Paz más allá del desempeño

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English: Peace Beyond Performance

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Por Stephen Witmer sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Bárbara

Alegría inquebrantable en los altibajos

¿Qué es lo que está más cerca del centro de tu vida como cristiano: lo que estás haciendo por Dios o lo que Dios ya ha hecho por ti a través de Jesucristo? ¿Cuál fundamenta tu identidad más profundamente, afecta tu estado de ánimo con mayor frecuencia, despierta tus pasiones con mayor intensidad?

Tu respuesta a estas preguntas influirá profundamente la estabilidad, tenacidad, felicidad, valentía y humildad de tu experiencia cristiana. Jesús quiere brindarte bases para una alegría inquebrantable.

Regreso alegre

Hay un momento en el Evangelio de Lucas en el que 72 discípulos de Jesús regresan de un viaje de ministerio. Habían estado sanando a los enfermos, expulsando demonios y proclamando el reino venidero. Ahora están de regreso, rebosantes de entusiasmo. Dicen,

Señor, hasta los demonios nos obedecen al invocar tu nombre. (Lucas 10:17)

Como lo deja claro el resto del Evangelio de Lucas, los demonios son seres espirituales poderosos que se oponen a Jesús. Por eso, es notable que se sometan a los seguidores de Jesús en nombre de Jesús. Imagínese descubrir que un león feroz y furioso obedecerá dócilmente sus órdenes verbales. Se sorprendería.

Mejor de lo que piensas

Jesús no apaga el entusiasmo de los discípulos que regresan. De hecho, su primera respuesta es informarles que las cosas son incluso mejores de lo que ellos piensan.

Jesús les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.” (Lucas 10:18)

En otras palabras, no son sólo los demonios los que están sujetos a Jesús, sino también su líder. El ministerio de Jesús y sus seguidores paraliza la influencia de Satanás. La muerte de Jesús priva a Satanás de todo fundamento para acusar a los pecadores ante Dios. La resurrección de Jesús derrota a la muerte misma. La caída de Satanás es inevitable.

Y eso no es todo. Jesús continúa:

Miren que les he dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones y poder sobre toda fuerza enemiga: no habrá arma que les haga daño a ustedes. (Lucas 10:19)

Jesús no sólo ha dado a sus seguidores autoridad para obtener una victoria decisiva sobre sus enemigos espirituales (simbolizados por las serpientes y los escorpiones); sino que también les garantiza que nada, absolutamente nada, les hará daño. No quiere decir que nunca enfermarán, sufrirán, serán perseguidos o morirán (Lucas 6:27-29; 9:23-24), pero les promete que los mantendrá a salvo de todo ataque espiritual mientras confían en él.

En esencia, Jesús les dice a sus alegres seguidores: “Lo que está sucediendo es mejor de lo que imaginan. Mi victoria es más completa de lo que imaginan. Están más seguros y a salvo de lo que creen.”

Alegría bien fundada

En este punto, podríamos esperar que Jesús llamara a sus discípulos a regocijarse no sólo por el sometimiento de los demonios (como ya lo están haciendo), sino también por el papel que están desempeñando en la derrota de Satanás. Pero eso no es lo que hace Jesús. De hecho, comienza diciéndoles que no se regocijen por el sometimiento de los demonios.

Sin embargo, alégrense no porque los demonios se someten a ustedes… (Lucas 10:20)

Jesús no está diciendo que su ministerio no sea importante. No está diciendo que nunca debamos regocijarnos cuando el ministerio va bien; el apóstol Pablo hizo exactamente eso (Romanos 16:19, 2 Corintios 7:9). Pero nos está llamando a arraigar nuestro gozo en algo más profundo que lo que Dios está haciendo a través de nosotros. Nos lleva a ese lugar más profundo en una breve frase:

… sino más bien porque sus nombres están escritos en los cielos. (Lucas 10:20)

Aquí hay una base sólida para un gozo duradero. Aquí hay un fragmento más firme que los más grandes éxitos espirituales posibles, una base de gozo más estable que incluso las asombrosas victorias de los primeros seguidores de Jesús. Estamos salvados. Dios lo hizo.

