¿Dónde está Dios?
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Última versión de 16:01 14 jul 2011
Por John Piper sobre Sufrimiento
Traducción por Desiring God
La Supremacía de Cristo en la era del terror
Este fin de semana es la primera vez que el aniversario del 11 de setiembre coincide con el día del Señor, el domingo. Por lo tanto, nos pareció conveniente tomar un poco de distancia y analizar de nuevo el significado de la supremacía de Cristo en la era del terror.
Contenido |
La supremacía de Dios en todas las cosas, sin excepciones
Una de las verdades bíblicas que adoptamos con gozo tembloroso es la de la supremacía de Dios en todas las cosas. El propósito de nuestra iglesia es esparcir la pasión por la supremacía de Dios en todas las cosas, para el gozo de todos los pueblos, a través de Jesucristo. Al decir esto, no queremos decir: “salvo en las calamidades”, “salvo en la guerra”, “salvo cuando Al Qaeda haga explotar un edificio o un tren, “salvo cuando una mamá es arrebatada por el cáncer o un bebé nace con tremendas discapacidades”. No existen cláusulas “salvo que” en nuestro lema.
No le dimos forma a esta declaración en un mundo color de rosa- para luego ser sorprendidos y abochornados por la realidad del sufrimiento. Nuestra cabeza no estaba enterrada en la arena. Elaboramos nuestro lema en el mundo real, donde hay dolor, sufrimiento, maldad y muerte. Aún entre nosotros hemos visto a algunos morir de un modo muy pacífico, pero también a otros sufrir agonías terribles. Existimos para propagar la pasión por la supremacía de Dios en todas las cosas- todas las cosas- para el gozo de todos los pueblos por medio de Cristo Jesús- siempre. Una pasión por la supremacía de Dios- la supremacía de Cristo (ya que él es Dios encarnado)- en todas las cosas, todo el tiempo.
Entristecidos, mas siempre gozosos
Ninguno de nosotros que haya vivido unas pocas décadas- para mí ya son casi seis- ha adoptado este propósito sin temor. Y ninguno de nosotros ha vivido este propósito por largo tiempo sin llegar a derramar lágrimas. Lo hemos declarado docenas de veces en esta iglesia, y lo diremos hasta la muerte, que el gozo que buscamos y el gozo que encontramos en Cristo Jesús está siempre- siempre en este mundo- mezclado con tristeza. No hay gozo puro en este mundo para las personas a quienes les importan los demás. La Biblia describe a los siervos de Cristo de este modo: “como entristecidos, mas siempre gozosos” (2 Corintios 6:10).
“Entristecidos, mas siempre gozosos”. ¿Cómo puede ser? Puede ser porque Cristo está por encima de todas las cosas para siempre, aunque el sufrimiento y la muerte permanezcan por un tiempo. La vida no es simple. Hay placer y hay dolor. Hay dulzura y hay amargo sufrimiento. Hay gozo y hay miseria. Hay vida y hay salud, y hay enfermedad y muerte. Y por lo tanto los sentimientos no son simples. Para aquellos que aman a otros, y no sólo su propia comodidad, esta complejidad implica que nos gozaremos con los que se gozan y lloraremos con los que lloran (Romanos 12:15) Y siempre hay alguien a quien conocemos que está llorando, y alguien a quien conocemos que se está regocijando. En consecuencia aprenderemos el secreto de estar “entristecidos, mas siempre gozosos”- y gozosos mas siempre entristecidos. Estas palabras tan increíbles que describen al alma del cristiano- “entristecidos mas siempre gozosos” – quieren decir que aunque el sufrimiento permanezca por un tiempo en este mundo, pero Cristo es supremo ahora y para siempre.
Las torres gemelas, el huracán Katrina y el sufrimiento constante en este mundo
El primer avión que se estrelló contra las torres gemelas, el vuelo 11, acabó con las vidas de las 92 personas a bordo. El vuelo 175 que chocó contra la segunda torre minutos después mató a las 65 personas que llevaba a bordo. En cuanto a las torres, parece ser que 2595 personas perecieron al derrumbarse las mismas, incluyendo aquellos que trabajaban allí, visitantes del edificio, y los que entraron para salvarlos.
