La Seguridad Eterna Es un Proyecto Comunitario
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Revisión de 16:00 2 may 2011
Por John Piper
sobre Perseverancia de los Santos
Una parte de la serie Hebrews
Traducción por Denise Odone
Hebreos 3:12-19
Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. 13Antes exhortaos los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: “Hoy”; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado. 14Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos el principio de nuestra seguridad firme hasta el fin, 15en cuanto se dice: “SI OIS HOY SU VOZ, NO ENDUREZCAIS VUESTROS CORAZONES, COMO EN LA PROVOCACION”. 16Porque ¿quiénes, habiendo oído, le provocaron? ¿Acaso no fueron todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés? 17¿Y con quiénes se disgustó por cuarenta años? ¿No fue con aquellos que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? 18¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a los que fueron desobedientes? 19Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad.
Dos Si Importantes:
La semana pasada hablamos de dos si importantes en los versículos 6 y 14. Retomémoslo para luego concentrarnos en cómo nuestra vida juntos en Belén puede ayudarnos a comprender los si importantes.
Versículo 6b: “cuya (de Cristo) casa (= su familia, su pueblo) somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza”. Observemos con atención. No dice: seremos la casa de Cristo, si retenemos firme la esperanza”. Sí dice: “cuya casa somos nosotros, si retenemos firme la esperanza”. En otras palabras, el que retengamos firmes la esperanza es la demostración y la evidencia de que ahora somos su casa.
Ahora observemos el si del versículo 14: “Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos el principio de nuestra seguridad firme hasta el fin”. Nuevamente, prestemos atención al enunciado. No dice: “Seremos hechos partícipes de Cristo en el futuro, si es que retenemos firme nuestra seguridad”. Dice: “somos hechos partícipes (en el presente), si es que retenemos firme nuestra seguridad”. En otras palabras, el retener firme nuestra seguridad comprueba que nos ha sucedido algo real y duradero, es decir, hemos sido hechos partícipes de Cristo. Realmente nacimos de nuevo. Realmente nos hemos convertido. Realmente somos parte de la casa de Cristo.
Entonces, ¿cuál es el resultado si no retenemos firme nuestra seguridad? La respuesta no es que dejaríamos de ser partícipes de Cristo, sino que nunca fuimos partícipes de Cristo. Leamos atentamente: “somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos firme nuestra seguridad”. De esta manera, “si no retenemos firme nuestra confesión, entonces no somos hechos partícipes de Cristo”.
Hebreos Enseña Sobre La Seguridad Eterna
En base a este texto, la semana pasada señalé que este libro enseña sobre la seguridad eterna. Esto es, enseña que si realmente te has convertido en un partícipe de Cristo, siempre lo serás. Él obrará en ti para que preserves en la fe y la esperanza. Otra manera de decirlo es que si eres un hijo de Dios, no puedes dejar de ser un hijo de Dios. Pero sabemos que hay mucha gente que comienza a transitar la vida cristiana y luego se aleja y se olvida del Señor. Este tipo de persona es la que está en el pensamiento de este escritor. Él sabe que esto sucede y por eso trata el tema en este texto y dice cómo prevenirlo. Pero cuando sucede, su explicación no es que la persona era realmente un partícipe de Cristo, sino que nunca había sido un verdadero partícipe de Cristo. Si retenemos firme nuestra seguridad, somos hechos partícipes de Cristo; si no, no hemos sido hechos partícipes de Cristo.
En otras palabras, perseverar en la fe y la esperanza y retener firme nuestra confianza en Dios no son maneras de no perder nuestra posición en Cristo, son maneras de demostrar que tenemos una posición en Cristo. Esta posición no se puede perder nunca, porque la tenemos por la libre gracia de Dios, y porque Cristo prometió cuidar de aquellos que son suyos (Hebreos 13:5; 20-21) con una promesa y un juramento (Hebreos 6:17-19). En otras palabras, nuestra seguridad y confianza no son una decisión o una oración que recordamos haber hecho en el pasado; nuestra seguridad y confianza son la fidelidad y el poder de Dios para seguir confiando en él en el futuro. Nuestra seguridad es que “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).
¿Cómo Podemos “Alejarnos de Dios” Si Nunca Fuimos Creyentes?