Escrito por Dios

Cuando entro al gimnasio de nuestra escuela secundaria local para votar en las elecciones primarias o generales, me dirijo a una mesa frente a las cabinas de votación. Una voluntaria sentada detrás de la mesa me pregunta mi nombre y luego verifica si estoy registrado en su lista. Solo si mi nombre está allí puedo votar.

Cada vez que mi familia sube a un avión, conservo nuestros boletos incluso después de habernos acomodado en nuestros asientos. ¿Por qué? Porque si alguien más sube después de nosotros y reclama nuestros asientos, quiero poder demostrar que nos pertenece. ¡Nuestros nombres están en la lista!

Votar y volar son pequeños privilegios. ¡Cuánto mejor es tener tu nombre registrado en la lista del censo del cielo! Jesús dice que los nombres del pueblo de Dios ya están escritos, lo que significa que nuestro futuro eterno con Dios está garantizado. Observa también que Jesús dice que los nombres de los discípulos “están escritos”. Es un verbo pasivo, lo que muchos teólogos llaman un pasivo divino. Ningún ser humano, por muy dotado, amable, competente, impresionante o educado que sea, puede escribir su propio nombre en el cielo. Sólo Dios lo hace. Imagínate a Dios escribiendo tu nombre.

Hace unos años, recibí unas notas escritas a mano del editor de un proyecto de escritura en el que estaba trabajando. El editor era J.I. Packer (1926-2020). ¡Conservé esas notas como un tesoro! Pero hay algo infinitamente mejor: Dios mismo ha registrado en el cielo el nombre de cada seguidor de Jesús. Él nos conoce personalmente y nos guarda eternamente. Nuestro futuro con Él está garantizado.

Fuera del subibaja del desempeño

La enseñanza de Jesús nos ahorra dolor y nos ofrece gracia. Cuando basamos nuestra alegría en el éxito en el ministerio, es probable que experimentemos lo que un amigo mío llama el “subibaja del desempeño”: nos sentimos bien con nosotros mismos cuando nuestro ministerio florece visiblemente, pero inseguros e inadecuados cuando no lo hace. Ese subibaja de un día (o de una hora) al siguiente, dejándonos mareados, desorientados, inestables e infelices (créanme, he pasado algún tiempo en eso).

Podemos subirnos a este subibaja incluso cuando reconocemos que, en última instancia, Dios es quien da éxito al ministerio. Después de todo, los discípulos reconocieron que los demonios se les sujetaban en el nombre de Jesús, pero aun así, Jesús los apartó del ministerio como base de su gozo.

Además de ponernos en una situación de equilibrio entre el desempeño y la satisfacción, el hecho de basar nuestra alegría en el éxito en el ministerio puede crear distancia entre nosotros y nuestros amigos en el ministerio al tentarnos a comparar los logros, lo que nos lleva a sentirnos incompetentes o superiores (o ambos). Como un rascacielos construido en terreno inestable, todo puede parecer bien por un tiempo, pero ese edificio con el tiempo comenzará a inclinarse.

A través del éxito y el fracaso

Jesús da a sus discípulos una base sólida que sostendrá su alegría a través de un éxito espectacular o un aparente fracaso. Imagínese poder regocijarse en su peor día de ministerio y permanecer humilde en su mejor día. Jesús nos da eso. Nos invita a experimentar la alegría de nuestra salvación, la alegría que fluye de lo que Dios ya ha hecho en nuestro favor.

Como este fundamento es obra de Dios, no depende de nosotros. Como es la obra ya realizada de Dios, no depende de nuestras futuras victorias o fracasos. Además, nos une a todos los demás cristianos porque, sin importar nuestra inteligencia, nuestros logros, nuestra productividad o nuestra educación, el terreno común de nuestro gozo más profundo es el mismo: la obra salvadora de Dios por nosotros a través de Cristo.

Entonces, ¿qué es lo que está más cerca del centro de tu experiencia cristiana; lo que estás haciendo por Dios o lo que Dios ya ha hecho por ti a través de Jesucristo? Jesús mismo nos invita a permanecer juntos sobre el terreno de la alegría inquebrantable que él ofrece.


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