El vuelo 77, con 64 personas a bordo, se estrelló contra el Pentágono una hora después del primer ataque. En el Pentágono fallecieron otras 125 personas además de las 64. El vuelo 93 con 45 pasajeros a bordo cambió de rumbo mientras sobrevolaba Pennsylvania y se dirigía a…¿donde? ¿La Casa Blanca? ¿El Congreso? Aparentemente, Todd Beamer y otros arrebataron el control del vuelo de manos de los piratas aéreos, y el avión se estrelló sin dejar sobrevivientes cerca de Shanksville, en Pennsylvania. Fallecieron los 45 pasajeros a bordo. El total de las víctimas de estos ataques terroristas fue de aproximadamente 2986 personas.
Nosotros suponíamos que esa iba a ser la calamidad que serviría de foco para este mensaje. Pero Dios tenía otros planes. ¿Quién puede, hoy día, plantearse la pregunta de si Dios es soberano y si Cristo es supremo, y no tener en cuenta al huracán Katrina? Lo que sucedió la semana pasada en Nueva Orleans y zonas circundantes no se compara a nada que esta nación haya padecido. El huracán de Galveston, el 8 de setiembre de 1900, probablemente mató más personas – hasta 12.000, no sabemos con exactitud- pero no dejó desalojados a cientos de miles ni a una ciudad importante virtualmente vacía y paralizada junto con varios otros pueblos circundantes aún más devastados. ¿Quién puede hablar de la supremacía de Cristo en una era de terror sin tener en cuenta el terror que provocan vientos de 200 Km por hora, diques que ceden ante el mar e inundaciones que sumergen al 80% de una gran ciudad, dejando a quien sabe cuántas personas muertas dentro de sus áticos?
Y por si nuestra respuesta a estas calamidades fuera ingenua, como si el costo en vidas perdidas fuera inusual, recordémonos el hecho obvio y casi abrumador de que más de 50 millones de personas mueren por año en este mundo. Más de 6000 por hora. Más de 100 por minuto. Y la mayoría no llegan a muy viejos para morir plácidamente dormidos en sus camas y así ser transportados a la eternidad. La mayoría muere joven. La mayoría muere después de largas batallas con el dolor. Y millones mueren por la maldad del hombre contra el hombre.
Estas calamidades repentinas nos sacuden sólo para que podamos ver con más claridad lo que sucede cada hora de cada día de toda nuestra vida. Miles mueren en el dolor y el sufrimiento cada día. Probablemente unas siete u ocho mil personas habrán muerto durante el transcurso de este culto. Algunos están en este momento gritando de dolor mientras hablo y mientras tú estás ahí sentado bastante cómodo. Si existe un gozo cristiano en este mundo, junto con el amor, será un gozo triste, un gozo con el corazón partido. ¿Quién de ustedes en este salón, que ha vivido ya bastante, no sabe que los gozos más dulces, los más intensos, se reconocen con las lágrimas, y no con la risa?
El mal y el dolor como indicadores de la necesidad y la realidad de Dios
De modo que aún en nuestra experiencia- en nuestras almas- creyentes o no creyentes, hay una especie de testimonio de que este mundo de maldad, dolor, sufrimiento y muerte no es un lugar sin sentido. No es un lugar que carezca de un Dios bueno y con propósito. Algunos- no todos- han descubierto en las maldades más grandes- en los tiempos de mayor tristeza- la mayor necesidad de Dios y la mayor evidencia de que El existe.
