Mi casa y yo
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Última versión de 12:08 27 abr 2022
Por Greg Morse sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Débora Ester Baigorri
Contenido |
La misión deleitosa de mantener tu familia en Cristo
Si eres un hombre cristiano, conozco algo de ti. Sé que quieres más.
Quieres más emoción en tu caminar con Jesús. Quieres más vida, más estado de alerta, más temor reverencial, más anhelo de las cosas espirituales, más consistencia, más prontitud, más victoria sobre el pecado. Quieres percibir más la inmensidad de Dios irrumpiendo en tu vida, toda su majestad y su constante amor por ti por su nombre. Quieres menos estereotipos e irrealidades, y más de lo verdadero.
Quieres vivir para algo más, con más poder y propósito. Y si tienes una familia, quieres más habilidad para llevarla a Cristo. Quieres vivir con tu familia en ambientes de adoración y propósito. Quieres que tu esposa prospere cada vez más mientras más contempla a Jesús. Quieres oír a tus hijos cantando a Jesús. Quieres que juntos, como una familia, hagan verdaderas oraciones y enfrenten dificultades repitiendo lo que Josafat le dijo a Dios: "no sabemos qué hacer; pero nuestros ojos están vueltos hacia ti” (2 Crónicas 20:12). Y quieres ver a Dios responder poderosamente.
En otras palabras, quieres una familia con verdadera vida espiritual que alcance a tu vecindario y a tu iglesia local. Pero, ¿es posible? Este deseo, ahora quizás descuidado y carente, sólo se presenta con susurros de culpabilidad al ver la realidad de la vida que te rodea: una lucha por sobrevivir. Quizás has admitido la expectativa apática de vivir sólo la mitad de tu vida: vive el día, disfruta de un poco de entretenimiento en los momentos que se puede, duerme y después vuelve a hacerlo.
Pero, así como más quieres para ti y tu familia, así más quiere y promete Dios.
Familia viva para Dios
Hombre de Dios, tienes la misión deleitosa de proveer para tu familia física y espiritualmente. Tal privilegio fue profetizado hace mucho tiempo, no solo como mandato cultural (Génesis 1:28) sino también como gran mandamiento al pueblo de Dios de la promesa:
Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Y las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos. Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas. (Deuteronomio 6:4–9)
La visión para la familia no podía ser más alta: nada menos que un mundo sumergido en Dios. Dios dio un anuncio definitivo, “Amar al Señor con todo,” que es volar al viento por encima de la vida diaria. El quería que los testimonios de Dios y su valor inalterable se grabaran en cada rincón de la vida familiar, en todos sus aspectos. El quería ser supremo en todas las cosas para gozo de su pueblo y sus familias.
Que los padres impartieran diligentemente esta pasión a la siguiente generación, orando para que Dios proveyera un nuevo nacimiento. La verdad que hizo a uno sabio para la salvación se iba a repetir, una y otra vez, así como el hombre golpea la hoja de metal varias veces para afilarla, en espera de que Dios moldeara a sus hijos que también lo aman con todo su ser.
Sin embargo, no se trata solo de transmitir verdades, sino que también vemos la manera en la que un hombre fiel crea una atmósfera en la que introduce a sus hijos. El hogar se constituyó en un lugar en el que se continuaba hablando de Dios:
- al sentarse
- al andar por el camino
- al acostarse
- al levantarse
Al andar en casa o de viaje lejos de casa, desde temprano en la mañana hasta tarde al acostarse, la conversación tenía que girar en torno a Dios. Israel y todo su entorno se adornaban con testimonios físicos de la palabra de Dios: "Y las atarás como una señal a tu mano, y serán por insignias entre tus ojos" y también “Y las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas.”
Me conmuevo en mi interior al escribirles esto en Cristo: No debería pasar un día sin que contemplemos y hablemos en nuestras familias de los caminos de Dios, el evangelio de Dios y el regreso de Dios.
Hombres con corazones ardientes
El punto es que esta visión de mantener la familia en Cristo no era algo que cumplir de una lista, sino un estilo de vida. No un mero devocional a las apuradas, sino una disposición permanente a la adoración. Dios, digno de toda nuestra devoción, llena el ámbito del creyente, especialmente su casa. Una visión que concuerda con el deseo secreto.
Si eres un hombre cristiano, asumes esta responsabilidad tan grande, y te repito, la deseas.
¿Cómo lo sé? Porque el texto dice así.
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón.
Te convencerás, padre cristiano, hijo cristiano, hermano cristiano, de darte a ti mismo para promover un mundo lleno de Dios, ya sea que tengas o no tu propia familia. Y no porque leas un artículo o un buen libro, sino porque Dios ha grabado su mandamiento que arde en tu corazón. No necesitas que alguien te fuerce a querer vivir para Cristo hasta una estatura cada vez mayor. “Porque todos me conocerán” (Jeremías 31:34).
¿Arde tu espíritu?
En el antiguo pacto, tener los mandamientos en el corazón de uno implicaba memorización, meditación, oración y obediencia. En el nuevo pacto, estos métodos se usan de la misma manera, pero desde un lugar diferente:
Porque éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, declara el Señor: Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre sus corazones la escribiré. Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. (Jeremías 31:33)
¿No arde tu espíritu dentro tuyo? Quizás te sientas culpable por tu dejadez en el pasado, quizás te sientas condenado por tu negligencia presente, quizás necesites caer de rodillas y pedir perdón a Dios por haberlo olvidado en el ático: Anhelas proveer bendición espiritual a tu hogar. Mira al Señor Jesús extendiendo más gracia y proveyendo una nueva oportunidad. No resistas más entrar de lleno en el mar de bendición que él ha prometido: “yo honraré a los que me honran” (1 Samuel 2:30).
Si eres auténtico, mi hermano, su ley se ha grabado fuertemente en tu corazón: Y quieres cuidar a tu familia. Quieres dejar de lado las trivialidades y vivir para Cristo. Quieres construir tu hogar y llenarlo de buenos pensamientos y obras de amor. Quieres que la estrella de Belén repose sobre tu casa, como señal de la presencia del Rey. Quieres proveer alimento espiritual y bebida eternal a los que más amas. Quieres decir de manera fehaciente y continua: "Mi casa y yo serviremos a Jehová."
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