Como no hablar con un Ángel

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English: How Not to Talk to an Angel

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Por John Piper sobre Fe
Una parte de la serie The Gospel of Luke

Traducción por Silvia Griselda Buongiorne


Mensaje del domingo por la noche

Lucas 1:5-25

La última vez que estudiamos Lucas 1:1–4, el prefacio de la obra de Lucas en dos volúmenes: el Evangelio y Hechos. El punto principal del prólogo (vimos en el versículo 4) es declarar el objetivo de Lucas por escrito, es decir, persuadir a Teófilo de que las enseñanzas cristianas que ha escuchado son reales. Él no desea que la fe de Teófilo sea un acto de fe ciega. Él desea que se fundamente en una base de pruebas sólida. Así que Lucas utiliza el prólogo para mostrar por qué debe ser tomado en serio como un narrador confiable de la historia de Cristo y su iglesia primitiva. Señala tres cosas:

1) en el versículo 3 se indica que este relato es el resultado de una investigación exhaustiva, cuidadosa y paciente;
2) en el versículo 1, se basa en numerosas fuentes escritas;
3) En el versículo 2, tiene acceso directo a testigos presenciales para comprobar su obra.

Ahora Lucas comienza su historia. Pero primero, leamos Lucas 1:5-25.

En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la división de Abías; y tenía una esposa de las hijas de Aarón, y su nombre era Elisabet. Y ambos eran justos delante de Dios, andando en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor sin mancha. Pero no tuvieron hijos porque Elizabeth era estéril, y ambos estaban avanzados en años.

Ahora, mientras servía como sacerdote ante Dios cuando su división estaba de servicio, de acuerdo con la costumbre del sacerdocio, le correspondía a él por sorteo entrar en el templo del Señor y quemar incienso. Y toda la multitud estaba orando afuera a la hora del incienso. Y se le apareció un ángel del Señor de pie en el lado derecho del altar del incienso. Y Zacarías se turbó cuando lo vio, y el temor cayó sobre él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu oración es escuchada, y tu esposa Elisabet te dará un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán en su nacimiento; porque será grande delante del Señor, y no beberá vino ni bebida fuerte, y será lleno del Espíritu Santo, incluso desde el vientre de su madre. “No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y lo llamarás Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento. Porque él será grande delante del Señor; no beberá ni vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y él hará volver a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios. E irá delante de Él en el espíritu y poder de Elías para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los desobedientes a la actitud de los justos, a fin de preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto.

Y Zacarías le dijo al ángel: “¿Cómo podré saber esto? Porque yo soy anciano y mi mujer es de edad avanzada”. Respondiendo el ángel, le dijo: “Yo soy Gabriel, que estoy en la presencia de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas nuevas. Y he aquí, te quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que todo esto acontezca, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo.” Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de su tardanza en el templo. Pero cuando salió, no podía hablarles, y se dieron cuenta de que había visto una visión en el templo; y él les hablaba por señas, y permanecía mudo. Y cuando se cumplieron los días de su servicio sacerdotal, regresó a su casa.

Y después de estos días, Elisabet, su mujer, concibió, y se recluyó por cinco meses, diciendo: “Así ha obrado el Señor conmigo en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres.”

Contenido

Modelos y propósitos en Lucas 1–2

Lucas es el único escritor del evangelio que relata la predicción y el nacimiento de Juan el Bautista. Comienza en 1:5–25 con el anuncio del nacimiento de Juan a Zacarías, su padre. Luego, en 1:26-38, llega la información del nacimiento de Jesús a María, su madre. Luego, en 1:39–56, se establece una conexión entre los dos cuando María visita a Elisabet y magnífica al Señor. Luego, en 1:57-80, viene el nacimiento de Juan y la canción de alabanza de su padre, seguido en 2:1-20 por el nacimiento de Jesús y la música de los ángeles. Así que hay un patrón en la presentación de Lucas: anuncio de Juan—anuncio de Jesús; el nacimiento de Juan, el nacimiento de Jesús, con un vínculo entre las dos parejas cuando María e Elisabet, embarazadas de estos dos hijos inesperados, se encuentran.

