Ella necesita la verdad
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Última versión de 12:57 6 dic 2022
Por Abigail Dodds sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Débora Ester Baigorri
Contenido |
El buen resultado que las palabras duras producen en las mujeres
El famoso predicador Charles Spurgeon de adulto recordaba que oía a su madre orar por él y por sus hermanos de la siguiente manera:
Señor, si mis hijos continúan en sus pecados no será por su ignorancia que deban perecer, y mi alma rápidamente atestiguará contra ellos en el día del juicio si ellos no se aferran a Cristo.
El volvía a relatar la manera en que las oraciones y advertencias de su madre lo habían marcado: "¿Cómo podría olvidar sus ojos llenos de lágrimas cuando me advertía que debía escapar de la ira venidera?”
Yo también crecí con una madre que me advertía de mis pecados y sus consecuencias. Una vez, cuando yo era adolescente, mi madre observó en mí un comportamiento pecaminoso. Después cuestionó mi sinceridad hacia Cristo y me recordó la consecuencia de muerte que trae aparejada la hipocresía al actuar de una forma en casa y de otra forma en la iglesia. Sus palabras se clavaron hondo en mí y revelaron mi actitud arrogante hacia Dios. No tuve temor de él como debería haberlo tenido y tampoco lo honré.
Aquellas palabras duras, aunque dolorosas, fueron como un ablandador de carne para mi corazón, me ablandaron y me sensibilizaron. La manera franca y acertada en la que ella me hablaba en mi niñez no dio lugar en mí para vagar entre banalidades de medias verdades o que sonaban lindo ni en comportamientos de buena niña pero anticristianos. Ella era una embajadora de Dios para mí y, como tal, habitualmente me ponía en una encrucijada: sigue a Cristo o sigue tu propio camino egoísta.
El don poco frecuente de la advertencia
Mientras más vivo, más me doy cuenta de lo poco frecuente que es tener una madre, o a nadie en abosluto, que sinceramente advierta a todos a su alrededor de la muerte que acarrea el pecado.
Muchas mujeres simplemente temen ante la probabilidad de tener que dar palabras duras a quienes aman, como sus hijos o una amiga cercana. Temen ante la posibilidad de que una relación pueda dañarse o deshacerse si la persona no acepta una advertencia bíblica. Es más fácil ofrecer palabras de aliento inciertas para lubricar las ruedas de la comodidad relacional que decir alguna verdad que sabes que podría ofender.
“Buen trabajo, mamá” o “Hiciste lo mejor que podías de acuerdo a tu conocimiento” son solo dos de los miles de memes comunes de palabras de aliento que se comparten una y otra vez entre las mujeres. Estas frases están adaptadas para acallar la conciencia ansiosa, sin importar si son verdad o no. Inclusive rara vez oímos esa clase de expresiones con relación a las advertencias que dan las Escrituras, y especialmente advertencias compartidas de mujer a mujer.
Pecados más allá de los límites
Parece que muchos hoy en día, no solo las mujeres sino aun los pastores, han adoptado un enfoque de no intervención, en relación con la aplicación de verdades duras en la vida de las mujeres. Algunas veces puede deberse a que hay maestros que tienen buenas intenciones pero carecen de la capacidad de poder entender cómo podrían aplicar algunos pasajes a las mujeres de manera precisa. Otras veces puede deberse a que conocemos a muchas mujeres que están atravesando su autoproclamado tiempo duro, y no queremos provocarles dolor al hacerles oir una palabra bíblica dura que ellas tomen en forma incorrecta.
Sin embargo las escrituras están llenas de palabras que te confrontan y algunas de ellas apuntan directamente a las mujeres. Algunas veces me gusta imaginar qué pasaría si escucháramos permanentemente este tipo de imperativos bíblicos sin todas esas dudas, murmuraciones, reservas y evasivas:
Niégate a ti mismo y sigue a Cristo (Marcos 8:34).
Sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada (Tito 2:5).
Por tanto, quiero que las viudas más jóvenes se casen, que tengan hijos, que cuiden su casa y no den al adversario ocasión de reproche. (1 Timoteo 5:11–14).
