Cuidando a los Enfermos Crónicos III
De Libros y Sermones BÃblicos
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Incluso si solo te quedas treinta minutos, podrías ofrecerte a cargar el lavavajillas, ordenar la cocina o dar un masaje en la espalda mientras conversas. También podrías preguntar si hay algo más con lo que puedas ayudar o proyectos en los que puedas volver a trabajar más adelante. Las personas generalmente no inician la conversación sobre sus propias necesidades, pero pueden responder bien a preguntas específicas. Sin importar cómo intentes ayudar, siempre pregunta primero, porque lo que para algunos es una bendición bienvenida, para otros podría sentirse como una intrusión. | Incluso si solo te quedas treinta minutos, podrías ofrecerte a cargar el lavavajillas, ordenar la cocina o dar un masaje en la espalda mientras conversas. También podrías preguntar si hay algo más con lo que puedas ayudar o proyectos en los que puedas volver a trabajar más adelante. Las personas generalmente no inician la conversación sobre sus propias necesidades, pero pueden responder bien a preguntas específicas. Sin importar cómo intentes ayudar, siempre pregunta primero, porque lo que para algunos es una bendición bienvenida, para otros podría sentirse como una intrusión. | ||
- | + | <h4>2. Sé rápido para escuchar y lento para hablar.</h4> | |
- | + | <p>Aunque todos queremos decir algo profundo y reconfortante, a veces <i>escuchar es el regalo más consolador que podemos dar.</i> | |
- | Aunque todos queremos decir algo profundo y reconfortante, a veces | + | </p><p>Los amigos con enfermedades crónicas pueden no mencionar sus últimos síntomas o dificultades por temor a parecer que se están quejando constantemente, pero pueden agradecer la oportunidad de compartir lo que está pasando. Esfuérzate por escuchar sin juzgar inmediatamente. Resiste la tentación de ofrecerles una "cura" para su dolor. Y no insistas si prefieren no hablar más del tema en ese momento. En lugar de hacer la pregunta general: "¿Cómo estás?", podrías preguntar: "¿Cómo te sientes <i>hoy</i>?", que es más personal y más fácil de responder. |
- | + | </p><p>Recordar qué ''no'' decir a menudo es más importante que recordar qué decir. Lo digo como alguien que ha dicho demasiado en muchas ocasiones. No minimices lo que están atravesando. No compares su sufrimiento con el de otros que "lo están manejando mejor". Evita frases que comiencen con "Por lo menos...". No lances clichés como "Cuenta tus bendiciones". No les digas que sabes que su condición mejorará o que serán sanados, porque nadie sabe lo que depara el futuro. Doy estos ejemplos como alguien que lamenta haberlos dicho antes. | |
- | Los amigos con enfermedades crónicas pueden no mencionar sus últimos síntomas o dificultades por temor a parecer que se están quejando constantemente, pero pueden agradecer la oportunidad de compartir lo que está pasando. Esfuérzate por escuchar sin juzgar inmediatamente. Resiste la tentación de ofrecerles una "cura" para su dolor. Y no insistas si prefieren no hablar más del tema en ese momento. En lugar de hacer la pregunta general: "¿Cómo estás?", podrías preguntar: "¿Cómo te sientes | + | </p><p>Los amigos fieles lloran con los que lloran (Romanos 12:15). Reconocen cuán difícil es su situación. Permiten que sus amigos enfermos desahoguen sus sentimientos por un tiempo y luego los animan a poner su esperanza en el Señor Jesús. Les aseguran que Dios nunca los dejará y les recuerdan que su sufrimiento no será en vano. Les recuerdan la gloria que les espera en el cielo, donde no habrá más dolor ni lágrimas. |
- | + | </p><p>Muchos de nosotros en esta generación hemos escuchado advertencias de no usar las Escrituras como un arma, como si pudiéramos golpear a las personas que sufren para que se sientan mejor, pero no tengas miedo de compartir la palabra de Dios por completo. Dado que la palabra de Dios da verdadero consuelo, por supuesto, comparte versículos, pero hazlo con paciencia y cuidado. Elige los versículos que han sido significativos para ti en tus propias pruebas y explica por qué. Por ejemplo, yo he encontrado esperanza en pasajes como estos: | |
- | Recordar qué no decir a menudo es más importante que recordar qué decir. Lo digo como alguien que ha dicho demasiado en muchas ocasiones. No minimices lo que están atravesando. No compares su sufrimiento con el de otros que "lo están manejando mejor". Evita frases que comiencen con "Por lo menos...". No lances clichés como "Cuenta tus bendiciones". No les digas que sabes que su condición mejorará o que serán sanados, porque nadie sabe lo que depara el futuro. Doy estos ejemplos como alguien que lamenta haberlos dicho antes. | + | </p> |