Esto genera varias preguntas. Una es: Entonces, si nuestro fracaso en retener firme nuestra esperanza y confianza significa que nunca fuimos verdaderos partícipes de Cristo, ¿de qué nos estamos alejando en el versículo 12?
Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse (alejarse) del Dios vivo.
¿Cómo podemos alejarnos o apartarnos de Dios si nunca pertenecimos a Dios verdaderamente?
Una respuesta sencilla sería que podemos separarnos en verdad y con mucho dolor de una prometida, que no es lo mismo que separarnos de una esposa. Creo que la manera en la que el autor quiere que consideremos esto se encuentra en el ejemplo del pueblo de Israel en los versículos 7-11 (= Salmo 95). Él señala en el versículo 9 que el pueblo “vio mi obra por cuarenta años” y aun así endurecieron sus corazones contra Dios (vers. 8) y se descarriaron en sus corazones (vers. 10). En otras palabras, ellos han visto a Dios dividir el Mar Rojo y demostrarles gran misericordia cuando los salvó de Egipto. Lo vieron cuando hizo salir agua de una roca, cuando hizo caer maná del cielo, cuando los guió con columnas de nube y fuego, cuando los libró de sus enemigos, puso buenas leyes para que vivan y les dio indulgencia por su rebelión. Y a pesar de todo esto, ellos endurecieron sus corazones y dejaron de confiar en Dios. Quisieron volver a Egipto, levantaron ídolos y murmuraron. Esto es lo que el autor quiere decir con “apartarse del Dios vivo”.
El pueblo había sido atrapado por las poderosas obras de Dios. Habían experimentado su poder y se habían beneficiado de su espíritu y bondad. Habían sido iluminados con la revelación de Dios en mayor medida que cualquier otra persona en la tierra. Y se habían apartado. Así también sucedió con algunas de las personas del Nuevo Testamento. Y así también sucede hoy. Estas personas habían sido atrapadas por las señales y prodigios que nombra Hebreos 2:4. Habían experimentado el poder de la era venidera. Se habían convertido en un pueblo amoroso y habían experimentado la magnitud de la obra del espíritu en sus medios y en sus vidas. Habían vislumbrado la luz del evangelio. Habían sido bautizados, participaron de la comunión, escucharon prédicas y probablemente habían realizado buenas obras.
Sin embargo, como le pasó a Israel, se endurecieron sus corazones y un corazón malo de incredulidad tomó el primer lugar y comenzaron a depositar su confianza en otras cosas en vez de en Cristo, y luego de un tiempo se apartaron de toda la bondad que los rodeaba. Y Hebreos dice que la explicación para esto es que “no se habían convertido en partícipes de Cristo”. Habían sido partícipes de ciertas medidas de luz, poder y gozo; pero (para utilizar las palabras de Jesús) la planta no tenía raíz y se secó, mientras que otros son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida (Lucas 8:13-14).
En otras palabras, podemos apartarnos de Dios en la medida en la que nos hemos acercado a la obra de Dios — el amor a su pueblo, la luz de su palabra, el privilegio de la oración, la fuerza moral de su ejemplo, los dones y milagros de su espíritu, las bendiciones de su providencia y la diaria revelación del sol y la lluvia—. Es posible experimentar estas cosas, ser muy influenciados por ellas y aun así, perdernos en la incredulidad, porque Jesucristo mismo no es el deleite, ni la esperanza, la confianza o la recompensa de tu corazón.
Jesús enseñó sobre estas cosas repetidas veces para advertir contra la falsa seguridad. Por ejemplo, en Mateo 7:21-23 dijo,
No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "Jamás os conocí; apartaos de mí, los que practicáis la iniquidad”.
Profetizar, echar fuera demonios o hacer buenas obras en el nombre de Jesús no prueba que Jesús nos “conoció” o que somos partícipes de Cristo. Se puede hacer esas obras con un corazón endurecido o que no ha cambiado. La evidencia de que Jesús nos ha conocido es que Jesús sea nuestra esperanza, confianza, tesoro y recompensa (Hebreos 10:24; 11-25-26). Esa es la realidad interior que transforma nuestras vidas.