Y que vuestro adorno no sea externo: peinados ostentosos, joyas de oro o vestidos lujosos, sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y sereno, lo cual es precioso delante de Dios. (1 Pedro 3:3–4).
Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. (Efesios 5:24).
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él. (Juan 3:36).
¿Sabes qué imagino en las iglesias en las que se establecen estos versículos claramente y sin vergüenza? No un éxodo masivo de mujeres o un puñado de mujeres llorando como locas (aunque eso es posible). Imagino a mujeres recibiendo un obsequio de gran valor y fortaleciéndose en Cristo.
Palabras duras que sanan
¿Por qué deberíamos hablarles a las mujeres palabras duras relativas a sus pecados? Porque si crees que las mujeres pueden ser coherederas, también crees que han caído en Adan y necesitan de la salvación que se encuentra en Cristo. Se debe tratar el pecado de ellas; el arrepentimiento, la fe y la adecuación a Cristo son la única salida.
Si las escrituras condenan a los padres por no disciplinar a sus hijos, llamándole aborrecimiento, entonces ¿qué debería pensar nuestro Señor de los que rehusan corregir los pecados que condenan a las mujeres con la esperanza del evangelio? ¿Cuánto tenemos que odiar a las mujeres como para ignorar la culpabilidad de ellas por sus pecados?
Algunas veces, en nuestro deseo de ministrar a las mujeres, de atender a sus necesidades o de formarlas, podemos empezar a tratarlas como a las alarmas ultrasensibles de los autos, evitando llegar a su pecado, en vez de ayudarlas a obededer y a permanecer firmes en él. Cuando lees alguna "palabra de aliento" online que declara que estás haciendo un buen trabajo como mamá, puede que sea cierto. Pero también podría ser completamente falso. Puedes estar haciendo un mal trabajo y por eso estás en internet bucando que alguien te diga que lo estás haciendo bien. Inclusive, las palabras duras de las escrituras son siempre verdadedas y siempre son indudablemente buenas para nosotras. Siempre hay una aplicación. Necesitamos arrepentirnos y creer siempre. Necesitamos negarnos a nosotras mismas siempre. Necesitamos obedecer a Dios siempre.
Amamos a las mujeres cuando les hablamos con la verdad. Decimos palabras sinceras que causan molestia y dolor, que producen culpa y que traspasan, pero solo porque sabemos que no hay otra forma de obtener la sanidad, el perdón y el consuelo que traen. A menudo me acuerdo de las palabras duras que me decía mi mamá; eran los medios que Dios utilizaba para preservarme y guardarme, para que mi fe no naufragara. ¿Cúantas hermanas se han alejado de la fe por falta de una madre como esa?
Hagamos de las palabras duras algo natural
Otra declaración que mi mamá no temía decirme era: "Estás siendo muy sensible." Esto es verdad para muchas otras mujeres hoy en día; son sensibles para sus propios sentimientos y reacciones y por lo tanto se ofenden rápidamente. Y necesitamos oir de otras mujeres, siempre en verdad y amor, cuándo el don de la sensibilidad se está convirtiendo en pecado.
Por encima de todo eso, la forma de desensibilizar un espíritu inquieto o que se ofende facilmente es a través de la exposición permanente a la palabra sin filtro de Dios. No podemos sobrevivir solamente con una dieta bíblica que nos de palabras positivas. No debemos sentirnos aprensivas y quisquillosas por verdades directas e incómodas. Tratemos de repetir en voz alta las partes de la Biblia que nos parezcan más difíciles. Pongamos las palabras de Dios en nuestras bocas y empecemos a acostumbrarnos a ellas. Digámoslas en amor a una amiga. Hagámoslas comunes.
Por último, rápidamente rehusemos a sentirnos ofendidas por cualquier palabra que Dios nos diga, ya sean palabras de las páginas de la Biblia o palabras de boca de nuestros esposos, amigos o pastores (2 Timoteo 2:15). Puedes sentirte herida por la palabra de Dios, pero sus palabras son las palabras más fieles del amigo más leal que hayas tenido. Y son las únicas palabras cuyas heridas traerán sanidad espiritual integral.
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