‘Oh, Mata al Malvado’

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English: ‘Oh Slay the Wicked’

© Desiring God

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Por Greg Morse sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Carlos Diaz


Contenido

Cómo los cristianos cantan maldiciones

Tal vez hayan tenido esta experiencia al leer la Biblia. Recurren a los Salmos en busca de aliento. Empiezan a leer, recitan el Salmo 139, y encuentran una manta cálida para su alma.

Oh Señor, ¡tú me examinas y me conoces!
sabes si me siento o me levanto,
tú conoces de lejos lo que pienso.

¿Están de pie o sentados? Él lo sabe. Él lo ve. Le importa. Impresionante. Su felicidad se dispara al leer cómo le rodea, interviene en su vida (vv. 2-12), cómo los conoció antes de que existiera un "tú" que conocer, los tejió en el vientre de su madre (13-16). Parece que sube la escalera de Jacob hacia las puertas doradas, alabando a Dios porque los pecados de ayer y de la semana pasada y del año pasado no lo han alejado: Se despiertan, y él está todavía con ustedes (17-18).

Entonces se tropiezan con el versículo 19:

¡Ojalá, oh Dios, mataras al malvado!
¡y se alejaran de mí los sanguinarios!

Hacen una falta y vuelven a leer. Se detienen y verifican si aún están en el mismo salmo. Este versículo, tan abrupto, viene acompañado de violencia. ¿Mata al malvado? ¿Odiarlos con un odio perfecto? ¿Qué hacen con estas líneas? ¿Pretenden que no las vieron? ¿Y cuando te das cuenta de más?

¿Cómo se explican maldiciones como ésta? ¿Cómo le contestan a su compañero de trabajo ateo? ¿Cómo se rezan en la adoración familiar? ¿Cómo calman sus propios malestares? ¿Qué hacemos con ellas como cristianos, a este lado de la venida de Cristo?

¿Salmos demoníacos?

C.S. Lewis, quizá el mayor apologista cristiano del siglo XX, nos ofrece este consejo:

No debemos intentar explicarlos ni ceder ni por un momento a la idea de que, porque viene en la Biblia, todo este odio vengativo debe ser de algún modo bueno y piadoso. . . . El odio está ahí - enconado, regodeándose, sin disimular - y también deberíamos ser malvados si de alguna manera lo condonáramos o aprobáramos, o (peor aún) lo utilizáramos para justificar pasiones similares en nosotros mismos. (Reflexiones sobre los Salmos, 26)

Salmos demoníacos y terribles, los llama a continuación, escritos por "hombres feroces, autocompasivos y bárbaros" (27). ¿Está en lo cierto?

¿Cómo interpretar estos "salmos imprecatorios", estos salmos de maldición (más en general, los Salmos 55, 59, 69, 79, 109 y 137)? A modo de breve introducción, consideren dichas maldiciones en cuatro ámbitos: en el Antiguo Testamento, en el Nuevo, en el cielo y las maldiciones en la actualidad.

Maldiciones en el Antiguo Testamento

En primer lugar, ya hemos visto maldiciones en los Salmos.

¿Cómo responder a la objeción de que estos salmos -en su mayoría escritos por David- son personales y reivindicativos? Podríamos pasarnos el tiempo mirando a David, preguntándonos en voz alta si el que cortó el manto en lugar de apuñalar por la espalda a Saúl (por no hablar de su paciencia con Doeg, Absalón y Simei) era realmente un espíritu vengativo. En cambio, obsérvense tres hilos conductores en los salmos imprecatorios.

1. David no está maldiciendo directamente.

Las maldiciones son pronunciamientos de daño sobre otros, que a menudo implican un ritual o sacrificio. Que tus campos se pudran, o tu mujer sea estéril. "En el antiguo Cercano Oriente en general, la vida estaba dominada por la necesidad de hacer frente a la aterradora amenaza de maldiciones y presagios” (New Dictionary of Biblical Theology, 397). El mundo antiguo consideraba a menudo que estos pronunciamientos eran poderosos en sí mismos.

Israel era diferente. Sabían que ninguna maldición tenía poder decisivo fuera del único Dios verdadero. Balaam, tomando prestada una concepción israelita, dice: "¿Cómo voy a maldecir a quien Dios no ha maldecido? ¿Cómo voy a denunciar a quien el Señor no ha denunciado?". (Números 23:8). Los salmos imprecatorios, pues, no son maldiciones directas sobre los malvados al margen del Todopoderoso. Son oraciones ofrecidas y confiadas a la sabiduría y al cumplimiento del Dios de la alianza del salmista.


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