Arrodillándose entre leones
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Última versión de 12:43 27 jun 2022
Por Joe Rigney sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Adriana Blasi
Contenido |
Aprendiendo a orar como Daniel
Escondida en alguna parte en el libro de Daniel, albergada entre las historias acerca de hornos ardientes por un lado y las visiones de estatuas, bestias y reyes en rebelión por el otro, hay una extensa oración con una respuesta asombrosa inmediata.
Daniel 9 contienen una extensa, seria y sincera oración del profeta. Y antes que pudiese decir «Amén», el ángel Gabriel está parado frente a él, listo para ofrecerle conocimiento y comprensión al profeta ¿Qué le dijo Daniel en oración a Dios para que despachara a un ángel de manera inmediatamente como contestación? ¿Puede la oración de Daniel enseñarnos cómo orar hoy?
La trama contra la oración
La oración de Daniel es una oración anticuada. «Corría el primer año del reinado de Darío hijo de Asuero» (Daniel 9:1). Y la elección del momento oportuno nos lleva una de las historias más famosas de la Biblia. Al final de Daniel 5, Darío de Medo conquista a los caldeos y destrona a Baltazar. En el capítulo 6, nombra a 120 dirigentes locales como gobernadores sobre su reino, supervisados por oficiales de alto rango. Daniel es uno de estos oficiales. En efecto, se lo distingue por sobre todos los oficiales de alto rango por el maravilloso espíritu (¿o es el Espíritu) que mora en él (Daniel 6 :1-3).
Darío decide elevar a Daniel por sobre el resto de los oficiales, provocándoles celos. Entonces, tramaron para encontrar defectos en Daniel con la esperanza de desprestigiarlo. Luego de analizar su vida, la conclusión fue: «No encontraremos terreno alguno para acusar a Daniel, a no ser algo que esté relacionado con la ley de su Dios».
Muy pronto, encuentran motivos para quejarse de Daniel: el hábito de orar. Daniel acostumbraba a orar tres veces por día con la venta abierta en dirección a Jerusalén. Los oficiales celosos manipularon a Darío para que pasase un decreto irrevocable contra orar a alguien que no fuese al rey (Daniel 6:6-9). Y el desafió de Daniel ante este decreto lo lleva como todo el mundo sabe, a la jaula de los leones (Daniel 6:10-16)
¿Cuál es la relevancia de la oración de Daniel 9? Es probable, que Daniel 9, sea la clase de rezo que Daniel realizaba con esa famosa ventana abierta. Es más, si prestamos atención a toda las Escrituras, podremos entender mejor porqué Daniel oraba con la ventana abierta en dirección a Jerusalén.
Salomón, Jeremías y Daniel
En 1 Reyes 8, le dedica el templo al Señor. Al acercarse al final de su rezo, él contempla la posibilidad (e incluso la probabilidad) que la gente de Israel pecaría gravemente contra Dios. Cuando lo hacen, en cumplimiento con las advertencias de Deuteronomio, Dios dará poder a sus enemigos por sobre ellos, para que Israel sea llevada cautiva a una tierra extranjera.
No obstante, Dios permanecerá fiel a sus promesas y su gente, aún al mandarlos al exilio. En la petición de Salomón, se observa la directiva precisa de cómo debe orar su gente en el exilio.
Aun así si sus corazones cambiasen en la tierra donde estaban cautivos, y se arrepintiesen y rogasen contigo en la tierra de sus captores diciendo: «“Somos culpables, hemos pecado, hemos hecho lo malo», y allá en la tierra de sus enemigos que los tomaron cautivos se vuelven a ti de todo corazón y con toda el alma, y oran a ti y dirigen la mirada hacia la tierra que les diste a sus antepasados, hacia la ciudad que has escogido y hacia el templo que he construido en tu honor, oye tú su oración y su súplica desde el cielo, donde habitas, y defiende su causa. Perdona a tu pueblo, que ha pecado contra ti; perdona todas las ofensas que te haya infligido. Haz que sus enemigos le muestren clemencia, (pues Israel es tu pueblo y tu heredad; tú lo sacaste de aquel horno de fundición que es Egipto). (1 Reyes 8:47-51)
Salomó específicamente menciona arrepentirse y orar desde el exilio hacia Israel y en dirección a Jerusalén. Por lo tanto, las acciones de Daniel cobran sentido. Él sigue las instrucciones de Salomón con la esperanza que Dios será compasivo y restaurará a su gente.