Lo que Lucas quiere hacer con este patrón es hacer que el lector compare y contraste a Jesús y Juan el Bautista. Por ejemplo, ambos niños son anunciados de antemano por el ángel Gabriel (1:11, 28); ambos nacimientos son antinaturales o milagrosos; en ambos casos, el ángel dice cuál debe ser el nombre (1:13, 31), y así sucesivamente. Pero aún más importante que las similitudes son los contrastes. Juan nació de una mujer anciana y estéril, Jesús fue llevado a una virgen; A Juan se le dio un nombre que significa “Dios es misericordioso”; A Jesús se le dio una palabra que significa “salvador”; Juan debía prepararse para el Señor, Jesús era el Señor que reinaría para siempre.

De esta manera, Lucas ayuda a Teófilo y a nosotros a ver dos verdades cruciales. Una es que Dios está obrando únicamente en el nacimiento de estos dos hombres. Esto es lo más fundamental que Teófilo debe ver sobre la historia de Jesús: se origina y es guiada por el Dios soberano. No era fácil para un funcionario romano creer que un pobre maestro judío, ejecutado como criminal, es, de hecho, el Hijo de Dios. Que un hombre así pudiera ser un rey eterno y salvador del mundo era muy difícil de aceptar para Teófilo. Así que Lucas comienza al principio a mostrar que este hombre y su precursor no eran personas ordinarias: el Dios soberano ordenó y ordenó sus nacimientos y sus destinos.

¿Cómo muestra Lucas esto? Al menos de dos maneras. Primero, describiendo cómo, a través de su ángel, Dios predijo lo que sucedería antes de que sucediera. En el versículo 13, el ángel dice: “Tu esposa Elisabet te dará un hijo”, y el versículo 24 dice: “Después de estos días concibió su esposa Elisabet”. Lo único que hace posible ese tipo de predicción autoritaria es la soberanía de Dios. Puede decir lo que va a suceder porque controla lo que va a suceder. Dios envía a su ángel de antemano para predecir estos embarazos en lugar de enviarlo después para explicarles por qué quiere demostrar que él está a cargo aquí inequívocamente. Esta es la obra de Dios. Estos nacimientos no fueron coincidencias inusuales encontradas por Dios y usadas. Fueron ordenados y ordenados por su voluntad soberana.

La otra forma en que aparece la preeminencia y el control de Dios es en la naturaleza milagrosa de estos nacimientos. No solo se predicen; Son nacimientos humanamente imposibles. El versículo 7 dice: “No tuvieron hijos porque Elisabet era estéril y ambos eran avanzados en años”. Pero después de que Juan fue concebido, el ángel le dice a María en el versículo 36: “He aquí que tu pariente Elisabet en su vejez ha concebido un hijo; Y este es el sexto mes con ella, que fue llamada estéril. Porque con Dios, nada será imposible”. El propósito de Dios al traer a Juan y Jesús al mundo a través de nacimientos humanamente imposibles es demostrar que nada es demasiado difícil para él de una manera vívida; Él tiene el control aquí, y algo inesperado y espectacular está empezando a suceder.

Lucas quiere mostrarnos dos verdades en paralelo con los anuncios y nacimientos de Jesús y Juan: ¡Dios está haciendo cosas maravillosas aquí! Estos hombres son hombres de Dios. No obstante, la segunda enseñanza que podemos extraer de este patrón es que Jesús es mucho más grande que Juan el Bautista. Aun antes de que Juan aparezca en la escena diciendo que no es digno de quitarle las sandalias a Jesús (Mateo 3:11), vemos en la narración de Lucas que el paralelo entre Juan y Jesús finalmente sirve para mostrar que Jesús es mucho más grandioso. Como dice Gabriel en 1:32, “Él será grande y será llamado el hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de su padre David, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre”.

