondad y la justicia de Dios podía “ver la prosperidad de los impíos” lo que parecía contar una historia diferente (Salmo 73:3).
Dada la edad madura de Asaf y su formación y la reflexión que requería su vocación, este problema no habría sido nuevo para él. Pero, a veces, por una confluencia de factores, nuestra perspectiva de la realidad cambia. Cuestiones que no nos preocupaban antes o quizá solo un poco, ahora nos perturban mucho. Vistas a una luz diferente, parecen amenazar nuestras creencias fundamentales en Dios. La duda se asienta y empezamos a sentir que nuestros pies espirituales tropiezan. Yo mismo he superado y observado crisis de fe y apostaría que Asaf experimentó algo así.
Como alguien que dirige a miles en las canciones sobre lo mucho que el Señor ama la justicia y defiende a los oprimidos, Asaf encontraba perturbador que los impíos parecieran vivir vidas tan dichosas. No había dolores en su muerte, sus cuerpos eran robustos, y, siempre desahogados, han aumentado sus riquezas (Salmo 73:4–7, 12). Además de eso, eran crueles, soberbios y blasfemos, todo con aparente inmunidad del juicio de Dios. Y, puesto que parecía que Dios no se daba cuenta o no le importaba, todos se lo consentían (Salmo 73:8–11).
Se Asienta el Cinismo
Mientras tanto, Asaf se había “lavado en inocencia [sus] manos” fielmente, ¿y cuál fue su recompensa? Había sido “azotado” todo el día “y castigado cada mañana” (Salmo 73:13–14). Esta incongruencia no tenía sentido. ¿Dónde había quedado lo de sostener al afligido y humillar a los impíos? Su confianza y esperanza en las promesas de Dios se apagaban y el cinismo amargo crecía.
“Nadie es inmune a profundas y confusas batallas espirituales.” Por razones comprensibles no hablaba mucho con los demás sobre estas batalla. En su posición de influencia podría haber traicionado la confianza de sus amigos y compañeros del ministerio, a los que quería tanto, y podría haber dañado la fe de los santos a los que debía dirigir (Salmo 73:15). Pero, en su interior, envidiaba a los impíos y pensaba “Ciertamente en vano he guardado puro mi corazón” (Salmo 73:3, 13).
La fe de Asaf estaba en crisis. Y batallar con sus pensamientos y dudas, en especial en el contexto de su cargo público y visible, empezaba a ser cada vez más una “tarea agotadora” (Salmo 73:16).
Visión en el Santuario
Pero a Asaf le ocurrió algo que transformó su duda llena de cinismo en esperanza llena de fe. No vio a Dios sostener al fin al afligido y humillar a los soberbios e impíos. En vez de eso, vio de nuevo algo que cambió su perspectiva de la realidad, esta vez durante una experiencia extraordinaria que tuvo cuando entró “en el santuario de Dios” (Salmo 73:17).
Asaf no relató los detalles de lo que ocurrió, pero está claro que experimentó un momento de encuentro transformador. De manera no muy distinta de cuando dos discípulos desanimados y dudosos, sin saberlo, caminaron con Jesús hacia Emmaus hasta que, de pronto, lo vieron (Lucas 24:13–35), Asaf, desanimado y dudoso, de repente vio algo que lo cambió todo.
La palabra de Dios, viva y eficaz, penetró en su interior y se dirigió a sus más profundos pensamientos (Hebreos 4:12). Encontró la Verdad y la Vida quien le dio la visión de la fe que curó su ceguera (Juan 9:39). Y los ojos de su corazón le contaron una historia distinta (Efesios 1:18).
De pronto, Asaf vio a los impíos que había envidiado, que parecían recibir tantas bendiciones y comprendió “el fin de ellos” (Salmo 73:17), el terrible fin de “todos los que te son infieles” (Salmo 73:27):
Ciertamente tú los pones en lugares resbaladizos;
los arrojas a la destrucción.
¡Cómo son destruidos en un momento!
¡Son totalmente consumidos por terrores repentinos!
Como un sueño del que despierta,
oh, Señor, cuando te levantes despreciarás su apariencia. (Salmo 73:18–20)
Y vio la vida que Dios le había dado, incluidos los golpes y reprimendas que parecían tener tales privaciones, y comprendió su fin, el fin glorioso de todo el que es fiel a Dios:
Sin embargo, yo siempre estoy contigo;
tú me has tomado de la mano derecha.
Con tu consejo me guiarás,
y después me recibirás en gloria. (Salmo 73:23–24)
Asaf vio entonces que Dios es verdaderamente bueno con los puros de corazón y que de verdad “guarda los pies de sus santos, mas los malvados son acallados en tinieblas” (1 Samuel 2:9). Pero cuando buscó discernir esta realidad de lo que podía observar en su vida, estaba ciego a ella. Percibirla requería mirar por las lentes de la eternidad.
Adoración Resucitada
La perspectiva transformada o restaurada de Asaf le ayudó a comprender de nuevo lo que le había perturbado. También reveló lo “torpe y sin entendimiento” que había sido en su amarga incredulidad (Salmo 73:21–22). Y, a la vez que crecía su esperanza y se apagaba su cinismo, este jefe del culto oró:
¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti?
Y fuera de ti, nada deseo en la tierra.
Mi carne y mi corazón pueden desfallecer,
pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre. (Salmo 73:25–26)
En ese poderoso momento en el santuario de Dios, Dios fue de nuevo el santuario de Asaf.
Mas para mí estar cerca de Dios es mi bien;
en Dios el Señor he puesto mi refugio,
para contar todas tus obras. (Salmo 73:28)
Tres Regalos de Asaf
Cuando compuso este extraordinario salmo (inspirado por el Espíritu Santo), Asaf nos dio un regalo maravilloso. En primer lugar, al exponer con humildad su crisis de fe personal, en especial como prestigioso líder espiritual público, nos ayuda a ver que nadie es inmune a serias batallas con la duda.
En segundo lugar nos muestra que, si bien un conjunto de factores afecta a cómo vemos las verdades fundamentales bíblicas, cuestionándolas, deberíamos proceder con mucha cautela y paciencia, puesto que tenemos buenos motivos para dudar de nuestras dudas. Por muy convincente que pueda parecernos en ese momento, puede que lo que aviva nuestras dudas no sea una perspectiva clara, sino una distorsionada. Cuando Asaf perdió de vista la eternidad, cambió la forma en la que lo veía todo.
Por último, Asaf, que vivió un milenio antes del nacimiento de Jesús, nos recuerda que es esencial recordar que “no tenemos aquí una ciudad permanente” (Hebreos 13:14). La vida bíblica de la fe en este mundo siempre ha sido una parada en el viaje hacia “una patria mejor, es decir, celestial” (Hebreos 11:16). Siempre ha sido cierto que si hemos tenido esperanza en Dios solo en esta vida somos dignos de lástima (1 Corintios 15:19).
Y, de hecho, como experimentó Asaf, tener esperanza en Dios en esta vida solo lleva a perder la esperanza en Dios. Ya que estamos “comamos y bebamos, que mañana moriremos” (1 Corintios 15:32). Solo a través de las lentes de la eternidad vemos la bondad, justicia y lealtad de Dios. Y solo en la luz de la eternidad anhelamos estar cerca de Dios y encontrarlo para que sea nuestra porción para siempre.
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