Más allá del compromiso de Salomón, el motivo principal de la oración de Daniel es la profecía de Jeremías con relación a las setenta semanas. En Jeremías 25, se registra que el profeta reprende a Israel por su terquedad y promete el juicio de Dios a través de Nabucodonosor, rey de Babilonia, que arrasará a Israel. Babilonia triunfará durante setenta años, luego del cual el juicio de Dios estará sobre ellos por sus pecados. Daniel tiene su propia profecía en mente cuando ofrece su oración de arrepentimiento (Daniel 9:2).
Aprendizaje sobre la oración de Daniel
Estos datos importan. Daniel ofreció su oración en un momento determinado de la historia de redención, durante la época cuando Jerusalén, de acuerdo con el pacto que Dios le hizo a Moisés, era el centro espiritual del universo, Hoy estamos en una era diferente de la redención, bajo un nuevo pacto, donde la Israel celestial es el centro del universo.
No obstante, hay verdades que alcanzan ambos pactos. Más allá de las diferencias en el tiempo, la era de redención, locación y circunstancias, la oración de Daniel se escribió «para instruirnos que… podamos tener esperanzas» (Romanos 15:4). Entonces, ¿de qué manera nos brinda esperanza la oración de Daniel?
Confesar con claridad
Daniel primero dice «Amén» al juicio de Dios. La oración de Daniel es fundamentalmente una oración de confesión y arrepentimiento. Una y otra vez, Daniel reconoce el pecado de la gente de Dios. «Hemos pecado. Hemos hecho lo malo. Hemos actuado con malicia. Hemos sido rebeldes. Nos hemos apartado de tus mandamientos. No hemos obedecido a tus profetas. Hemos cometido traición. Aún no hemos obedecido tu voz». Daniel veinte veces reconoció que Israel había pecado. Es vano buscaras racionalizar esta oración. Daniel no le pide a Dios que justifique el pecado de Israel, le pide a Dios que perdone el pecado de Israel. Y el perdón comienza por decir «Amén» al juicio de Dios.
Todo esto nos instruye. Somos propensos a justificar y racionalizar nuestro pecado, pedirle a Dios que justifique lo que hemos hecho, en lugar de pedirle que nos perdone por lo que hemos hecho. Pero Daniel nos enseña, a pesar nuestras palabras en confesión, a no utilizar eufemismos, a no minimizar nuestras transgresiones, en efecto, la gran variedad de términos para el pecado y la malicia en su oración nos enseña a trabajar y ser claros ante Dios a cerca de las maneras precisas en que hemos incumplido.
Recordar en detalle
Segundo, Daniel recuerda la palabra y las obras de Dios. Al confesarse, Daniel cita directamente a Deuteronomio 7:9, y el marco de su oración es el fracaso de Israel en obedecer la ley de Moisés (Daniel 9:11) Dios, al castigar Israel, está simplemente confirmando sus promesas y maldiciones (Deuteronomio 28). Aún más, Daniel recuerda las grandes obras de Dios, en especial el éxodo, cuando Dios sacó con su mano poderosa a su pueblo de Egipto.