Dos maneras de responder a la promesa de Dios

Creo que Lucas quiere que veamos el contraste entre los anuncios del nacimiento de Jesús y el nacimiento de Juan. Lucas quiere que Teófilo conozca el poder de Dios y la preeminencia de Jesús, pero también quiere que él (y nosotros) veamos el camino correcto y el camino equivocado para responder a la promesa de poder de Dios. Este contraste es inevitable cuando observamos cómo Zacarías, por un lado, y María, por otro lado, responden a la promesa de Gabriel de que Dios les dará un hijo y hará grande al niño. Lucas quiere que Teófilo siga el ejemplo de María, no el de Zacarías. Leamos ambas respuestas. Zacarías le dice a Gabriel:

“¿Cómo podré saber esto? Porque yo soy anciano y mi mujer es de edad avanzada. Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel, que estoy en la presencia de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte estas buenas nuevas. Y he aquí, te quedarás mudo, y no podrás hablar hasta el día en que todo esto acontezca, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo.”

Zacarías no creyó la promesa de Gabriel. Estaba en un lugar casi como Abraham. Sin embargo, no respondió como Abraham, a quien Pablo dijo en Romanos 4:19: “Y sin debilitarse en la fe contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto puesto que tenía como cien años, y la esterilidad de la matriz de Sara; sin embargo, respecto a la promesa de Dios, Abraham no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios,”. Sin embargo, Zacarías vaciló en incredulidad. Y Lucas tiene la intención de que contrastemos esta respuesta con la fe de María porque la esposa de Zacarías (en el versículo 45) elogia a María de una manera que suena como una crítica de la incredulidad de su esposo. Ella dice: “Y bienaventurada la que creyó que tendrá cumplimiento lo que le fue dicho de parte del Señor.”

¿Cómo se expresó la fe de María? Cuando el ángel terminó de predecir el nacimiento milagroso de Jesús, María dijo en el versículo 34: “¿Cómo puede ser esto, ya que no tengo marido?” Note el contraste: Zacarías dice: ¿Cómo puedo saber esto? —María dice: ¿Cómo puede ser esto? Zacarías pide más pruebas; María pide una explicación. Zacarías piensa que no puede estar seguro; María dice que no puede entender. María recibe al menos una razón parcial (de la que hablaremos más la próxima vez), pero Zacarías recibe una reprensión y es enmudecido por el ángel. Por lo tanto, el punto de Lucas a Teófilo es ser como María cuando escuchamos acerca de Jesús y no ser como Zacarías.

Orgullosamente exigiendo evidencia

Hay tres lecciones de este contraste de creencia e incredulidad en María y Zacarías. Primero, es posible exigir demasiada evidencia antes de creer en las promesas de Dios. Es bueno que tengamos pruebas de nuestra fe. Vimos la semana pasada en Lucas 1:3, Hechos 1:3 y 17:11. La creencia no es infundada. Pero hay un mal en exigir señales más allá de lo que requeriría un corazón humilde y abierto. Lucas nos muestra un caso vívido de esto más adelante en su evangelio. En 11:29–32, dice:

“Como la multitud se aglomeraba, comenzó a decir: Esta generación es una generación perversa; busca señal, y ninguna señal se le dará, sino la señal de Jonás. Porque de la misma manera que Jonás vino a ser una señal para los ninivitas, así también lo será el Hijo del Hombre para esta generación. La Reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación y los condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y mirad, algo más grande que Salomón está aquí. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás; y mirad, algo más grande que Jonás está aquí.”

Nótese bien que Jesús no está menospreciando la evidencia de la fe; Él está exponiendo los corazones duros e impenitentes de sus contemporáneos porque no pueden ver en sus milagros y carácter suficientes señales de su verdad.