Sucede de este modo. Algo muy malo ocurre- por ejemplo el holocausto, con 6 millones de asesinatos. O el régimen estalinista soviético con sus campos de concentración a donde enviaron a muchos más a su muerte. En medio de estos horrores, el alma humana que ha estado tranquilamente buscando los placeres del mundo con apenas un pensamiento sobre Dios y sin creer seriamente en términos de absolutos como la maldad y la bondad, o la justicia y la injusticia- felizmente viviendo el sueño del relativismo- de pronto es enfrentado con un mal tan terrible y tan grande que su alma grita con total indignación moral: ¡ No! ¡Esto no está bien! ¡Esto es malvado!
Y por primera vez en la vida ellos se escuchan a sí mismos hablar con una convicción absoluta. Están convencidos de una realidad absoluta. Ahora saben sin lugar a dudas que el mal existe. Reconocen que toda su vida anterior hasta ese momento ha sido un juego. Y ahora se enfrentan con la cruda pregunta: ¿si existe algo así como el mal absoluto y si existe una realidad moral que está por encima y es distinta a los meros procesos físicos de una energía evolucionaria combinada con tiempo y materia – de dónde viene, y en qué se basa?
Y muchos, en este momento de mayor maldad, descubren que hay una sola respuesta satisfactoria: Existe un Dios por encima del universo que pone las pautas del bien y del mal y las escribe en el corazón del hombre. No son reacciones químicas del cerebro carentes de sentido. Son realidades externas a nosotros mismos, que están por encima de nosotros, en Dios. Paradójicamente, por lo tanto, aquellas ocasiones donde se muestra la mayor maldad humana muchas veces demuestran ser las ocasiones en que más se necesita de Dios y en que él es más obviamente real. Sin él, el bien y el mal son nada más que distintos impulsos electroquímicos del cerebro de un primate mamífero llamado homo sapiens. Sabemos- tú sabes- que eso no es cierto.
¿Por qué existe un mundo así?
De modo que preguntamos: ¿por qué, Señor? ¿Por qué es así el mundo que creaste? Si eres Dios – si eres Cristo, el Hijo del Dios viviente – ¿por qué el mundo está tan lleno de terror y aflicción?
Les digo lo que yo creo que la Biblia enseña en respuesta a esta pregunta. Les daré dos respuestas que no son las razones para la existencia de un mundo así, y después cuatro respuestas que sí son las razones para un mundo así. Voy a hablar muy brevemente sobre cada una, e indicarles las Escrituras donde pueden examinar ustedes mismos la palabra de Dios.
1. Este mundo aterrorizado y sufriente existe, pero no porque Dios haya perdido el control absoluto.
La Biblia es contundente al afirmar que Dios gobierna todo en el universo, desde el pichón más pequeño hasta la tormenta más grande. “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Y sin embargo, ni uno de ellos caerá a tierra sin permitirlo vuestro Padre.” (Mateo 10:29). “¿… que aun los vientos y el mar le obedecen?” (Mateo 8:27). “La suerte se echa en el regazo, mas del SEÑOR viene toda decisión.” (Proverbios 16:33). “Como canales de agua es el corazón del rey en la mano del SEÑOR; El lo dirige donde le place.” (Proverbios 21:1). “¿Quién es aquel que habla y así sucede, a menos que el Señor lo haya ordenado?” (Lamentaciones 3:37). “Si sucede una calamidad en la ciudad, ¿no la ha causado el SEÑOR?” (Amós 3:6). “El manda aun a los espíritus inmundos y le obedecen.” (Marcos 1:27). “yo soy Dios, y no hay ninguno como yo,…Yo digo: ‘Mi propósito será establecido, y todo lo que quiero realizaré’." (Isaías 46:9-10).
No hay persona ni ser en el universo que pueda frustrar la soberana voluntad de Dios. Satanás es su enemigo más poderoso, y lleva a cabo mucha maldad en el mundo, pero para hacerlo debe obtener el permiso de Dios primero, y ninguna de sus acciones se realiza sin el control de Dios. No se puede liberar de la correa que lo sujeta (Lucas 22:31; Job 1:6-7; 42:11).