Esto también nos instruye. Dios se complace con las oraciones moldeadas por la Biblia y saturadas de las Escrituras. Es bueno y correcto que orientemos nuestra confesión, nuestro arrepentimiento y nuestras súplicas, bajo la luz de las leyes de Dios, sus promesas y sus advertencias. Al basar nuestras oraciones en la Escrituras, nos acercamos a Dios en la manera que estableció, con las palabras que ha inspirado, y, por lo tanto, tenemos una mayor confianza que nos escucha y contesta.
Ruego con confianza
Tercero, Daniel ruega por la misericordia de Dios. Daniel apela a la misericordia y perdón de Yahvé, aún cuando dice «Amén» al juicio de Dios. Daniel sabe que el juicio no es la última palabra de Dios. Y, por ende, le pide a Dios que nuevamente haga brillar su rostro sobre su santuario (Daniel 9.17), y que deje de lado su ira que llevó a su pueblo al exilio. Al hacer esto, Daniel da muestras de su profunda fe en el carácter fundamental de Dios hacia su pueblo, Él es un Dios compasivo y misericordioso, lento para la ira, y grande en amor (Éxodo 34:6-7).
Nosotros también nos podemos acercar con confianza al trono de Dios porque sabemos que es un trono de gracia. Cualquier escarmiento o disciplina que establezca, reina la misericordia en el corazón de Dios. De ninguna manera borrará la culpa, pero ama perdonar a quienes se vuelven a Él con una fe humilde.
Un hilo unificador
Finalmente, es la justicia de Dios que une estos elementos —su inquebrantable compromiso de sostener la gloria de su nombre. Más allá del «Amén» de Daniel respecto al juicio de Dios, más allá del recuerdo de la palabra y las obras de Dios, y más allá de reclamar la misericordia de Dios, está la fe inquebrantable de Daniel que el afecto de Dios es supremo. El juicio le pertenece al Señor y, por lo tanto, ha castigado a su pueblo (Daniel 9:7). Su juicio es el cumplimiento del compromiso de su palabra, Él no pasará por alto las transgresiones a su ley (Daniel 9:11-12). Él justo en determinar este juicio.
Pero más que eso, Él es justo en mostrar misericordia. Daniel apela al amor de Dios por su nombre. Dios labró un nombre par sí mismo al rescatar a Israel de Egipto (Daniel 9:15). Y ahora, Daniel fundamenta su ruego de misericordia en la justicia de Dios (Daniel 9:16). Israel se ha convertido en un sinónimo, las naciones se burlan de la que alguna vez fue una gran nación y Jerusalén una gran ciudad. Pero esta nación, y esta ciudad, reciben su nombre de Yahvé. Y, por lo tanto, la última súplica de Daniel no se basa en la justicia de Israel, pero en el nombre de Dios.
Ahora, pues, oh, nuestro Dios, escucha la oración de tu siervo y su súplica por misericordia, y por tu bien, oh, Señor, haz que tu cara brille sobre nuestro santuario, que está desolado. Oh, mi Dios, inclina tu oído y escucha. Abre tus ojos y mira nuestras desolaciones, y la ciudad que es llamada por tu nombre. No presentamos nuestras súplicas ante ti en según nuestra justicia, sino por tu gran misericordia. Oh, Señor, escucha, oh, Señor, perdona. Oh, Señor, presta atención y actúa. No te demores, por tu bien, oh, mi Dios, pero porque tu ciudad y tu pueblo lleva tu nombre. (Daniel 9:17-19).
Lo mismo aplica a para nosotros. Cuando nos acercamos a Dios, no lo hacemos según nuestra justicia. ¿Cómo podríamos? En cambio, le rogamos a Dios para que actúe por nosotros para su por su propio bien. De hecho, al igual que los que viven bajo la nueva promesa de Dios, nosotros recurrimos a Él en el nombre de su Hijo Jesús. Rogamos que Dios nos escuche, perdone y actúe en nuestro nombre, porque hemos sido llamados en el nombre de su Hijo. Dios grande y maravilloso que guarda su promesa y amor inamovible con su pueblo comprado con su sangre.
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