Esta es una advertencia para nosotros, para que no exijamos, como Zacarías, demasiada evidencia antes de creer las promesas de Dios. ¿Cuántos de nosotros, cuando estamos abatidos por circunstancias oscuras y angustiantes, no podemos creer que Dios está obrando todo para nuestro bien infinito hasta que algún rayo de luz, alguna evidencia adicional, nos muestre que todo va a estar bien? Oh, ¿con qué frecuencia fallamos en confiar en la palabra de Dios? Y si Gabriel tiene derecho a indignarse, ¡cuanto más el Dios confiable al que sirve! Recuerda, Gabriel le dijo a María: “Para Dios, nada es imposible” (1:37). Está claro en la narración de Lucas que a Dios le encanta exaltar su confiabilidad soberana al mantener Su palabra, donde los humanos no pueden ver ninguna manera posible de que lo haga. “Soy un anciano. Mi esposa es estéril y avanzada en años. No puedo creerlo”. No seamos como Zacarías. Dios quiere enseñarnos a partir de este texto: ¡Confía en mí! ¡Confía en mí! Puedo, y me encanta hacer lo humanamente imposible. ¡Confía en mí! Puedes escuchar el corazón de Lucas yendo a Teófilo: ¡Confía en él, Teófilo! No insistas con orgullo en más señales de las necesarias. Pon toda tu confianza en Dios y en su Cristo.

Buscando explicaciones con mansedumbre

Esa es la primera lección que aprendemos del contraste entre la respuesta de María y la respuesta de Zacarías: es posible y peligroso insistir en demasiada evidencia antes de creer. La segunda cosa que aprendemos es que está bien querer y pedir explicaciones cuando estamos perplejos. María no fue acusada de incredulidad como Zacarías cuando le preguntó al ángel: “¿Cómo puedo tener un hijo cuando no tengo marido?” (1:34). María vio la imposibilidad humana tan claramente como Zacarías, pero su corazón no rechazó la posibilidad en incredulidad; Ella respondió humildemente y solo deseaba saber cómo podría ser tal imposibilidad. Deduzco de esto que cuando nuestro corazón está bien, Dios nunca se opone a que busquemos entender sus caminos en la historia y nuestras propias vidas.

Nunca entenderemos todo en esta era porque, como dice Pablo, vemos a través de un cristal oscuro (1 Corintios 13:12). Pero las posibilidades de lo que podemos entender acerca de los caminos de Dios basados en su Palabra revelada, son más vastas y profundas de lo que cualquiera de nosotros aquí ha imaginado. Los únicos actos de Dios que no debemos tratar de entender son aquellos que Él nos ha dicho que no lo hagamos. De lo que debemos protegernos no es de que investiguemos los caminos de Dios demasiado profundamente, sino que investiguemos con el espíritu equivocado. Un espíritu de curiosidad ociosa o escepticismo arrogante estaría equivocado. Pero un espíritu de ferviente anhelo de saber más de la sabiduría de Dios y una humilde disposición a que se le enseñe algo nuevo, este espíritu agrada al Señor. Ese era el espíritu de María.

No te desanimes, arrepiéntete y sigue adelante con fe

Hay otra lección que aprender de la incredulidad de Zacarías. Fue precedida por una vida de piedad seguida de una vida de piedad. La incredulidad de Zacarías está en la misma categoría que las tres negaciones de Cristo de Pedro: es un lapso temporal, no una forma de vida. Mira el estado de Zacarías y Elisabet en el versículo 6: “Ambos eran justos delante de Dios, andando en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor sin mancha”. (Volveremos a esto en un minuto para ver si significa perfección sin pecado). Al menos, esto significa que Zacarías no era un incrédulo crónico. No solo eso, el versículo 13 dice que Dios estaba respondiendo la oración de Zacarías cuando le prometió un hijo. Así que Zacarías era un hombre justo y dado a la oracion. Pero incluso los mejores hombres caen en la incredulidad de vez en cuando. Ninguno de nosotros confía perfectamente en las promesas de Dios día a día.

