Codicia y Generosidad

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English: Greed & Liberality

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Traducción por Pau L. Manzano


Imagino que no podrán imaginar quienes son los deudores cuyo número crece más rápido en América. Según publicó el Wall Street Journal el 19 de enero de 2007 son los supericos; que no se deben confundir con los indecorosamente ricos.

El uno por ciento de los hogares más rico está acumulando una deuda, cuyo porcentaje es mucho mayor que el de cualquier otro nivel de renta, ya que llevan un estilo de vida enmarcado en el top ten del uno por ciento. Sí, corren tiempos difíciles para ser rico y aparentar que uno prefiere tomar un vuelo charter antes que volar en primera clase.

Por supuesto no son solo los ricos quienes gastan más allá de sus posibilidades; lo hace todo el mundo. En los últimos veinticinco años, el índice de deuda doméstica con respecto a la renta disponible se duplico, elevándose desde un 65 por ciento al principio de los 80 a 136 por ciento en el primer trimestre de 2007. Somos el doble de codiciosos de lo que éramos en aquellos años 80 llenos de excesos.

Sin embargo, me atrevería a decir que para los americanos codicia es a pecado lo que Dakota del Norte es para los EUA, es decir, resulta fácil olvidar que existe.

Confesamos la lujuria, la ira, puede que el orgullo y quizá también la soberbia. ¿Pero la codicia? Se blanquea. Se camufla. Utilizamos palabras como “estilo de vida” o “ambición” o “sueño americano”.

Pero la Bíblia pudo haber sido más severa en su condena de la codicia. En dos ocasiones, el apóstol Pablo se refirió a la codicia como idolatría (Eph. 5:5; Col. 3:5), y al hacerlo se propuso captar nuestra atención. Los cristianos y judíos de la antigüedad sabía que la idolatría era el mayor pecado de la nación de Israel. Ambos grupos la consideraban una característica que definía a los paganos, como una inmoralidad sexual. ¿Qué es la idolatría? La idolatría es veneración, confianza, amor y obediencia a unos dioses distintos al verdadero Dios. Es romper los dos primeros mandamientos.

Eso es la codicia. La codicia es idolatría. La codicia es veneración, confianza, amor y obediencia a los tesoros terrenales y no a Dios. La codicia es romper los dos primeros mandamientos. La codicia es situar la fe individual en el dinero antes que en Jesús (Mat. 6:24). El mismo Jesús dijo que la codicia es una característica que define a los paganos, no a los cristianos.(Mat. 6:32; consultar también Eph. 5:3).

Puesto que la codicia es la raíz de todos los males, los cristianos deben obedecer la orden de huir de la codicia así como de la idolatría y la inmoraliad sexual. (1 Tim. 6:10–11; consultar 1 Cor. 6:18; 10:14). La advertencia del apóstol Pablo no pudo ser más clara: la codicia no recibirá herencia alguna en el reino de cristo (Eph. 5:5); y la ira de Dios se desata por culpa de la codicia (Col. 3:5–6). Jesús prometió lo mismo (Lucas 12:15ff.).

Hermanos y hermanas en Cristo, huid de la codicia. No asumáis que vuestro deseos de crecimiento y acumulación material son espiritualmente neutrales. (consultar 1 Tim. 6:9). Pedirle a Dios que vele por nuestras necesidades básicas es bueno y Él las puede satisfacer generosamente (Mat. 7:9–11). Pero igual que el apostol Pablo, podemos decir “Si tenemos comida y vestido, con eso nos contentaremos” (1 Tim. 6:8; consultar Prov. 30:8–9)?

¿Cómo huimos de la codicia? Para empezar, huiremos reconociendo que la idolatría de la codicia está enraizada en una visión disminuida de Dios. Esa es la razón por la que en lugar de a él, veneramos a los ídolos del oro. ¿Cómo necesita crecer nuestra visión de Dios? Irónicamente, necesitamos saber que Dios no quiere nuestro dinero. Él es el dueño del rebaño de miles de colinas (Ps. 50:9–12). La mano humana no es su sierva, por Él nos dio la vida, el aire y todo (Hechos 17:25). ¡Ésa es la grandeza de nuestro Dios! Y gracias a su entereza desbordante se prolongó hacia su Hijo, que ofrece el mayor de los banquetes a pecadores sedientos y sin un centavo. (Isa. 55:1–2).

Huimos de la codicia observando la generosa entrega da Dios al Evangelio. ¡ En Cristo recibimos todo lo que necesitamos. Dado que encontramos nuestra dicha y paz en el Dios del Evangelio podemos entregar generosamente con amor (see 1 Cor. 13:3). Así como la codicia define a los paganos, crecientes muestras de generosidad caracterizan a los cristianos (consultar Mat. 25:31–46). (¡Los cristianos son verdaderos generosos!) Así agradecía el apóstol Pablo a los Filipenses y les recordaba que Dios cubrirá todas sus necesidades (Fil. 4:18–19). Además, animó a los Corintios a dar recordándoles que Cristo se hizo pobre por culpa de ellos (2 Cor. 8:9). Les dijo que se arriesgaran a ser engañados por el bien el reino (1 Cor. 6:7). Lo mismo hizo el autor con los Hebreos (10:34).

También se debe considerar el significado de los contextos en los que se ordena la hospitalidad en el Nuevo Testamento, puesto que la hospitalidad define aspectos del generoso amor de Dios en el Evangelio: Romanos 12 y los principios básicos de la vida Cristiana; 1 Timoteo y el atributo necesario de los líderes de la iglesia, hombre y mujer; 1 Pedro 4 y como prepararse para el fin de los tiempos.

¿Cómo huimos de la codicia? Recordando el evangelio y, en consecuencia, dando generosamente. Dejad que cada cheque que donáis a la iglesia sea una declaración de independencia del señor de la codicia. Vuestro tesoro es el cielo, Cristianos. Jesús dijo que es mejor dar que recibir. ¿Le creéis?



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