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- | Los amigos fieles lloran con los que lloran (Romanos 12:15). Reconocen cuán difícil es su situación. Permiten que sus amigos enfermos desahoguen sus sentimientos por un tiempo y luego los animan a poner su esperanza en el Señor Jesús. Les aseguran que Dios nunca los dejará y les recuerdan que su sufrimiento no será en vano. Les recuerdan la gloria que les espera en el cielo, donde no habrá más dolor ni lágrimas. | + | |
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<blockquote>"La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo." (Juan 14:27)</blockquote> | <blockquote>"La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo." (Juan 14:27)</blockquote> | ||
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<blockquote>"Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas." (2 Corintios 4:16–18)</blockquote> | <blockquote>"Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas." (2 Corintios 4:16–18)</blockquote> | ||
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<blockquote>"Esto traigo a mi corazón, por lo tanto tengo esperanza: Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad." (Lamentaciones 3:21–23)</blockquote> | <blockquote>"Esto traigo a mi corazón, por lo tanto tengo esperanza: Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad." (Lamentaciones 3:21–23)</blockquote> | ||
Última versión de 20:02 25 ene 2025
Por Vaneetha Rendall Risner sobre Santificación y Crecimiento
Traducción por Adriana Varela
Cuando vives con dolor constante o luchas con una enfermedad crónica, el desánimo se convierte en parte de la vida diaria.
Las tareas más simples pueden resultar agotadoras. Te preocupas constantemente de ser una carga para los demás. El dolor suele provocar un sueño intermitente, por lo que rara vez te sientes descansado. Es difícil mantener una actitud positiva y alegre. Dado que las condiciones crónicas persisten durante mucho tiempo o son recurrentes, dependes de tus amigos para que te animen y te apoyen, y luego para que continúen haciéndolo durante períodos prolongados.
Llevo casi veinte años viviendo con el síndrome post-polio, y también he intentado cuidar de otras personas con problemas de salud crónicos durante décadas. Por lo tanto, he aprendido, desde ambas perspectivas, qué es útil, sostenible y frecuentemente pasado por alto. Es un camino largo y difícil para todos los involucrados, y cada situación es única, pero aquí hay algunas lecciones sobre qué hacer, qué decir y cómo orar por nuestros amigos que están sufriendo.
Contenido |
1. Sigue estando presente, incluso cuando otros hayan dejado de hacerlo.
En mi experiencia, una de las formas más útiles de servir a nuestros amigos que están sufriendo es comprobar regularmente cómo están.
Las personas con dolor crónico y enfermedades suelen sentirse solas y olvidadas, especialmente si su condición les obliga a permanecer en casa. Los amigos suelen apresurarse a ayudar cuando los síntomas comienzan, pero, con los problemas urgentes de sus propias vidas, muchos dejan de mantenerse en contacto. Suponen que otras personas siguen visitándolos y ofreciendo apoyo, pero pocas continúan involucradas meses después, incluso cuando las necesidades persisten y aumentan. El hombre paralítico en Bethesda no tenía a nadie que lo ayudara a entrar en la piscina, quizás porque, después de 38 años de discapacidad, la gente había dejado de aparecer (Juan 5:2–7).
Si vas a visitar, considera ofrecer ayuda concreta al mismo tiempo: desde pasar por el supermercado hasta hacer diligencias o llevar una comida. Como nos recuerda Santiago, es fácil decir: “Id en paz, calentaos y saciaos”, sin darles lo necesario para el cuerpo (Santiago 2:16).
Incluso si solo te quedas treinta minutos, podrías ofrecerte a cargar el lavavajillas, ordenar la cocina o dar un masaje en la espalda mientras conversas. También podrías preguntar si hay algo más con lo que puedas ayudar o proyectos en los que puedas volver a trabajar más adelante. Las personas generalmente no inician la conversación sobre sus propias necesidades, pero pueden responder bien a preguntas específicas. Sin importar cómo intentes ayudar, siempre pregunta primero, porque lo que para algunos es una bendición bienvenida, para otros podría sentirse como una intrusión.
2. Sé rápido para escuchar y lento para hablar.
Aunque todos queremos decir algo profundo y reconfortante, a veces escuchar es el regalo más consolador que podemos dar.