2. Este mundo aterrorizado y atribulado existe, pero no porque Dios sea malo o injusto.
“Y este es el mensaje que hemos oído de El y que os anunciamos: Dios es luz, y en El no hay tiniebla alguna.” (1 Juan 1:5). “Bueno y recto es el SEÑOR” (Salmo 25:8). “el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, es el SEÑOR de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria.”(Isaías 6:3). Y cuando El hace cosas que nos parecen malvadas, la Biblia nos enseña que debemos hablar a los demás de este modo: “Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien” (Génesis 50:20). Dios no es malo, aún cuando permita que suceda la maldad. Tiene propósitos buenos, santos y justos en todo lo que hace. Para aquellos que le aman “todas las cosas cooperan para bien” (Romanos 8:28). Ahora y para siempre.
Ahora les doy las cuatro razones afirmativas por las cuales existe este mundo.
1. Este mundo aterrorizado y atribulado existe porque Dios planificó la historia (proceso?) de la redención, y entonces permitió que el pecado entrase al mundo por medio de nuestros primeros padres, Adán y Eva.
En 2da Timoteo 1:9 el apóstol Pablo dice: “[Dios] nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad”. O sea, antes de que el mundo existiera, o el pecado en el mundo, Dios planificó su gracia salvadora a través de la muerte y resurrección de Cristo. Esto quiere decir que Dios sabía que Adán iba a pecar. Ya estaba haciendo los planes sobre como salvarnos.
Por lo tanto, el pecado de Adán fue parte del plan de Dios para que Dios pudiese revelar su misericordia, su gracia, su justicia, su ira, su paciencia, y su sabiduría por medios que nunca podrían haber sido revelados si no hubieran existido ni el pecado, ni el Salvador, ni la historia de la redención. El objetivo de Dios para este mundo caído es que podamos conocerle más completamente, porque darnos la posibilidad de conocerle mas completamente es lo más amoroso que puede hacer por nosotros. . Si te entregas a Cristo, descubrirás en Dios más maravillas en este mundo caído que las que podrías imaginar en cualquier otro mundo.
2. Este mundo aterrorizado y atribulado existe porque Dios sujetó al mundo natural a vanidad. O sea, Dios puso al mundo natural bajo maldición para que los horrores físicos que vemos en derredor nuestro en enfermedades y calamidades nos presenten una imagen gráfica de lo horrible que es el pecado. En otras palabras, la maldad natural es un indicador que nos señala los horrores de la maldad moral.
Antes de agregar una palabra más, deseo dejar algo en claro: algunas de las personas más dulces, más humildes, devotas, exaltadoras de Cristo que van rumbo al cielo, llevan algunas de estas marcas. Presten atención a lo que dice Romanos 8:18-21:
“Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. 19Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. 20Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios.”
O sea, Dios sujetó a la creación a vanidad, a esclavitud a la corrupción al suplicio y a la muerte. El decretó el desorden en el mundo natural a causa del desorden del mundo moral y espiritual- que fue causado por el pecado. En nuestro estado actual, enceguecidos por el pecado y deshonrando a Dios día a día, no podemos ver lo repugnante del pecado. Casi nadie en el mundo puede sentir lo horroroso de nuestro pecado. ¡Sentimos el dolor físico! Se convierte en el sonar de trompetas que Dios usa para indicarnos de que hay algo terriblemente mal en este mundo. Las enfermedades y las malformaciones son el retrato que Dios nos presenta para mostrar lo que es el pecado en el mundo espiritual. Esto es así aún cuando algunas de las personas que cargan con esas malformaciones son las más santas. Las calamidades son los anticipos de lo que el pecado merece y lo que un día será, en juicio, mil veces peor. Son advertencias. Y esto es verdad aún cuando estas cosas arrastren tanto a los que siguen como a los que rechazan a Cristo.