Pero gracias a Dios, aunque tengamos que soportar algún castigo por nuestra incredulidad, Dios no nos desecha si nos arrepentimos y ponemos nuestra esperanza nuevamente en él. Cuando Zacarías siguió obedientemente y nombró al niño Juan, el versículo 64 dice: “Inmediatamente, se le abrió la boca, y se le soltó la lengua, y habló, bendiciendo a Dios”. Y el versículo 67 continúa: “Y (Zacarías) su padre fue lleno del Espíritu Santo y profetizó diciendo: “Bendito sea el Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su puebl”. Esa es la última vez que oímos hablar de Zacarías. Él está allí justo e irreprensible, luego incrédulo, luego bendiciendo a Dios en el poder del Espíritu Santo.

Así que la lección aquí es que no debemos desesperarnos si caemos en la incredulidad. En cambio, debemos arrepentirnos, aceptar el perdón de Dios en Cristo y bendecir al Señor, aún más fervientemente debido a su gran misericordia para con nosotros en nuestra pecaminosidad.

Lo que significa ser irreprensible

Ahora dije que volvería y preguntaría en qué sentido Zacarías y Elisabet eran irreprensibles. Sería extremadamente extraño si Lucas quisiera decir que Zacarías no tenía pecado hasta el día en que Gabriel se le acercó, y luego, por primera vez, pecó miserablemente. Andar en todos los mandamientos de Dios, justos e irreprensibles, no tiene por qué significar perfección sin pecado. En los Salmos, los “justos” no estaban exentos de pecado (Salmo 32). Eran aquellos que no descansaron en su pecado, sino que se arrepintieron y confiaron en Dios y, en general, hicieron de sus mandamientos una forma de vida. Cuando dice que caminaron en todos sus mandamientos, no significa que nunca fueron codiciados; este no era el camino típico de su vida. “Sin culpa” suena muy fuerte, pero probablemente significa: cumplen con sus deberes de tal manera que no le dan a nadie la oportunidad de tener nada en su contra.

Pablo usa esta palabra de sí mismo y de los cristianos en general. Él dice en Filipenses 2:14 se., “Haced todas las cosas sin quejaros ni cuestionamientos, para que seáis irreprensibles en medio de una generación torcida y perversa entre la cual brilláis como luces en el mundo”. Luego, en 1 Tesalonicenses 2:10, dice: “Ustedes son testigos, y Dios también cuán santo, justo e irreprensible fue nuestro comportamiento para con ustedes, creyentes”. Sin embargo, Pablo negó su perfección en Filipenses 3:12, “No es que ya haya obtenido esto o que ya sea perfecto, sino que sigo adelante para hacerlo mío”. La idea parece estar tan viva como para no dar a nadie la oportunidad de tener nada en contra de nosotros, incluyendo a Dios. Esto implica no necesariamente la perfección sin pecado (aunque ese es nuestro objetivo), sino enmendar rápidamente todos los errores.

Entonces, ¿qué hemos visto en Lucas 1? Primero, hay un patrón: el anuncio de Juan, la declaración de Jesús; el nacimiento de Juan, el nacimiento de Jesús. Al centrar nuestra atención en las similitudes entre estos eventos, Lucas nos muestra que Dios está obrando soberanamente y de manera única en los nacimientos y destinos de Juan el Bautista y de Jesucristo. Ambas concepciones son predichas y son humanamente imposibles. Pero el patrón de Lucas también se enfoca en las diferencias entre Juan y Jesús para que Jesús sea visto como mucho mas supremo. Eso es muy importante en el propósito de Lucas. Finalmente, del contraste entre la respuesta de Zacarías y la respuesta de María, aprendimos tres cosas: 1) Ten cuidado de no exigir demasiadas señales y maravillas antes de confiar en la palabra de la promesa de Dios; 2) No esta mal el querer entender los caminos de Dios cuando parecen desconcertantes: el peligro es tener una actitud arrogante o cínica, no profundizarnos en la mente de Dios, y 3) No debemos desesperarnos de que somos desechados de Dios si caemos en la desconfianza por un tiempo. Lo que cuenta es salir de nuevo y bendecir al Señor en la obediencia de la fe. “Nada es imposible para nuestro Dios”. Así que confiemos en que hará lo humanamente imposible por nosotros y caminemos sin temor en todos sus mandamientos.


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