Los amigos con enfermedades crónicas pueden no mencionar sus últimos síntomas o dificultades por temor a parecer que se están quejando constantemente, pero pueden agradecer la oportunidad de compartir lo que está pasando. Esfuérzate por escuchar sin juzgar inmediatamente. Resiste la tentación de ofrecerles una "cura" para su dolor. Y no insistas si prefieren no hablar más del tema en ese momento. En lugar de hacer la pregunta general: "¿Cómo estás?", podrías preguntar: "¿Cómo te sientes hoy?", que es más personal y más fácil de responder.
Recordar qué no decir a menudo es más importante que recordar qué decir. Lo digo como alguien que ha dicho demasiado en muchas ocasiones. No minimices lo que están atravesando. No compares su sufrimiento con el de otros que "lo están manejando mejor". Evita frases que comiencen con "Por lo menos...". No lances clichés como "Cuenta tus bendiciones". No les digas que sabes que su condición mejorará o que serán sanados, porque nadie sabe lo que depara el futuro. Doy estos ejemplos como alguien que lamenta haberlos dicho antes.
Los amigos fieles lloran con los que lloran (Romanos 12:15). Reconocen cuán difícil es su situación. Permiten que sus amigos enfermos desahoguen sus sentimientos por un tiempo y luego los animan a poner su esperanza en el Señor Jesús. Les aseguran que Dios nunca los dejará y les recuerdan que su sufrimiento no será en vano. Les recuerdan la gloria que les espera en el cielo, donde no habrá más dolor ni lágrimas.
Muchos de nosotros en esta generación hemos escuchado advertencias de no usar las Escrituras como un arma, como si pudiéramos golpear a las personas que sufren para que se sientan mejor, pero no tengas miedo de compartir la palabra de Dios por completo. Dado que la palabra de Dios da verdadero consuelo, por supuesto, comparte versículos, pero hazlo con paciencia y cuidado. Elige los versículos que han sido significativos para ti en tus propias pruebas y explica por qué. Por ejemplo, yo he encontrado esperanza en pasajes como estos:
"La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo." (Juan 14:27)
"Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas." (2 Corintios 4:16–18)
"Esto traigo a mi corazón, por lo tanto tengo esperanza: Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad." (Lamentaciones 3:21–23)
3. Toma la acción más amorosa y efectiva: ora.
Ora consistentemente por tus amigos con enfermedades crónicas. Ellos necesitan oración no solo por sus necesidades físicas —como fortaleza, sanación y alivio del dolor—, sino también por sus necesidades emocionales y espirituales. Con luchas crónicas, es común sentirse desanimado, desilusionado y deprimido cuando los días pasan sin mejoría. Aunque no podemos cambiar su situación o perspectiva por nosotros mismos, a Dios le encanta obrar a través de nuestras oraciones.
Cuando tus amigos compartan sus peticiones de oración, ora con ellos de inmediato, si es posible. No solo refuerza tu genuino interés, sino que también asegura que realmente ores. Es fácil dejar de orar fervientemente por personas con condiciones a largo plazo, pero nuestras oraciones tienen gran poder (Santiago 5:16), así que no te rindas. Recuérdales que no están olvidados enviándoles un mensaje ocasionalmente con lo que estás orando por ellos.
Podrías ofrecerte a orar con ellos usando un salmo de lamento como el Salmo 13, 43 o 142. Lamentar juntos es una manera hermosa de reconocer lo que es difícil y clamar a Dios con ellos, mientras confías en que Él tiene el control de su situación. Lee unos pocos versículos a la vez, seguidos de palabras espontáneas de petición o confianza. Si tu amigo prefiere solo escuchar, intenta insertar su nombre en un salmo como el Salmo 23, 46 o 139 mientras lo oras en voz alta.
Ahora no es demasiado tarde
Servir a personas con dolor o enfermedades crónicas puede dejarnos agotados si creemos que todo depende de nosotros. O, si hemos cometido errores en el pasado y hemos herido a alguien a quien queríamos ayudar, podemos preguntarnos si vale la pena seguir intentándolo. Pero cuidar de nuestros amigos heridos no depende completamente de nosotros, y nuestros esfuerzos imperfectos realmente valen la pena. Dios nos dará nuevas fuerzas y sabiduría mientras esperamos en Él y servimos con el poder que Él provee (Isaías 40:31; 1 Pedro 4:11).
Si te has cansado y dejaste de estar presente, no dejes que la culpa te mantenga alejado. En su lugar, comunícate ahora, porque nunca es demasiado tarde. No podemos resolver los problemas de nuestros amigos, pero podemos seguir apareciendo, satisfaciendo sus necesidades físicas, escuchando sus luchas, animándolos en Cristo y llevándolos ante el único que es lo suficientemente grande para sanar, sostener y liberarlos.
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