Ojalá pudiéramos todos ver y sentir lo repulsivo, ofensivo y abominable que es hacer caso omiso de nuestro Creador, desdeñándole, desconfiando de él y denigrándole, y prestándole menos atención en nuestro corazón que la que le damos al piso del living. Tenemos que ver esto, porque sino no buscaremos a Cristo para salvarnos del pecado. Por lo tanto, Dios con misericordia nos sacude por medio de las enfermedades y el dolor y las calamidades: “¡Despiértate! ¡El pecado es así! ¡El pecado causa cosas como estas!” (Vean Apocalipsis 9:20; 16:9, 11) El mundo natural está plagado de horrores para despertarnos del mundo de fantasía que dice que el pecado no es una cuestión importante. Es una cuestión horrorosamente importante.
3. Este mundo aterrorizado y atribulado existe para que los seguidores de Cristo puedan experimentar y demostrar que ningún placer y ningún tesoro se compara con conocer a Cristo. O sea, perder todas las cosas buenas en este mundo tiene el propósito de revelarnos que Cristo es compensación más que adecuada de todas las pérdidas.
Lo vemos en el Nuevo y en el Antiguo Testamento. El apóstol Pablo dice: “yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo” (Filipenses 3:8). El valor superior de Cristo se ve incrementado porque en todo lo que Pablo perdió experimenta la satisfacción total en Cristo.
El profeta Habacuc lo expresa con una belleza increíble y angustiante: “Aunque la higuera no eche brotes, ni haya fruto en las viñas; aunque falte el producto del olivo, y los campos no produzcan alimento; aunque falten las ovejas del aprisco, y no haya vacas en los establos, 18con todo yo me alegraré en el SEÑOR, me regocijaré en el Dios de mi salvación.”(Habacuc 3:17-18)
Hambrunas, pestes, persecución- todas suceden para que el mundo pueda ver en los seguidores de Cristo, y descubrir para sí, que Dios nos creó para sí y que el es nuestro “supremo gozo” (Salmo 43:4) y que a su diestra hay delicias para siempre (Salmo 16:11). El propósito de las pérdidas de la vida es que nos desteten de los placeres venenosos del mundo y nos lleven a Cristo, nuestro gozo eterno.
4. Finalmente, este mundo aterrorizado y atribulado existe para crear un lugar donde Cristo Jesús, el hijo de Dios, pudiera sufrir y morir por nuestros pecados. Hay terror para que Cristo fuese aterrorizado. Hay tribulación para que Cristo fuese atribulado. Hay dolor para que Cristo sintiese dolor. Este es el mundo que Dios preparó para el sufrimiento y la muerte de su Hijo. En este mundo Dios logró la mejor exhibición de su amor a través del sufrimiento de su Hijo.
Romanos 5:8, “Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Todo su sufrimiento era el plan de Dios para revelarnos su amor liberador. La soberanía de Dios, la maldad del mundo, y el amor de Dios se encuentran en la cruz de Cristo. Presten atención a esta increíble declaración de Hechos 4:27-28 con respecto al plan de Dios para que su hijo sufriera, - para nosotros! “Porque en verdad, en esta ciudad (Jerusalén) se unieron tanto Herodes como Poncio Pilato, juntamente con los gentiles y los pueblos de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien tú ungiste, 28para hacer cuanto tu mano y tu propósito habían predestinado que sucediera.” Todas las maquinaciones, todos los azotes, todos los escupitajos, todos los golpes de vara, toda la burla, todo el abandono de sus amigos, todas las espinas en su cabeza, todos los clavos en sus manos y sus pies, la espada en su costado, el peso del pecado del mundo, - todo estaba de acuerdo al plan de Dios. Para que puedas ver en forma gráfica, el amor de Dios.
La respuesta más profunda que Dios provee al terrorismo y la calamidad es el sufrimiento y la muerte de su Hijo. El ingresó a nuestro mundo caído en el pecado y el sufrimiento y la muerte. El llevó sobre sí mismo la causa de todo esto- el pecado. Y compró con su muerte la solución a todo esto- el perdón y gozo eterno en el siglo venidero.
En su nombre te invito – te animo- a recibirle como Salvador y Señor y como el supremo Tesoro de tu vida.
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