¿Por mi bién?
De Libros y Sermones BÃblicos
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Revisión de 16:03 8 nov 2010
Por R.C. Sproul
sobre Sufrimiento
Una parte de la serie Tabletalk
Traducción por Gabriella Maldonado
En 1993, mi esposa y yo sufrimos un accidente de tren muy fuerte que pasó a la historia. El choque entre el Sunset Limited contra la ensenada de la Bahía Mobile, mató más pasajeros que cualquier accidente de Amtrak en la historia. Sobrevivimos aquel espeluznante accidente pero sufrimos muchos traumas. Este desastroso accidente dejó a mi esposa con una ansiedad continua que no le permitía poder dormir en un tren por la noche. Este desastroso accidente me dejó con una lesión en la espalda que tomó quince años de tratamiento y terapia para recuperarme. Si embargo, con las cicatrices de este trauma ambos aprendimos una lección importante sobre la disposición de Dios. Claramente, La disposición de Dios en este caso, para nosotros, fue una expresión de sus benevolencias bondadosas. También se ilustró un sentido inolvidable de la dulce misericordia de Dios. Tanto como estamos convencidos que las providencias de Dios son una expresión de su absoluta soberanía sobre todas las cosas, yo pensaría que una conclusión lógica de dicha convicción sería el final de toda ansiedad.
Sin embargo, no siempre es así. Por supuesto, nuestro Señor, él mismo dio la instrucción a sus discípulos de estar ansiosos por nada y así se extendió a la iglesia. Su conciencia de las debilidades humanas expresadas en nuestros miedos se manifestó a través del saludo más común hacia sus amigos: “Sin miedo”. Todavía, somos criaturas quienes a pesar de nuestra fe, tenemos momentos de ansiedad y además de melancolía.
Como estudiante nuevo y Cristiano nuevo, luché contra la melancolía y busqué el consejo de uno de mis mentores. Mientras relataba mis luchas, el dijo, “Ahora mismo, tú estás experimentando la mano pesada del Señor sobre tu espalda.” Nunca he considerado la mano de Dios como aquella que presiona hacia abajo sobre mi espalda o aquella que hace que yo luche. Me dijeron que rezara para que el Señor quitara su mano pesada de mi espalda. Con el tiempo, él lo hizo, y me quitó la melancolía y gran cantidad de la ansiedad.
En otra ocasión, estaba discutiendo con un amigo, y le comentó sobre algunos de los miedos que me estaban plagando. Él dijo, “Pensé que creías en la soberanía de Dios.” “Yo creo,” dije, "y ése es mi problema.” Le asombró la respuesta; y expliqué que sé suficiente sobre lo que explica la Biblia de las providencias de Dios y de su soberanía; sé que algunas veces, la disposición de la soberanía de Dios involucra sufrimiento a aflicción a las personas. Que estamos bajo el cuidado de una soberanía de Dios cuya disposición es benevolente. Esta no excluye la posibilidad de que él nos envíe a períodos de pruebas y tribulaciones que pueden ser terriblemente dolorosos. Aunque, creo en la palabra de Dios, que en medio de tal experiencia él me dará la tranquilidad de su presencia y la certeza de mi liberación en la gloria. Mientras tanto, sé que la manera de aflicción y dolor puede ser difícil de soportar.
La tranquilidad que disfruto al conocer las providencias de Dios, se mezcla a veces con el conocimiento de que su disposición puede traer dolor. No busco anticipadamente la experiencia del dolor, más bien, hay momentos dónde es necesario para mí y para otros apretar los dientes y soportar la carga del día. Otra vez, no cuestiono el resultado de dicha aflicción, y al mismo momento, sé que hay aflicciones que pondrán a prueba los límites de mi fe y fortaleza. Ese tipo de experiencia y conocimiento hace que sea fácil de entender la tensión entre la confianza de las providencia de la soberanía de Dios y nuestra lucha con la ansiedad.
Romanos 8:28, el cual es el favorito para muchos de nosotros, y el cual dice “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito.” (LBLA). No hay ningún otro texto que demuestre claramente y magníficamente la belleza de la providencia de la soberanía de Dios que este texto. El texto no nos dice, que todas las cosas que nos pasan, son cada una buenas; más bien, dice que todas las cosas que pasan están trabajando juntas por nuestro bien. Ese es el plan maestro de la providencia de la salvación de Dios. Él trae cosas buenas de lo maligno. Él trae gloria del sufrimiento. Él trae alegría de la aflicción. Esta es una de las verdades de las sagradas escrituras para nosotros, más difíciles de creer. He tenido incontables momentos donde es fácil creer en Dios que momentos donde es difícil creer en Dios. La fe involucra vivir una vida creyendo en la palabra de Dios.
A medida que vivo la tribulación que sigue la vida en este lado de la Gloria, difícilmente pasa un día donde no soy forzado a leer el texto Romano 8:28 y recordarme a mí mismo que lo que estoy experimentando ahora mismo que me hace sentir mal, me da un sabor amargo, que es malo; sin embargo, el Señor está haciendo esto por mi bien. Si Dios no tuviera soberanía, nunca podría llegar a esa conclusión que me causa tranquilidad. Estaría siempre sujeto al miedo y a la ansiedad sin ningún alivio significativo. La promesa de Dios de que todas las cosas trabajan juntas por algo bueno, para aquellos que aman a Dios, es algo que debe entrar no solo en nuestras mentes, sino también debe entrar en nuestro sistema sanguíneo, de tal manera que sea un principio sólido por el cual se pueda vivir la vida.
Creo que esta es la base sobre la cual el fruto del espíritu de la alegría se establece. Esa es la base que hace posible para los Cristianos regocijarse aún cuando se esté en medio del dolor y la ansiedad. No somos estoicos quienes son llamados a que no muestren emoción en momentos difíciles en un concepto de destino nebuloso; más bien somos aquellos que deben alegrase mucho porque Cristo ha superado al mundo. Esto es la verdad que ciertamente nos da alivio a todas nuestras ansiedades.
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