Esa fue una pregunta: ¿Cómo podemos alejarnos o apartarnos de Dios, si nunca fuimos partícipes de Cristo? Y la respuesta es: hay muchas maneras de participar de la cercanía de Dios sin confiar, esperar, ni amarle a él. Entonces, hay muchas maneras de alejarnos de Cristo sin haber sido partícipes del mismo Cristo.
¿Cómo podemos asegurarnos la seguridad eterna?
La segunda pregunta es: ¿Qué debemos hacer? ¿Cómo podemos saber, disfrutar y asegurarnos la seguridad eterna? Los versículos 12 y 13 ofrecen dos respuestas: una más general y otra más específica.
Primero, la respuesta más general en el versículo 12: “Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo”. La respuesta general es, “¡Ten cuidado!” “¡Presta atención!” o “¡Haz caso!”. En otras palabras, no seas descuidado, indiferente o desatento con el estado de tu corazón. Préstale atención. Como dice Pablo en 2 Corintios 13:5, Poneos a prueba para ver si estáis en la fe. O como dice Pedro en 2 Pedro 1:10, “Sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios”. No nos desviemos ni alejemos ni demos por sentada nuestra perseverancia en la fe. Toda clase de pasiones alternativas hacen guerra en tu alma todos los días para robar tu fe y reemplazar a Cristo por otros tesoros. “¡Ten cuidado!” ¡Estate atento! ¡Sé sincero! Cuida tu corazón. Como dice Proverbios 4:23, “Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida”. Esa es la respuesta del versículo 12. ¡Presta atención!
Alguien puede preguntar, “Bien, si soy un verdadero partícipe de Cristo, como creo que soy, ¿por qué tengo que prestar atención y tener tanto cuidado, si dijiste que tengo seguridad eterna y no puedo perder mi posición en Cristo?” Creo que la pregunta supone algo que el Nuevo Testamento dice que no es cierto. Supone que la manera en que Dios guía a sus elegidos al cielo es sin vigilancia, sin cuidados, sin autoevaluación y sin un uso diligente de los recursos. Pero, en realidad, Jesús dice en Lucas 13:24, “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos tratarán de entrar y no podrán”. Y Pedro dice, “Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8). La realidad no es que los verdaderos cristianos no tienen que estar alerta ni tener cuidado de sus corazones, sino que podemos saber que somos verdaderos cristianos si estamos alerta y tenemos cuidado de nuestros corazones.
Son los cristianos desdeñosos los que tienen que preocuparse por su posición. Son los que fueron bautizados, los que caminaron un pasillo o hicieron una oración y recibieron la comunión y fueron a la iglesia, pero no aman a Jesús, ni lo toman como su tesoro más preciado, ni depositan su esperanza en él, ni ansían verlo y no pueden decir, “El vivir es Cristo y el morir es ganancia”. Estos son los que están seguros de sí mismos y deberían sentirse inseguros (lea Deuteronomio 29:19). Son personas, en su mayoría en la iglesia, que toman a la salvación como a una vacuna. Recibieron una vacuna años atrás y suponen que todo está bien sin tener que pensar en los peligros de la incredulidad que los rodea. Dicen, “Fui inoculado contra el infierno cuando tenía ochos días de edad, o seis años”. Entonces, obtener el cielo no es una cuestión de tener cuidado con nuestros corazones para que no se endurezcan y se vuelvan incrédulos. Es solo una cuestión de asegurarse de que la inoculación haya sucedido. Estos son los que están en gran peligro.
Esa es la primera respuesta sobre cómo estar seguros de nuestra seguridad eterna: cuidando de nuestro corazón. Guardándolo de la incredulidad. Esto es, teniendo cuidado de retener la confianza y la esperanza en Cristo en vez de enfocarnos en otros tesoros.
La segunda respuesta en el versículo 13 es más específica: “Antes exhortaos (o alentaos) los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: Hoy; no sea que alguno de vosotros sea endurecido por el engaño del pecado”. La segunda respuesta es que la seguridad eterna es un proyecto comunitario. ¿Qué debemos hacer en Belén para evitar un “corazón malo de incredulidad” y no endurecernos por el engaño del pecado que nos tienta todos los días para que atesoremos más al pecado que a Jesús?
