Cuando el sufrimiento no tiene sentido
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Última versión de 19:31 12 ago 2022
Por Vaneetha Rendall Risner sobre Sufrimiento
Traducción por Andrea Llave Nuñez
El sufrimiento es un gran misterio para mí.
Si bien la gracia y la presencia de Dios han sido increíblemente poderosas en mi dolor, todavía no entiendo por qué ciertos creyentes que aman a Dios soportan pérdida tras pérdida hasta que se llenan de desesperanza y confusión, se cubren de oscuridad. No entiendo por qué las personas que no se han desviado del camino de Dios, sino que lo buscan en todas las cosas, se sienten derrotadas y arrastradas al polvo. No entiendo por qué el pueblo de Dios, a quien él atesora y protege, es llevado como ovejas al matadero.
Y no soy el único en este desconcierto. La Biblia reitera que las razones del sufrimiento pueden ser misteriosas y confusas, y desde nuestra perspectiva, incomprensibles. En la escena con la que comienza el libro de Job, por ejemplo, somos llevados al cielo y somos testigos de un diálogo entre Satanás y Dios. En ese intercambio nos damos cuenta de que suceden más cosas en el sufrimiento que lo que cualquiera de nosotros podría ver, en la vida de Job seguro, pero también en la nuestra (Efesios 6:12). Dios tiene sus propósitos, que son tanto para nuestro bien como para su gloria, aunque no podamos entenderlo en esta vida. Hasta entonces, vivimos con una aparente paradoja: que Dios es soberano y bueno, pero igual sus hijos pueden sufrir alguna pérdida terrible, aun cuando ellos están confiando en él fielmente.
El Salmo 44 reflexiona sobre una tensión similar. No sabemos las circunstancias en la que se escribió, lo que sí sabemos es que los Israelitas se sentían abandonados por Dios. El salmista le habla directamente a Dios sobre el dolor que lo desconcierta al ver su poder incomparable y cómo lo había liberado anteriormente. Él llora y se lamenta abiertamente ante Dios, sacando afuera sus preguntas y dudas, confiando lo suficiente en que Dios se acerca a él. Es un salmo para aquellos que confían en Dios, pero tienen más preguntas que respuestas en el sufrimiento.
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No en nuestras fuerzas
El salmo comienza con la alabanza, reconociendo la bondad de Dios y la fidelidad a su pueblo en tiempos pasados. En los versículos 1–8, el salmista declara que sus antepasados florecieron y derrotaron a sus enemigos no por su habilidad, sino por la intervención de Dios. Dios se deleitó en Israel y avergonzó a sus enemigos, y su pueblo alabó su nombre. Todo fue obra de Dios, como dice el versículo 3:
Pues no por su espada tomaron posesión de la tierra, ni su brazo los salvó, sino tu diestra y tu brazo, y la luz de tu presencia, porque te complaciste en ellos. Entonces el salmista reitera su fidelidad actual a Dios. No confía en sus propios recursos, en su espada y su arco, solo a través de Dios pueden ser victoriosos. Y se gloriarán en Dios y le darán gracias para siempre.
Pero entonces el salmo da un giro. En los versículos 9–16, el salmista dice que Dios fue el que había diseñado su posterior desgracia y derrota:
Nos has rechazado y nos has confundido... Nos haces retroceder ante el adversario... Nos entregas como ovejas para ser devorados... Nos haces el oprobio de nuestros vecinos... escarnio y burla de los que nos rodean.
Los israelitas reconocieron que su sufrimiento venía directamente de Dios. No entendían porqué sucedió, pero sabían de dónde vino. Entendían que Dios crea la luz y crea oscuridad, él causa bienestar y crea calamidades (Isaías 45:7). Actúa y nadie puede volverlo atrás.
Como ovejas que van al matadero.
En los versículos 17–22, el salmista sostiene que las acciones de Dios no fueron porque los israelitas habían pecado. No se habían olvidado de Dios, ni adorado ídolos o desobedecido voluntariamente, sino que eran fieles y honestos en su pacto con Dios. Sus corazones no habían desviado, ni sus pies se habían desviado del camino. Y, sin embargo, Dios los quebró.
El versículo 22 es una última palabra que defiende su inocencia y obediencia: "Pero por causa tuya nos matan cada día; se nos considera como ovejas para el matadero". En otras palabras, “confiamos en vos, Señor, y estamos muriendo por tu causa. En lugar de rescatarnos, estás detrás de nuestra destrucción terrenal". Ese puede ser el grito de los mártires de todo el mundo de hoy, que están proclamando el amor de Dios mientras son llevados a su muerte. Y ese puede ser el lamento de creyentes fieles que están luchando contra un cáncer terminal, un dolor interminable o una pérdida precipitada. Nuestras vidas están en las manos de Dios, y nos sentimos golpeados.