¿Cómo nos ayuda la iglesia a no tener un “Corazón Malo de Incredulidad”?
La respuesta es que tenemos que ser la iglesia los unos para con los otros. ¿Y qué es lo principal que hace la iglesia? Nos hablamos los unos a los otros de manera que nos ayudemos a no ser engañados por el atractivo del pecado. O, para decirlo en positivo, nos hablamos de manera que nos hace tener corazones de fe en el valor superior de Cristo sobre todas las cosas. Luchamos para mantenernos la fe mutuamente, cuando hablamos palabras que señalan a las personas la verdad y el valor de Jesús. Así es cómo nos guardamos de un corazón malo de incredulidad. Incredulidad significa no tener a Jesús como tu mayor tesoro. Entonces, ayudarnos mutuamente a creer significa mostrarles a las personas las razones por las que debemos desear, amar y confiar más en Jesús que en otras cosas.
Aquí hay otra explicación para que Dios ordene que la vida Cristiana sea una vida de cuidado individual y social, para que planee que la seguridad eterna sea un proyecto comunitario. La explicación es que esta manera de vivir la vida Cristiana hace de la gloria de Dios el centro de toda nuestra interacción. Si la seguridad eterna fuera como una vacuna, Cristo sería honrado en el día de la inoculación, pero después de eso sería olvidado, de la misma manera en la que olvidamos una vacuna. Pero no sería así, si la seguridad eterna fuera una batalla diaria en contra de la incredulidad, en la que las armas de la victoria fueran exhortaciones que edifiquen la fe sobre la honradez, la grandeza y el valor de Cristo por sobre todas las cosas. Si tenemos que hablarnos de esta manera los unos a los otros todos los días para asegurarnos de que seguimos confiando en él, entonces le damos cada día más importancia. Siempre se habla de él y siempre es el centro de atención. Entonces Dios ordena que la seguridad eterna sea un proyecto comunitario porque no quiere que su Hijo sea olvidado como a una vacuna, sino recordado diariamente como el mayor tesoro en el universo.
Ahora está claro que los versículos 12 y 13 contienen algo más que una prédica. Trato de hacer esto en mis prédicas —exhortarlos semanalmente para que no tengan un corazón malo de incredulidad—. Pero este texto dice dos cosas más. Una (en el vers. 13) es que esta exhortación debe ocurrir “cada día”, no solo una vez en la semana. Y la otra es que se debe hacer “los unos a los otros” (vers. 13) ---esto es, deben hacerlo mutuamente, en vez de que provenga solo del pastor.
Esta convicción, de que el ministerio de los unos a los otros es completamente decisivo para la perseverancia en la fe y la salvación, es la razón por la que los ancianos decidieron reunirse con un pequeño grupo este otoño en Belén. Creemos que no hay mejor manera en una iglesia de este tamaño para alentar la lucha corporativa de la fe que hacer un espacio más grande para pequeños grupos y trabajar para obtener una gran participación. Es por eso que comenzando en septiembre cada domingo a la noche será para los pequeños grupos y cada miércoles a la noche será destinado a relacionarnos en la mitad de la semana con una comida, alabando juntos como iglesia, contando historias sobre lo que Dios está haciendo en los grupos para que edifiquen la fe y enseñando la Palabra de Dios a nuestros hijos, a la juventud, a los adultos; no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo.
Estoy entusiasmado con el potencial de ministerio de estas dos propuestas---1) la reunión de los pequeños grupos, con cada domingo a la noche disponible con la esperanza de que muchos grupos se conviertan cada vez más en equipos de ministerio que se exhorten mutuamente cada día; y también 2) la reunión de fraternidad de los miércoles a la noche, la alabanza, la enseñanza y las historias del presente poder de Dios.
Los exhorto con todo mi corazón a que tomen este pasaje de las Escrituras seriamente y reflexionen si sus vidas concuerdan con este modelo de vida Cristiana. Reunirse regularmente con un pequeño grupo de creyentes, que están determinados a luchar por la fe del otro, ¿no podría hacernos disfrutar de la convicción y seguridad más que de cualquier otra cosa conocida? ¿Y no podría hacernos testificar y ministrar con valor por el mundo? Creo que a eso nos está llamando Dios.
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