Esto puede ser impactante. Que Dios voluntariamente nos lleve como ovejas para ser sacrificadas cuando le estamos sirviendo fielmente puede hacernos dudar de si realmente le importamos. Lo que es aún más sorprendente es que Pablo cite este versículo en Romanos 8:36, para mostrar que nada nos puede separar del amor de Dios. Lo que implica es que cuanto más abajo nos sentimos — al sentirnos abandonados por Dios y desesperarnos cada vez más — Dios está cubriéndonos con su amor. Él nos está haciendo más que vencedores en el lugar en donde hemos sufrido una amarga derrota y no podemos detectar su presencia.
Mientras que asociamos los tiempos de abundancia y éxito con el favor de Dios, Pablo nos recuerda que el amor de Dios es tan fuerte como siempre cuando nos enfrentamos a la desesperación e incluso a la muerte. El salmista lamentó que Dios los haya rechazado y aplastado, lo que implica que Dios estaba en contra de ellos, pero Pablo replantea esa perspectiva para los cristianos, al afirmar que incluso en nuestros momentos más oscuros - especialmente en los más oscuros — Dios está trabajando por nuestro bien.
¿Quién puede estar contra nosotros?"
La referencia directa de Pablo al salmo 44 demuestra que cuando sentimos que a Dios no le importa y es indiferente a la difícil situación de los fieles, estamos totalmente equivocados. Dios no podría ser más para nosotros.
La cita está intercalada entre la asombrosa declaración de Pablo de que: "Si Dios está por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? El que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas?" (Romanos 8:31 - 32), y su magnífica proclamación de que somos más que vencedores a través de aquel que nos amó porque nada en toda la creación puede separarnos del amor de Dios (Romanos 8:37-39).
Podemos vivir con preguntas persistentes sobre nuestro sufrimiento. Muchas preguntas pueden quedar sin respuesta, particularmente la inquietante pregunta de ¿Por qué? Podemos confiar en que Dios tiene razones (tal vez diez mil razones), aunque es posible que no veamos o entendamos muchas de ellas en esta vida. Pero la razón principal yace en la gloriosa verdad de Romanos 8:31–39. Si bien podemos ver sólo en parte ahora, podemos confiar en que todo lo que Dios hace es por su incomparable e insondable amor por nosotros.
Nuestra gran esperanza en el valle
El salmista concluye pidiendo ayuda directamente a Dios, diciendo: "¡Despierta! ¿Por qué duermes, Señor? Levántate!” (Salmo 44:23). Cuando Jesús estaba dormido en un barco en medio de una peligrosa tormenta, los discípulos se preguntaban si se preocupaba por ellos. Después de que Jesús calmara la tormenta, les preguntó por qué habían tenido miedo (Marcos 4:35–41). Jesús sabía exactamente lo que estaba sucediendo. Pero como los discípulos, cuando Dios no está actuando, podemos preguntarnos si él no sabe o no le importa, lo cual es imposible.
El salmista entonces exclama: "¿Por qué escondes tu rostro y te olvidas de nuestra aflicción y de nuestra opresión? (Salmo 44:24). Esas son las preguntas que le hacemos a Dios. ¿Por qué no podemos ver su cara? ¿Por qué no está haciendo nada sobre lo que está pasando? Podemos sentir la agonía del salmista en nombre de aquellos que se sienten abandonados, postrados en el polvo. Sin embargo, la verdad tranquilizadora es que Dios nunca puede olvidar a su pueblo, porque están tallados en las palmas de sus manos (Isaías 49:16).
El salmo 44 se cierra con esta súplica: “¡Levántate; sé nuestra ayuda! y redímenos por amor de tu misericordia". (Salmo 44:26). Él está apelando a Dios para su rescate, no basado en su propia fidelidad, sino en el carácter de Dios y su amor inagotable. Como vemos en Romanos 8, todo vuelve al amor de Dios.
Este salmo es un hermoso lamento para quiénes nos preguntamos dónde está Dios cuando sufrimos. Dios es quién nos ha ayudado en el pasado, y es el mismo Dios que ahora nos permite sufrir. Sin embargo, mientras Pablo teje el Salmo 44:22 en Romanos 8, vemos que Dios está derramando su amor por nosotros, así como nosotros somos llevados como ovejas al matadero. Dios nos invita a clamar a él, expresando nuestras preguntas y detallando nuestra angustia, mientras confiamos en su amor firme - incluso, y tal vez especialmente, frente al sufrimiento que no tiene sentido.
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